Capítulo VIII

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Gracias a Dios había rendido más que bien el examen de piano, era un peso menos. Ahora debía enfrentar el mayor temor, la disquera. Tenía preparado un par de sencillos pero no estaba segura de si les gustaría o no. Últimamente no estaba oyendo música de artistas ni nada, tuve demasiadas cosas en la cabeza como para dedicarme a escuchar música conocida.

No sabía muy bien que música estaba de "onda" así que busque en internet las últimas canciones que salieron y mucho cambio no había, así que podía presentar esas canciones, no estaban tan mal. No voy a quedarme yo sola con todo el crédito, debo admitir que Emmett me ayudó con la melodía y me inspiró en la letra.

Era jueves por la tarde, tenía un dolor de cabeza inexplicable, era como tener dos elefantes encima de mí. Tenía que presentar mis canciones, pero no tenía ganas de hacer nada, solo dormir. Me había bajado la presión un par de veces, y me había comenzado a doler la panza también. No me sentía muy bien que digamos.

Traté de que Emmett no me viera así, no me dejaría ir a grabar. Estaba tan comprometida con los productores que no podía decir que no. No me acuerdo mucho de este día, pero acá va lo poco que puedo rescatar.

Recuerdo haber ido a almorzar y me mareé un poco, no le di importancia ya que era un simple mareo, mas tarde me fui a la disquera y me quedé sentada esperando a que me llamaran para grabar y que vieran lo que compuse. Entré y estaba blanca como una hoja de papel, al parecer ellos lo notaron así que me dijeron que tomara asiento.

No llegué a sentarme cuando caí al piso, según me dijeron, quedé tirada una media hora hasta que vino la ambulancia y me llevaron al hospital para hacerme observaciones, me desperté en una sala de emergencias en una camilla con dos médicos atendiéndome, me preguntaban tantas cosas a la vez que estaba muy confundida, no podía responder a todo. Me quedé callada y ellos solos se dieron cuenta de que no podía hablar tanto.

Me empezaron a preguntar más despacio, me hicieron preguntas de todo tipo, si estaba medicada, si me pasaba frecuentemente, entre otras tantas. Para mala suerte mía, Emmett se enteró de todo, vino corriendo al hospital a verme, cuando entró me abrazó fuerte.

-¿Cómo estás? ¿Por qué no me dijiste que te sentías mal?- Tenia un cara de preocupación que jamás le había visto.

-Sí, estoy bien. No te dije porque si no, no me dejarías salir a grabar.

-Claro que no te dejaría, te dije que eras mi tesoro más preciado, no quiero perderlo- le sonreí como pude y él me beso.

Me dejaron internada unas dos o tres horas ya que solo había sido un desmayo y los análisis habían dado bien, me había bajado el azúcar. Me mandaron a hacer reposo por 48 horas y luego podría seguir con mi vida normal. Emmett se quedó conmigo en todo momento, me preparaba el desayuno, almuerzo y cena. Procuraba acompañarme hasta la puerta del baño, y de hacerme compañía en todo momento. Claro que le dije que podía irse, que yo iba a estar bien, pero él no me hiso caso y se quedó junto a mí.

Definitivamente él era el chico de mis sueños, quien estaba conmigo aun cuando yo no estaba en mi mejor estado de salud, me cuidó como un objeto frágil, no me sacaba los ojos de encima. Me sentía mejor saber que iba a estar él para acompañarme en los buenos y malos momentos de mi vida. Podía contar con él siempre que quisiera.

Muchos dirán que solo es un amor adolescente y frágil, pero yo nunca lo sentía así. Yo lo podía ver como mi amor de toda la vida, al que nunca lo cambiaré ni por todo el dinero del mundo. 

El sábado por la mañana estaba recuperada, así que decidí salir un poco por la ciudad para despejarme y relajarme. Tomé mi bolso y los anteojos de sol, ya que hacía mucho calor y había un Sol muy fuerte. Emmett se había levantado muy temprano y no se a donde sé fue, así que no me moleste en mandarle un texto, ya que me había dejado una nota diciendo que llegaba al mediodía.

Claro de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora