Capítulo 5

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Me desperté por la madrugada, cuando sentí ganas de orinar. ¿Había sido un sueño? No, no era eso. Sentía sobre la cama, entre mis piernas, el dildo que había usado hacia unas horas. Dante me había visto en esa situación tan íntima. Deseaba que fuera un sueño, pero no lo era.

Encendí la luz. Mi cama era un desorden. Lo último que recordaba eran las palabras que había intercambiado con mi hijo. "Solo me estaba masturbando", le había dicho. Noté que la sábana estaba húmeda. Por lo visto, después de que Dante me dejó sola, me dormí inmediatamente, totalmente agotada por el potente orgasmo que había experimentado. Me percaté de que la imagen con la que se había encontrado mi hijo era mucho más patética de lo que había imaginado. De mis ojos salían lágrimas, se había formado un pequeño charco en mi entrepierna, mis tetas estaban hinchadas, mi cuerpo sudado y tembloroso. Eso era lo que había presenciado Dante, me dije, horrorizada.

Vi la hora en el celular. Las cuatro de la mañana. Entonces descubrí que había un mensaje de él, pero me negué a leerlo en ese momento. De todas formas, pensaría que estaba dormida. Fui a darme una ducha. ¿Por qué tenía que haber aparecido Dante?, me pregunté, mientras el agua caliente caía sobre mi cuerpo desnudo. Pero no podía echarle la culpa de lo que había pasado. Yo había sido muy tonta. Cuando llegué a casa, mi hijo no se encontraba, y yo había dado por sentado que no volvería hasta más tarde. Y después me dejé llevar y empecé a largar gritos muy fuertes. Él mismo lo había dicho, había pensado que me pasaba algo malo. Su reacción fue la lógica.

Lo cierto es que la que había tenido un comportamiento reprochable había sido yo. Tener un orgasmo mientras pensaba en mi hijo... qué locura. Pero no quería pensar en eso ahora. Salí de la ducha. Me envolví con una toalla. Desinfecté el dildo y lo guardé. Cambié las sábanas y me tiré en la cama. Frustrada, recordé que Dante me había mandado un mensaje. A regañadientes, lo leí. "Bueno mami, no te preocupes, no pasó nada inusual, simplemente tuve la mala suerte de llegar a casa justo cuando lo estabas haciendo. Aunque por otra parte me alegra, porque ahora estamos a mano. Digo... desde que me viste con Emilia me sentía avergonzado cada vez que te veía, pero ahora estamos iguales jeje".

Qué niño tonto, pensé. Pero Dante tenía su punto. De hecho, yo lo había visto en una situación mucho más comprometedora. ¿Podría tomar el hecho con tanto aplomo como lo había tomado él?

Al siguiente día me encontraba en la cocina desayunando, a punto de salir a trabajar. Era personal trainer. En verdad no necesitaba trabajar. Dante cubría con creces mis gastos. Pero detestaba depender exclusivamente de él, y me moriría de aburrimiento si tendría que pasar todo el día en casa. Me había hecho de una buena clientela, y tenía ingresos que equivalían a un sueldo, solo trabajando unas horas al día. Hacía calor. Me había puesto una calza negra tres cuartos, y una remera musculosa del mismo color. Como sucedía cuando usaba esas prendas, mis piernas, mis caderas y mi trasero se marcaban increíblemente. Casi como si esa calza no fuera más que una segunda capa de piel que me dejaba totalmente expuesta. A veces me daba cierta aprensión ver mis enormes nalgas con la tela hundiéndose en esa profundidad que las separaba. Era una imagen obscena, casi pornográfica. Sin embargo, era mi cuerpo. No tenía la culpa de ser así. Además, también disfrutaba, al menos por momentos, de la enorme atención que despertaba en el sexo opuesto.

Mientras tomaba el último trago de leche de almendras, me sentí excitada. Me pregunté si por fin sería capaz de acostarme con un hombre. Pero enseguida me dije que no, que aún era pronto para hacerlo, y además no conocía a nadie que me moviera el piso. Estuve a punto de irme, cuando Dante apareció en la cocina. Como de costumbre, estaba en ropa interior. Un bóxer negro, casi tan ajustado como mi calza, se adhería a su cuerpo, y dejaba bien marcado el enorme bulto de su entrepierna. ¿Debería decirle que no anduviera así entre casa? ¿Qué le costaba vestirse antes de empezar el día? Pero no podía evitar que lo hiciera, no justamente ahora, después de lo que había pasado anoche. Porque si le decía algo, mis tortuosos pensamientos podrían quedar expuestos.

Los oscuros deseos de mi hijoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora