Capítulo 12

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Merlo no era un lugar con un aura de jolgorio y desenfreno. Más bien parecía un pequeño paraíso para jubilados. Sin embargo, Érica sintió la intensidad de un fin de semana prometedor. Quizás no era tanto por el lugar en sí mismo, sino porque desde que se subieron al auto de su sobrino Dante, sintió un clima especial. Era algo raro, como si hubiera una calidez tensa y agradable al mismo tiempo.

Emilia no había podido ir, pues tenía un cumpleaños al que iba a asistir con su novio. Pero se había sumado un amigo de Dante: Jerónimo. Un chico alto, casi tan atractivo como su sobrino. Vanesa se había mostrado sorprendida cuando Dante le dijo, en el último momento, que el chico iría con ellos. Hasta pareció un poco molesta. Pero las tres horas de viaje fueron muy amenas. Jerónimo era muy simpático. Érica no entendía por qué su hermana, por momentos, parecía nerviosa. Era como si la presencia del chico la inquietara. Pero luego recordó que le había mencionado que un amigo de su hijo quería acostarse con ella. Sumó dos más dos y comprendió la actitud de Vanesa.

Dante se mantuvo silencioso durante casi todo el viaje, cosa que no era rara en él. Los pocos momentos en los que se mostraba algo parlanchín era cuando estaban a solas. En esos momentos el chico sacaba las garras. Pero Érica se negaba a pensar en eso, porque era algo que la turbaba, por lo que siempre se decantaba por borrarlo de su mente. En fin, que en ese viaje Jerónimo sí habló mucho, y Érica no pudo más que sentirse encantada con ese chico musculoso y simpático, que podría ser su hijo, pero que de todas formas no podía ver como otra cosa más que como a un hombre viril y sensual.

Llegaron a una cabaña que era propiedad de Dante. Una hermosa construcción que estaba a un par de kilómetros del centro. El aislamiento de ese lugar la hizo sentir una peculiar tensión.

Era sábado a la mañana. Fueron los cuatro a almorzar a una parrilla cuya especialidad era el chivito al disco. Lo acompañaron con vino. De pronto Érica se percató de que parecían dos parejas en una cita doble. Pero lo que generaba esa sensación en ella no era el simple hecho de que se trataran de dos hombres y dos mujeres. De hecho, la evidente diferencia de edad que había entre ellas y los chicos deberían indicar cualquier cosa menos que eran parejas. No obstante, el lenguaje corporal, las sonrisas, las miradas, todo ello hacía que Érica pensara que, cualquiera que los viera en esa mesa, palparían la tensión sexual que había entre ellos.

Claramente esa tensión sexual se daba principalmente entre Jerónimo y las dos mujeres maduras que la acompañaban. El pendejo ni se molestaba en disimular las miradas furtivas hacía los senos de ella y de su hermana. Parecía un niño en una golosinería. Daba la impresión de que en cualquier momento se zambulliría en el escote de alguna de las dos. Y Érica no pudo evitar pensar, con picardía, que quizás lo dejaría hacerlo. Aún recordaba esa tarde en la que tres adolescentes, que parecían incluso más jóvenes que Jero y Dante, las acosaron en el supermercado. Hasta se habían atrevido a manosearlas. Cada vez que Érica recordaba eso, se sentía increíblemente tentada de probar carne joven. Se había acostado muchas veces con hombres más jóvenes que ella, pero no tanto, y esa alternativa la atraía cada vez más.

No obstante, a pesar de que el histeriqueo se daba entre ese trío, a Érica no se le escapaba la penetrante mirada de su sobrino. Esos ojos eran difíciles de ignorar. Carraspeó la garganta y se acomodó en su asiento. Quizás era ella misma quien estaba prestando demasiada atención a su sobrino. De hecho, Dante miraba con la misma intensidad a su propia madre, por lo que podría estar haciéndose ideas equivocadas pues claramente eso implicaba que esa miradas no tenían una carga lasciva. El chico le había tirado los galgos, pero en público no lo haría, ¿no?

Por la tarde los amigos quisieron hacer una excursión a los cerros. Pero las hermanas no tenían tantas energías. Además, aprovecharían para estar un rato a solas. Se quedaron paseando por el centro. Visitaron un pequeño museo, y luego escucharon a una banda de folclore que tocó en la plaza. Cuando terminó el primer tema, Érica le preguntó a su hermana:

Los oscuros deseos de mi hijoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora