Volví a la Universidad a avisar que no volvería debido a que tenía problemas personales, pero ni bien llegué al instituto mi padre me llamó:
-Hija, es tarde, ya es tarde- estaba llorando.
-¿Qué pasó?- mi cara se transformó por completo.
-Mamá, hija, mamá. Ella ahora está en terapia intensiva, casi en estado vegetativo. Se nos muere hija- no paraba de llorar y yo también comencé a derramar unas cuantas lágrimas.
-Vuelvo enseguida para allá- corté y me fui directo al hospital, otro viaje más. Los del aeropuerto me decían que quería pasear y se reían, tenían razón, había viajado más de dos veces seguidas.
Emmett me esperaba en Buenos Aires, en la habitación de mi madre. Cuando lo vi, no pude evitar abrazarlo, besarlo y llorar. El solo me abrazaba más y me contenía, también me secaba las lágrimas y me dijo que debía ser fuerte, que todo iba a estar bien.
Pude entrar a la habitación, fue algo impactante ver a mi madre en ese estado, quede paralizada. Ella ni se movía, estaba conectada a un montón de aparatos distintos, tenía sueros y aparatos para poder respirar. Era algo terrible, de cómo una persona sana había pasado a estar internada. Lo peor de todo fue que era por mi culpa.
De haber sabido antes de que ella estaba así hubiera venido mucho antes, es más, no hubiera ido a la Universidad, era todo mi culpa, y eso me hacía sentir peor, si mi madre empeoraba era algo que no podía perdonarme nunca en la vida. Me sentía realmente mal, mi vida había pasado de la perfección al infierno.
Todo iba de mal en peor. Mi vida estaba en decadencia, todo lo que había pensado que sería un sueño se había convertido en pesadilla, y todo estaba muy mal, las cosas empeoraban cada vez mas.
Era sábado 28 de enero por la mañana, hacía calor en Buenos Aires y en Canadá frio. Era la mañana alrededor de las nueve cuando todo se hundió por completo, era el momento en donde el Titanic se había terminado de hundir. La sala se llenó de médicos y enfermeros, me sacaron del lugar y solo oía a los médicos hablar y los ruidos que producían las máquinas.
Mi peor temor se había hecho realidad, esa mañana el corazón de mi madre había dejado de latir y su cuerpo ya no respiraba. Mi mamá había fallecido, jamás pensé que me pasaría esto, era algo devastador. Por lo menos sé que los médicos habían hecho hasta lo imposible por salvarla, aunque no hubiera sido suficiente.
Entré a la habitación para verla por última vez. Al lado de la cama había una nota, la tomé con cuidado y comencé a leerla:
"Hija, no quiero que pienses que esto fue tu culpa, jamás lo fue. Es una decisión que tomé yo sola, sin que tu padre supiera nada. Un error mío del cual ya obtuve mi consecuencia, ahora debes seguir con tu vida y mirar siempre al frente. Nunca debes pensar ni por un segundo que esto fue tu culpa. Te amo mucho y siempre te cuidaré. Mamá."
Comencé a llorar, no podía evitarlo, mi madre sabía que su fin se acercaba y trató de estar bien lo más que pudo. Sin embargo el sentimiento de culpa no se iba, ahora era un poco menor ya que sabía que ella lo había hecho sin pensar y yo era la causa pero no la consecuencia.
Me preocupaba mucho el estado de mi padre, el no aceptaba la muerte de mi madre y temía que empeorara su salud. Él me decía que estaba bien y que me fuera a estudiar y seguir con mi vida que todo mejoraría, que era cuestión de tiempo para que su cabeza comprendiera que la mujer que había amado y su mejor amiga ya no estaría más.
Luego del velorio, junté todas las cosas mías que tenía en mi casa ya que había planeado irme a vivir a Canadá, fue algo doloroso volver allí. Todo me recordaba a mi madre, cada cosa que veía y tocaba, era como si ella estuviera aún. Junté todo y partí de nuevo a la universidad, le prometí a mi padre visitarlo para navidad y en año nuevo iríamos a la casa de los padres de Emmett.
El año había pasado rápido dentro de todo, estábamos en febrero cuando nos dieron una semana libre debido a que había un fuerte temporal con nieve y tormenta. Casi no se podía salir, era todo blanco y la nieve tenía un espesor de casi 70 centímetros, no se podía caminar por ningún lado, con suerte abrían algún camino pero era algo peligroso.
Esa semana me dediqué a limpiar y ordenar todo, tiré todo lo que no servía y no tenía ninguna importancia. Habré hecho alrededor de tres bolsas de las grandes. Dejé todo reluciente, sacaba brillo los pisos, esperaba que se mantuviera por un buen tiempo, no pensaba limpiar por un buen rato, de alguna manera limpiar me ayudó a desahogarme y descargar todo mi dolor y furia.
Emmett me observaba como si estuviera loca. No solo yo juntaba todo apurada sino que también lloraba. Llegó un momento en el que no pude más y caí tendida en el piso llorando desconsoladamente. Entré en un colapso, no daba más, mi mente no podía seguir más, todo me afectaba, estaba muy sensible. Todo lo veía mal, o me hacía daño, no podía hablar con nadie porque lloraba.
Lo único que pudo mantenerme controlada y algo más tranquila era la música, podía sentir como cada nota del suave sonido del piano tenía algo que decirme, era como si me hablara y me decía cosas que me tranquilizaban, muchos dirán que estoy loca pero podía oír unas voces en mi interior que me decían que todo iba a estar bien y que todo sanaría.
Pase casi toda la semana de descanso en el conservatorio, casi ni dormía, me propuse componer una canción. Tenía pensado dedicárselo a mi madre, así que no dormiría hasta que no estuviera lista. Recuerdo que era una mañana de viernes, aún me quedaban dos días para terminar mi melodía, estaba en el estudio cuando oigo unos pasos, como si alguien estuviera detrás de mí. Me volteé a ver y era mi profesor de piano.
-Me he dado cuenta de que has estado demasiado tiempo acá- se iba acercando a mí.
-Sí, un proyecto personal- no quería decirle a nadie porque pasaba tiempo tocando el piano.
-No interesa lo que sea, a mí no me importa, lo que sí quiero saber es por qué recurres siempre al piano- se sentó junto a mí y comenzó a tocar mi melodía.
-El piano me calma, me hace sentir bien, me relaja y despreocupa- todos en el instituto sabían lo ocurrido con mi madre así que él solo asintió y se fue.
Seguí tocando toda la mañana y toda la tarde, en cuando Emmett apareció. Se veía triste y angustiado, él solo me abrazó, muy fuerte, y estuvo así varios minutos, era extraño en él.
-¿Qué te sucede?- pregunte extrañada.
-No te das cuenta, pasa más tiempo frente al piano que conmigo- estaba algo molesto, lo noté en sus expresiones.
-Perdón, es que puedo descargarme mejor aquí.
-Pero ya no estás conmigo, creí que esta semana estaríamos juntos, pero estuve solo.- me partió el alma ver que me dijera eso, no me contuve y llore.
Lo único que hacía era llorar, no porque quería si no porque cada cosa por más mínima que fuese me ponía mal. Y cada palabra me dolía más y más.
Nota de la Autora:
Siento la demora, problemas personales :(
Gracias por leer, no olviden dejar su comentario (:

ESTÁS LEYENDO
Claro de Luna
RomantiekEli es una chica soñadora, con un corazón algo sensible y susceptible, aprende a amar rápido pero olvida difícilmente, después de que su mejor amigo Lio, del cual estaba enamorada, se olvidara prácticamente de ella; Eli trata de rehacer su corazón y...