Capítulo 8

105 36 11
                                    


FABIOLA

Él me había prometido que no volvería a consumir, le creí, no sólo porque lo amo, también porque pensé que lo conocía, pero no es así, ese Fergus dulce, considerado y que piensa en los demás pareciera que no existe más, ahora ha sido suplantado por uno que la mayor parte del tiempo se la pasa colérico, lleno de ira, rencor y mostrando decenas de sentimientos que jamás imaginé aflorarían.

Se ha vuelvo demasiado cercano a Álvaro, y sale a menudo con él sin decirme a dónde irá, no necesito el control de su vida, sólo quiero saber que estará a salvo y dudo que con ese sujeto sea así, todas esas veces me quedo con Fegan, pareciera que ahora somos libres, pero no es así, yo al menos no, mientras Fergus o Fegan salen por las noches o algunas tardes, siempre en compañía de Álvaro y sus hombres, yo no he podido poner un pie fuera de esta propiedad.

Le he pedido centenares de ocasiones que rescatemos a sus hermanos, que ahora que contamos con un refugio deberíamos de ir en su ayuda, cuando se lo pido me responde que no es momento y enseguida un ataque de ira se apodera de él, ahora parezco ser su prisionera como en su momento lo fuimos de su padre, me da tanto terror que el hombre al que amo más que a mi misma se esté convirtiendo en lo que es Marcél.

Esta noche en especial me hace sentir aún más intranquila, su ir y venir de la cabaña que está a algunos metros de distancia de la casa me pone nerviosa. Jamás he ido a ese sitio, no pretendo cerciorarme de lo que allí almacenan, aunque intuyo que no es otra cosa más que drogas.

Ha pasado ya casi un año desde que vivimos a las afueras de Nevadas, un sitio al que Álvaro nos trajo bajo petición de Fergus y él se comporta cada vez más extraño, al igual que Fegan.

—¿Fergus? —camino a su par cuando se adentra a la casa.

Trae en sus manos el libro de anatomía que no suelta cuando está aquí. Lo deja sobre la encimera para servirse un vaso con agua que se toma de golpe. Mi mano se posa sobre el libro por error y él lo aparta enseguida para salir de la cocina.

Un par de semanas después que llegamos a este sitio no ha hecho más que leer libros de medicina, eso cuando no está fuera con Álvaro.

Al principio me alegré al pensar que sus planes eran estudiar y que se preparaba para algún examen de ingreso, pero eso es completamente absurdo, ninguno de nosotros tiene acreditación en nuestros estudios, sólo sabemos cosas básicas que Fedra se encargó de enseñarnos pensando que algún día nos liberaríamos del yugo de Marcél y podríamos estudiar.

—¡¿Fergus?! —insisto al verme ignorada.

Se detiene cuando obstruyo su paso, su mirada se mantiene en la mía, pero ya no me ve como solía hacerlo, ya no me dice que me ama a cada instante, es como si en su alma hubiese una inmensa carga que lo asfixia a la vez que oscurece su interior.

—¿Qué pasa? —cuestiona como si con mi pregunta lo estuviese fastidiando.

—Sea lo que sea que estas tramando o hayas hecho, detente —suplico—, ¡por favor! —persisto.

Por un instante su mirada cambia, su mano se extiende hasta llegar a mi mejilla para dejar una caricia sobre mi faz, cierro los ojos disfrutando de su tacto para enseguida lanzarme a sus brazos.

—Te amo —susurro cuando envuelve mi cuerpo.

—También te amo, Fabi —responde con dulzura.

Busco sus labios para besarlo, y él me estruja acercando más mi cuerpo al suyo. Nuestro beso se prolonga disfrutando cada movimiento como añoraba que sucediera, quiero al antiguo Fergus conmigo, no a este que cada vez se muestra más distante.

FERGUS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora