La última primera vez 2

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-Tócame Poché

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-Tócame Poché... lo necesito- dije pidiendo algo que no entendía.

Entonces sus dedos se abrieron paso bajo mi ropa interior y arqueé la espalda, desesperada cuando empezaron a trazar delicados círculos justo sobre aquel lugar que me dolía de placer.

-Calle no quiero hacerte daño, pero voy a tener que hacerlo amor.

-Lo se- respondí y entonces sentí como sus dedos bajaban más abajo hasta que uno de ellos se coló en mi interior. -Dios Poché!- exclame cuando empezó a tentarme, abriéndome para lo que estaba por venir.

- Los ruidos que haces me están volviendo loca- comento y sentí como otro dedo se abría paso junto al primero. Su boca se apoderó de la mía para acallar el grito ahogado que salió de mis labios. Con su otra mano subió por mi espalda y luego sentí sus dedos y luego su boca encima de mi cicatriz. Me estremecí involuntariamente y di un paso hacia tras.

-No-dijo ella poniéndose de pié y buscando mi ojos. Colocó su mano encima de ella y me miró.

-No te avergüences de esto, Calle... significa que eres más valiente que nadie, que eres fuerte...-

Asentí sin tener palabras que decir. Ambas respirábamos entrecortadamente y sentía el latir de mi corazón contra mi pecho. Entonces me empujó y caí sobre la cama, boca arriba. Vi cómo se quitaba la camiseta de un solo movimiento y se colocaba encima de mí.

-Eres perfecta-me dijo recorriendo mi mandíbula y depositando calientes besos por todas partes. Mis manos subieron lentamente por su espalda, pude sentir los músculos bajo su piel caliente y quise tocarla por todas partes. Su mano empezó a acariciarme la pierna izquierda, subiendo lentamente por mi piel, poniéndome la carne de gallina. Mi respiración empezó a acelerase, no solo por los nervios sino porque tener a esta mujer encima de mí y tocándome como lo hacía, me estaba volviendo loca.

Su boca regresó a la mía, sus labios se posaron sobre los míos, una, dos, tres veces, antes de meterme la lengua y saborear mi boca como si hubiese estado destinada a hacerlo toda mi vida. Cuando sus dedos se acercaron al centro de mi cuerpo, supe que debía confesarle un pequeño detalle. Yo nunca lo había hecho, con nadie, ni si quiera con Matu. A decir verdad no habíamos pasado ni de la segunda base pero sentía que tenía que contárselo.

Ella ya tenía experiencia de sobra y de pronto me entró miedo.

-Poché...-dije y ella con sus ojos busco los míos.-Antes de seguir...

-Dime que no lo habías hecho antes y menos con la imbécil de tu ex -me interrumpió y no pude evitar soltar una carcajada.

-En realidad....-dije disfrutando de mi broma. Todo su cuerpo se puso tenso- Es broma, Poché -dije unos segundos después- soy virgen...-le dije poniéndome colorada. Ella me sonrió y depositó un suave beso en la comisura de mis labios.

-Quien lo diría después de haberte visto bailar...-dijo riéndose de mí. Le di un puñetazo en el hombro pero supe que bromeaba para quitarle hierro al asunto. Entonces se puso seria.

-Podemos dejarlo si aún no estás preparada- me dijo con sinceridad pero vi como le costaba darme esa posibilidad.

-Lo estoy- dije en cambio- Quiero hacerlo... pero antes prométeme una cosa. Me miró con atención.

-Lo que quieras. -No pude evitar sonreír.

-Prométeme que será inolvidable.

Un amor y un cariño infinito se reflejaron en su mirada.

-De eso no te quepa duda- y entonces me besó.

Pov Poché

Acostarme con Calle había sido la experiencia más alucinante de mi vida. Aún ni siquiera podía creerme que hubiese ocurrido, todavía seguía creyendo que todo era un sueño. Llevaba pensando en esto desde que la había visto por primera vez con un vestido ajustado y me había dado cuenta de lo hermosa que era, pero ¿qué me dejara hacerle el amor...? aún estaba en el cielo. Sentirla bajo mi cuerpo y poder acariciarla a mi antojo me había proporcionado más placer que en todos mis años de relaciones con mujeres y ahora ella era mía, mía para siempre por qué no pensaba dejarla escapar.

Ahora mismo la tenía dormida entre mis brazos. Mi mente regresó a lo que habíamos estado haciendo y casi la despierto para poder empezar donde acabamos. Había una pequeña lucecita encendida y con el reflejo de la luz pude admirar lo hermosa que era. Era increíblemente guapa, tanto que te dejaba sin aliento. Y qué decir de su cuerpo... haber podido tocarla y darle placer habían sido dos de las cosas más provechosas que había hecho en toda mi vida.... y cómo había disfrutado.

La abracé con fuerza atrayéndola contra mi costado y ella abrió los ojos un poco adormecida.

-Hola- dijo en ese tono tan agradable que había empezado a usar conmigo hacía un día exactamente.

-¿Te he dicho ya lo increíblemente guapa que eres?- le dije colocándome encima y disfrutando de que ya estuviese levantada. Había ansiado besarla desde hacía ya por lo menos una hora.

Me devolvió el beso solo como ella sabía hacer y me abrazó presionándome los hombros.

-¿Te encuentras bien?-le pregunté dudosa, la verdad es que había tenido todo el cuidado del mundo, nunca había tenido tanto miedo de poder hacerle daño a una persona, no quería ni que sufriera ni un maldito rasguño.

-Tengo hambre-dijo riéndose bajo mis labios.

La observé detenidamente, sus mejillas estaban teñidas de un color rosado, casi febril, aunque era normal teniendo en cuenta que no la había soltado en toda la noche mientras dormía plácidamente junto a mí.

-Yo también-le contesté pasando a besarle la mejilla y la garganta en ese punto que sabía que la volvía loca.

Soltó una carcajada y me cogió por los hombros con suavidad para que la mirase.

-Hambre de comida- dijo sonriéndome. ¿Por qué una sonrisa suya podía volverme completamente loca?

-Esta bien, vamos a comer-le dije tirando de ella hacia la ducha. Nos metimos juntas bajo el agua y nos duchamos y le dejé una remera mía. Aunque ella tuviese su ropa en la habitación de enfrente, me encanta que use la mía.

-¿Qué te apetece?- le dije mientras llegábamos y ella se sentaba frente a la isla.

-¿Sabes cocinar?-dijo indulgente y sin dar crédito.

-Claro qué si, ¿Qué te creías?- le dije sonriéndole y cogiéndole todo el pelo formando una coleta en mi mano. De aquella forma era fácil tirar de ella hacia atrás y tener camino libre para besarla a mi gusto.

-Me refiero a algo comestible- siguió diciendo mientras se reía. Ese sonido era el mejor del mundo; la sintonía perfecta para la mañana perfecta.

-Te haré tortitas, para que no te quejes- le dije obligándome a soltarla.

-Yo te ayudo.



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