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Mi rey de pólvora y luz:

Ha llegado el invierno y con él mi cumpleaños. Es triste celebrar en medio de tanta mierda; después de todo solo me hago más vieja y lo hago sola, sin ti, sin tu amor abrigándome ni tu sonrisa devolviendo mi esperanza.

Así que he llegado a los veinte y no siento el día para nada especial. No sin ti.

Me alegra tanto que no nevase demasiado este invierno, al menos una dificultad a la que no tendrás que sobreponerte en la lucha. Las mantas ahí no serían suficientes para llevar calor a tu alma; quizás siquiera hay mantas o tiempo para cubrirse con ellas.

Yo me he atrevido a mucho, la verdad. Me dolía sobremanera ver que tu trabajo se degradase y nadie se ocupara, por eso estuve hasta tarde arreglando el jardín con la brisa azotando crudamente contra mi piel. Pero no importó, te sentí más cerca, me sentí tranquila y quizás un poco feliz. Esa sensación de algún modo me volvió inmune al frío y a la rudeza del viento queriendo congelar mis pensamientos.

Extraño que te aparezcas con un girasol cada día ¿sabes?, maldigo que está tierra aristocrática se niegue a dejarlos crecer. Entonces solo puedo pintarlos y dejar que se acumulen en un rincón de mi habitación. Cada vez me salen más sombríos, como si mi corazón herido de ausencia moviera el pincel a su conveniencia, tratando de liberar en arte lo que no puede gritar.

Ahora también hallo consuelo en el jardín y tu presencia silenciosa; nuestra historia nació aquí, entre rosas y tulipanes, entre un abeto y dos cerezos, entre la tierra húmeda y el olor a vida.

El Sol y la llovizna nos dejaron crecer justo como lo hicieron con las plantas. Solo el Sol y la llovizna podrían ponernos fin con un exceso de su cariño protector o al castigarnos con abstinencia impuesta.

Deja que el Sol te ilumine mucho este invierno, deja que te reconforte y te alivie las heridas. Pero tampoco huyas de una llovizna glacial, el bien y el mal conviven en el mundo y debemos aprender a lidiar con ello.

La ausencia y la presencia son dos caras de una triste moneda...

Tú y yo somos apenas dos piezas de ajedrez; me gustaría tener el control, ya hubiese usado un caballo para llegar a la torre, salvarte a ti mi rey, y evitar que otra pieza te inmovilice con un despiadado Jake mate de secuelas mortales.

Pero ya ves que no, ya ves que el “no” es nuestra condena, que el misil y el fuego gobiernan nuestras vidas y que las balas perdidas aún no saben librarnos.

Pero ya ves que no, ya ves que el “no” es nuestra condena, que el misil y el fuego gobiernan nuestras vidas y que las balas perdidas aún no saben librarnos

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𝐆𝐢𝐫𝐚𝐬𝐨𝐥𝐞𝐬 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐮𝐧 𝐬𝐨𝐥𝐝𝐚𝐝𝐨 𝐝𝐞 𝐩𝐚𝐩𝐞𝐥 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora