FINAL

146 32 14
                                    


Escucho un par de golpes a la puerta, camino para abrir, enseguida un par de golpes más fuertes como si quien tocara estuviese furioso, camino más de prisa para abrir sintiéndome molesto por la forma en la que llaman.

Sonrío al ver a Sara frente a mí, ya hacía varios meses que no la veía, recibo un golpe en la mejilla como respuesta a mi gesto. Aunque me enfada su acción no reacciono de mala manera al ver sus ojos inundados.

Estoy por abrir la boca cuando otro golpe llega a mi mejilla, la tomo por el brazo para obligarla a adentrarse a mi departamento, aunque una duda me surge, ¿cómo se ha enterado dónde vivo?

—¡Eres un maldito! —grita entre sollozos—. Te odio tanto —ya no grita, pero su llanto se intensifica.

No entiendo la manera que se ha enterado, pero el que lo sepa o lo intuya no significa que vaya aceptar que soy el asesino de Fabiola, porque sé que a eso es lo que se refiere.

—¡¿De qué carajos hablas?! —finjo no entender.

Ella se acerca y acuna mi rostro, sus manos tiemblan, al igual que sus labios. Sus esmeraldas se posan en mis ojos, su mirada me hace saber que sus lágrimas son francas que hay algo en su interior que le duele sobremanera.

Trazo una caricia sobre su rostro siguiendo el suave recorrido de mis dedos, extrañaba verla, tenerla cerca, sentir su suave y cálida piel, Sara es tan hermosa.

—Prométeme que no asesinaste a Gabriela —suplica—. Dime que no eres un monstruo.

—No soy el asesino de Fabiola —miento.

—¿Sabes por qué asesiné aquel sujeto? ¿Sabes por qué no pensé ni un sólo segundo en dispararle cuando vi que amenazaba con matarte? —sigue acunando mi rostro sin dejar de llorar. No espera mi respuesta y me abraza—. Te amaba, Fergus. Tuve tanto miedo de perderte —la estrujo.

—No debí dejarte —digo estrujándola, beso su hombro—. ¿Por qué nunca me lo dijiste? —cuestiono viéndola de nuevo.

—¿Importaba? —me cuestiona con su triste mirada—. Sabía lo que significaba para ti, no era más que la falsa Fabiola...

—No —acuno su rostro—. Quizá...

Se aleja súbitamente de mí para sentarse en sofá que se encuentra a pocos pasos de nosotros, apoya sus manos sobre sus rodillas para esconder su rostro.

Me acerco a ella sintiéndome inseguro, nunca la había visto tan afectada, no la vi siquiera así cuando asesinó a Álvaro, nunca me interesó saber por qué lo había matado, asumí que había sido mero reflejo, jamás me imaginé que ella me amara, quizá de saberlo nada de lo que he hecho hubiese sucedido.

Sigue llorando y yo me coloco de cuclillas frente a ella, la obligo a verme, posa su mano sobre mi mejilla, beso su palma y escanea mi rostro hasta que su pulgar palpa mis labios.

—Tengo miedo —me hace saber.

—Sé que fui un idiota cuando estuve contigo, pero te prometo que he cambiado —hablo viendo sus hermosos ojos verdes.

Como si mi conciencia tomara el control de mi mente, decenas de recuerdos me bombardean recordándome que mis palabras son mentiras.

Mi mente recrea las escenas de mis últimas acciones en los anteriores meses. Las veces que he provoqué que despidieran a María pensando que era la chica que Félix amaba, pero me equivoqué, no es Félix quien descansa bajo las alas de esa inocente chica, si no Bruno, lo que me ha llenado de rabia. Porque mi idea era que ese anciano viviera una vida de miseria, pero al final se ha refugiado en los brazos de una mujer aún más joven que Fabiola.

FERGUS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora