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Mi triste tormenta:

Sabes que amo a Deelan, ¿verdad? Es mi querido hermano mayor, quien consiente mis berrinches y me sostiene en los malos ratos. Incluso, con todo el caos que he causado por nosotros, él solo me ve con mirada condescendiente y un poco de empatía en lugar de ponerse de parte de los demás; sin embargo, sé que tampoco aprueba mis decisiones.

A pesar de todo su cariño y su incesante amor, no podría estar más molesta ahora. Deelan también se ha marchado a la guerra.

Pero no como tú, no con tu desdichada y penosa condición porque, claro, él puede permitirse encontrar la comodidad incluso tratándose de la guerra, y odio que así sea.

Me carcome la impotencia, creo que es el sentimiento más abundante en mi interior desde que recibimos la noticia tres días antes de que partieras y, con el hecho de que Deelan saque ventaja incluso de las peores situaciones, solo aumenta dolorosamente.

Y es que... él es mi hermano, mi falsamente feliz hermano, se me hace imposible desear que le ocurra algo malo. Después de todo, no es su culpa haber nacido en cuna dorada, en esta sociedad llena de óxido, en este mundo tan convulso que apuesta por el bando de las conveniencias; como tampoco es tu culpa haber visto la luz por primera vez entre gente que te han obligado a luchar por merecerla, cuando el Sol brilla para todos de igual forma sin que le pongan precio a sus rayos.

Así de mal estamos, así de distantes. Pero mi esperanza le da razón a todas las lágrimas que he derramado, muchas por ti, ahora varias por mi hermano, porque he aprendido a perseguir quimeras entre las sombras de la realidad, solo vuelve...

Volverás, es un hecho, es una orden, es lo que merecemos. Lo harás y, de esa forma, sabré que no ha sido en vano cada pedazo de piel que he perdido intentando proteger mis sentimientos del clima implacable al que nuestro amor se somete.

𝐆𝐢𝐫𝐚𝐬𝐨𝐥𝐞𝐬 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐮𝐧 𝐬𝐨𝐥𝐝𝐚𝐝𝐨 𝐝𝐞 𝐩𝐚𝐩𝐞𝐥 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora