Diez.

2 0 0
                                    


Regresé a casa apenas antier. Habían pasado dos días desde mi visita a Albuquerque. Y no había obtenido respuesta de ningún tipo.

Carter no estaba, nuestra boda es el fin de semana y se había ido con su padre a un viaje a las montañas, un viaje de cacería, por que según ellos esa era su "despedida de soltero".

Y yo no había parado de llamar sin cesar al teléfono de Teresa.

Era extraño, pero la única conclusión razonable a la que podía llegar era que yo estaba demasiado, demasiado enferma mental. Y había alucinado todo lo qué pasó.

Los últimos dos días me había encargado de hacer una ardua investigación sobre enfermedades mentales. Desesperadamente tratando de entender que es lo que podría estar pasando en mi cabeza.

Alucine que mi mejor amiga y mi prometido tenían un amorío a mis espaldas y que mi primera reacción fue asesinarla a sangre fría.

Tal vez no me hubiese parecido algo tan imposible, pero incluso olvide una parte de mi día en cuanto disocie al conducir de su casa al parque de la ciudad. Cómo si me hubiese dormido despierta por unos treinta minutos.

Y según el internet, podrían tratarse de muchas cosas, tal vez depresión aguda, trastorno de ansiedad agudo, bipolaridad, personalidad limítrofe o un brote psicótico.

Lo más razonable sería que acudiera con un profesional. Un psiquiatra. Y había un montón en Denver. Pero no quería que se supiese. Tenía terror, a que Carter, mi madre, o la familia de Carter incluso, supiesen que algo estaba terriblemente mal en mí.

O peor, tener un diágnostico mucho peor de lo que internet dice.

Y además, solo era una teoría. Por que Teresa no me respondía y parecía haberse esfumado, con todas sus cosas.

***

Durante la noche, intenté ocuparme en algo distinto. Por lo que horneé galletas durante gran parte de la madrugada y escuche múltiples playlists que me relajaban. En su mayoría canciones de los 50's o 60's, demasiado melodiosas.

Y alrededor de las cinco de la mañana, que había horneado ya cincuenta galletas y escuchado cinco playlists del mismo género, me senté frente al horno y abracé mis rodillas contra mi pecho.

A tal punto, no sabía sobre que estaba intentando engañarme a mí misma. Había múltiples narrativas en mi cabeza y comenzaba a perder la noción de cuál era la verdadera.

1) Tenía un padecimiento psiquiátrico que me había hecho tener alucinaciones terribles.

Contraparte: Teresa aún así, no me respondía ni daba señales de vida.

2) Dicho suceso si había tomado lugar y en efecto, asesine a mi ex mejor amiga en un ataque de rabia.

Contraparte: ¿Quién carajos iba a limpiar una escena del crimén y además hecho desaparecer el cuerpo y todas sus pertenencias en cuatro horas?

3) Ambas teorías eran ciertas y yo misma me deshice del cuerpo en el lapso en el que disocie, a pesar de haber sido corto, y de todos modos nunca lo recordaría.

Contraparte: ninguna.

4) Había tenido un brote psicótico gracias al estrés de mi acosador personal. Y pude haber alucinado por ello.

Contraparte: ninguna.

Suspiré y levanté mi teléfono para entrar a mi bandeja de mensajes. Realmente quería que Carter volviera a casa lo más rápido posible para dejar de sentirme tan sola y atemorizada de mi misma.

Debajo de su Almohada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora