1. AUTOCONTROL

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—Señor Vólkov, por acá —el mayordomo indicó.

Él alfa asintió y lo siguió junto con sus guardaespaldas.

—¿Y César, dónde está? ¿No ha salido del auto? —preguntó en un susurro a uno de los guardias que se acercó a él.

—No, él aún se siente mal, bajará después.

El alfa negó con la cabeza.

Ese niño, ¡por su causa iba a visitar a los Yi! Para cumplir con uno de sus caprichos, y ahora no quería bajar del auto.

—Señor Vólkov —Suzzete hizo una leve reverencia.

—Señora Yi —este devolvió la reverencia.

—Por favor. —la mujer indicó uno de los sillones.

—Gracias. —él alfa tomó asiento.

—Dime Grigory, ¿por qué has venido? Es un milagro tenerte por acá. —la omega preguntó mientras tomaba asiento.

—Sobre eso, Suzette, he venido aquí para hablar sobre tu hijo, Yi Qiang.

La omega rápidamente cambió su semblante a uno más serio.

—¿Qué pasa con él? —preguntó tomando un poco de vino.

—Quiero pedirte un duelo, mi hijo quiere su mano, y quiere pedirla de la forma correcta.









El cielo estaba maravilloso por la gran luna y hermosas estrellas, todo estaba muy alumbrado con aquellas hermosas luces.

Qiang había salido de la mansión sin la compañía de nadie, ni siquiera de la de su guardaespaldas.

Quería estar solo.

La luna alumbraba el gran campo de colzas en el que se encontraba y el extenso mar enfrente.

En la mañana no había tenido su tiempo libre, por lo que ahora disfrutaba solitario sus minutos de descanso.

Definitivamente era un vista digna de admirar, era una obra de arte.

Era una lástima que sus minutos libres estuvieran acabando, tenía que irse, pues el camino de regreso también estaba dentro de esos minutos.

Suspiró con un poco de tristeza y colocó una de sus manos en su mejilla carmín.

Estaba un poco lejos de la salida, ya que estaba dentro del campo de colzas, no bajo el árbol como mayormente solía.

Entonces se levantó dirigiéndose a la salida caminando por el hermoso y alumbrado campo de colzas.

Sus pasos eran lentos y sus manos tocaban ligeramente las colzas mientras avanzaba.

Eso hasta que…

Sus movimientos fueron interrumpidos.

Su pie tropezó con lo que parecía ser una… ¿piedra?

Parecía ser muy estable como para hacerlo caer.

Y temía caer encima de esta y que su cara sufriera el impacto, pero el golpe que espero se hizo más leve cuando sintió su cara impactar con algo más suave, por lo que rápidamente levantó el rostro avergonzado encontrándose con los ojos verdes esmeralda de un hombre de cabellera rubia oscura que era muy notoria por la claridad de la luna.

Él había tropezado con lo que parecía ser una raza activa, y había caído encima de este, justamente en su pecho.

¡¿Y ahora qué tenía ese campo de colzas con hacerlo caer encima de hombres?!

El Príncipe Y La Rosa Dispuesta ⁺²¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora