Six 1

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¡Hola! Para empezar... ¿Siguen vivos? Recuerden que a Crowley le caen mal los suicidas. Tomaron pastillas para la depresión, ¿verdad? 

Sé cuanto de dolidos estamos por el final se nuestra segunda temporada. A mi no me decepciono en nada pero si me dolió muchísimo.  Amigos, tranquilos... Solo tenemos que esperar que haya una continuación de todo esto, que estoy segura que si la habrá. 

No se preocupen, ya le mande la factura de mi terapia a Neil Gaiman.

Desde ahora, el fin de este fanfic es sanar sus corazoncitos, tomare escenas de las primera y segunda temporada y hare continuaciones sin perder mi trama original. Era algo ya pensando desde mucho antes.
 Se que será difícil sanar. Espero que esto sea un consuelo, y si no es así, esta bien. Me contento con saber que continuare con su historia a mi manera. Espero que les guste y lo disfruten tanto como yo disfruto escribir sobre ellos. Quiero salvar al fandom, se que no soy quien... Pero espero que en mis escritos encuentren una manera de disfrutar y seguir amando el ship tanto como yo.
Intento hacer esto por pasión, amo escribir, amo a Queen y a Good Omens. 

Perdón por el siguiente capitulo, pero como dije, comenzare a usar paralelismos entre las temporadas y mi historia. El plan era comenzarlos a usar luego de dos capítulos mas donde explicaba todo, pero puesto a que no se como va acabar esto... No se si dolerá. Espero que no. Les juro que será para algo bueno. No quiero seguirles rompiendo el corazón. Pero si quieren reírse un poquito almenos con dolor, léanlo. Si no, ojo que les estoy avisando. No lo hagan.

Estará todo bien. ¿Okey? Se los prometo. No soy Neil Gaiman.

Es que yo también ando mal por todo esto, me están pasando cosas horribles en casa pero escribir sobre ellos es mi terapia.

Gracias por leer, votar, comentar y el apoyo. Los quiero mucho. 

Actualidad:

Crowley manejaba el Bentley a gran velocidad –mucha más de lo habitual
Prendió la radio, cualquier cosa que sonara estaría bien. O eso pensaba. Aziraphale había dejado su estúpida música clásica ahí, así que... Como Crowley no entendía o no disfrutaba del todo esa música. Estaba bien. Pero pasó algo. Sonaba Tchaikovsky pero de la nada, el sonido del piano fue cambiando a una melodía más suave, como si alguien estuviera bailando el aquel piano, luego de eso le siguió un hermoso sonido de arpa que lo hizo mucho más melancólico. Sabía lo que seguía.

—No jodas, Mercury.

El demonio golpeó el timón desesperadas veces mientras de fondo sonaba una de las canciones que jamás, pero jamás, en serio, juro jamás, pensó sentir.

Love of my life by Queen.

—Por dios santo. ¡¡Maldita sea!!. —le gritaba furioso al Bentley —¿No puedes poner algo mejor?

<<Love of my life, you've hurt me.
You've broken my heart, and now you leave me
Love of my life, can't you see?
Bring it back, bring it back, don't take it away from me because you don't know what it means to me>>

<<Amor de mí vida, me has herido.
Te has llevado mí corazón y ahora me dejas.
Amor de mí vida. ¿No lo ves?
Traerlo de vuelta, traerlo de nuevo. No lo dejes porque no sabes lo importante que es para mí>>

Por algún motivo, el vacío que sentía, se comenzó a hacer más y más grande al oír las melodías. Su rostro comenzó a agrietarse y su pecho comenzó a oprimirse. Ya lo había sentido antes... Pero no con esta intensidad.

Crowley intentó una y otra vez cambiar de canción, golpeaba una y otra vez el botón con desesperación para cambiar, pero todos los intentos fueron en vano. El Bentley no cedía. Es más, el auto comenzó a avanzar a tirones por gritos histéricos de Crowley.
Si la sensación que había probado hace cuarenta años era la misma, sentía que esta vez, le quemaba el pecho, que lo destruía. Sentía como si su corazón humano lo hubieran pausado y se lo hubieran arrancado de golpe.
Algo en sus ojos comenzó a salir, porque aquel dolor que sentía en el pecho comenzó a oprimir su respiración y sus ojos. Dolía, y le molestaba que doliera o más bien dolía que le molestara. Esta no fue la primera vez que se sentía así. Ya había llorado antes, pero no como ahora. Solo quería... No, no quería nada, ya no quería más, y la maldita canción no ayudaba. El ya no existía, ya no encontraba sentido, no sabía a dónde ir ni para qué ir, no sabia que hacer o para qué hacerlo, no sabía nada... no quería hacerlo. Estaba vacío... estaba solo.
Y, aunque no quisiera, se sabía esa canción de memoria, porque fue él, el primero en oirla, en sentirla;  fue él quien aceptó que debería salir, fue él quien juró que jamás sentiría esa canción, por eso jamás la entendió... Hasta ahora.
Estacionó el Bentley en el apartamento que un día fue suyo, mirando a la nada y con el pecho vacío; apoyó su cabeza en el timón, suspiro y rendido, dejó de reprimir las lágrimas. Una pequeña lágrima cayó en su rostro, luego otra, luego otra y muchas más comenzaron a salir con intensidad.  Lágrimas amargas, llenas de dolor y pesadez recorrían sus mejillas, oprimían su pecho y estrujaban su alma. Maldecía al todopoderoso, gritos ahogados y gemidos de dolor salían del que siempre creyó jamás latía por algo así o por alguien: de su corazón. Estaba ahogado en lágrimas, su respiración se agitaba y sus manos temblaban. Ya no le importaba nada, no era como hace cuarenta años. Esta vez... su ángel ya no estaba.

There he goes againDonde viven las historias. Descúbrelo ahora