°4° Día de Playa.

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Ian Bennett, un nombre no tan común, pero un apellido muy sonado, un chico de cabello lacio de color Marrón piel clara, es como un pan de leche, alto apuesto y sexy está bien tallado. Y unos ojos de gato verde olivo de labio sensuales.

—¿Quieres un helado?— pregunto el mientras seguíamos caminando.

No está nada mal...

—No, te lo agradezco...

—Veo que la única palabra en tu diccionario es No— hablo a media voz.—Él escuchando, y no, no es la única palabra que hay en mi diccionario, pero es la única que escucharas por los momentos.

Formo una fina línea en sus labios y camino hacia la heladería dejándome sola, lo intenté frenar, pero no pude así que tuve que esperarlo, luego de un rato regreso con dos paletas de helados.

—Apoco no acepta un no Ian...

—En realidad sí, pero tu amargura no me hace aceptarlo— hablo con caridad.

—Debería de sentirme especial o algo así— exclamé arqueando una ceja.Extendió la mano para ofrecerme la paleta de helado.

Tome la paleta de helado —Te lo he comprado de fresa con chocolate, no sé si te guste mejor fuera, ha sido de Limón por lo agria que eres.—Me ofenderé Ian— hablé trazando una sonrisa delicada.

—Te ves más linda cuando sonríe, sabe...

Trazo una sonrisa algo tímida y el probo su helado haciendo una mueca divertida que hizo que soltara una carcajada.

—Doña amargura si tiene su lado agridulce— Soltó él entre risilla.

—¿Feliz por hacerme, reí?.

Alardeo un poco la cabeza —Sí, porque has sonreído, pensé que tardaría mucho en lograrlo Naz.

Terminamos de comernos los helados y tuvimos que regresar al café, ya que tenía varias llamadas perdidas de Sule mientras caminamos de regreso, él estaba contestando algunas llamadas que solo me causaron curiosidad.

—Veo que estás solicitado— comente mientras sacaba mi teléfono.

—Son los chicos que está llamado...

—Tiene esa manía de explicar por qué o que— exprese.

—¿Por qué eres así?— inquirió el mientras buscaba mi mirada.

—De qué?...

—Eres agridulce, eres tan seria, poco veo que te ríe, eres una persona muy reservada; sin embargo, eres tímida.

Lo miré de reojo.

—No te conozco lo suficiente para darte la confianza que quieres, no podemos tomarle confianza a alguien de la noche a la mañana, no sabe que buenas o malas intenciones tenga esa persona.

—De acuerdo.

Al mira por la ventana del Café veo a Milán platicando con Sule en el mostrador mientras Darío limpiaba algunas mesas.

—Primero las damas— Alardeo Ian abriendo la puerta del Café.

—Te lo agradezco...

—¿Joder donde carajo estaba Naz?— cuestiono Sule.

—Cálmate vale, solo salir a caminar...

—El chico aquí presente te estuvo esperando casi una hora.

Volteo a mirar a Ian su sonrisa, cambio a un gesto serio.

—¿Te ha pasado algo?— me dirigí hacia él.

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