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Sentirme miserable era tan común en mi ser, que el frio despertar de mi cuerpo, se calienta de inmediato a las fogosas llamas de los recuerdos

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Sentirme miserable era tan común en mi ser, que el frio despertar de mi cuerpo, se calienta de inmediato a las fogosas llamas de los recuerdos.

De la traición.

Sigiloso y titubeante coloco mi mano en mi vientre, como una maña matutina, como una oración de la buena suerte.

Plano.

Mi vientre esta plano, el sudor en mi espalda aumenta, al igual que los latidos desenfrenados de mi corazón, me remuevo de el lugar en donde estoy postrado con inquietud y maldigo al aire mi dolor.

Duele, duele, duele mucho y quiero que acabe, ¿por qué Dios? ¿por qué a mi?

El pitido insistente que coordina con mi taquicardia me hace mas voluble al llanto que profeso en mi garganta, me siento mareado, cansado, abatido.

¿Donde esta mi bebé?

¿Donde? ¡Donde! ¡¿DONDE?! mis piernas patalean la tela delgada que me cubre, el mismo pitido odioso se restriega en mi pánico, la luz blanca cegante quema mis lagrimas.

Pero el vació sigue igual.

Apretujo mis manos en la tela cerca de mi vientre, fuerte, que se mueva, que de un signo de que ahí esta.

Nada, no esta aquel cálido trasmitir, ni aquel balanceo torpe.

Grito.

Los pasos se extienden por el eco de el lugar, apresurados y alborotados, el golpeteo de la puerta se suma a uno mas de los ruidos frustrantes que manejo en mi propia consciencia.

Y lo ignoro, estoy mas pendiente de salir de este ahogamiento constante y a esta falta de calor horripilante.

No quiero pensar en lo que no cumplí terminar.

Toques, me estan llamando, me estan tocando. Dos brazos calidos y fuertes estan sosteniendome y apretándome, comprimiendo mis vergonzosos temblores.

Como si exprimiera mi sentir.

— ¡Quackity! — exclama la sombra que me sostiene con preocupación — ¡Reacciona chiquillo!

Mis ojos se abren mas al mundo odioso y cansino, viendo las formas y los colores mezclarse con el amargo sentir de la lucidez en mi mente.

Lavanda.

Dos lavandas cristalinas me observan con dolor, ¿que habré hecho para que tal pureza natural me de aquel sentir? No comprendo, ¿por qué se siente tan correcto que esos brazos me consuelen?

Cierro mas mis ojos, a gusto en el mar de la incredulidad, ¿de que me consolarían si yo no perdido nada?

Silencio.

¡Mi bebé!

Mi cuerpo adolorido y podrido se levanta con rapidez, sosteniendo los hombros de aquel hombre que me consuela, apretujándolo, marcando mis excasas uñas en su piel.

¿Alguna vez te han traicionado?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora