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Su nombre clave era 2099, un ser amorfo con la necesidad de sangre, lo que le convertía en una especie de asesino serial, cuyo escondite era el vasto multiverso.

Al ser una masa sin forma propia, tenía la capacidad de absorber la forma física y fisiológica, pensamientos, e incluso sentimientos, del ser al que se acoplara. No importaba raza, edad o sexo, con tal que el ser al que matara ―aunque prefería usar el término "tomar" o "usurpar"― fuera de lo mejor de su especie para poder contenerlo, bastaba.

Así que sí, 2099 tenía múltiples recuerdos de vidas diferentes en distintos sitios, en distintas Tierras, y otros mundos, a lo largo y ancho de los universos existentes.

Desde hacía unos cuantos meses atrás había usurpado el puesto de un arácnido fuerte y poderoso, que se ajustaba a sus necesidades metabólicas, en lo que conocían como Sociedad Arácnida.

Miguel O'Hara, ese era su nuevo nombre ―al menos, hasta que necesitara cambiar nuevamente―, un ser humano con poderes arácnidos adquiridos de manera artificial. Ese anfitrión era casi perfecto: tenía las habilidades y condiciones físicas, además era un ser solitario. Sin familia, sin amigos. Un hombre sin sombra. Cuando los recuerdos del joven habían pasado a instalarse como suyos, pudo notar que no había nadie lo suficientemente cercano a él, por lo que, para los demás integrantes de dicha sociedad, no era nada extraño que Miguel se refugiara detrás de sus pantallas o fuera callado o prefiriera quedarse a un lado cuando las ocasiones no lo requerían.

Alguna vez, en alguna época en la que todavía no había desarrollado su instinto sanguinario, y, por ende, era una materia amorfa pequeñita, recordaba haber tomado a un ser humano, solo que femenino. Por lo que tenía una noción de las costumbres de esta especie. A grandes rasgos, sabía que el espécimen que vio en el espejo, era considerado un rango superior. Físicamente, era imponente. Un masculino sano y joven, a la mitad de sus veinte. Su altura era abrumadora, su cabellera tan negra como la oscuridad que lo envolvía cuando vagaba por el espacio, pómulos marcados y rasgos afilados, dándole un aspecto peligroso. Acompañado de ojos almendrados con irises que destilaban un carmín sangre.

Un color encantador, pensó 2099.

Sin embargo, el "casi" era debido a las características propias que diferenciaban a estos seres de otros que había usurpado, lo que las volvía debilidades. Algo como defectos de fábrica, ya que eran características inherentes a la especie a la que pertenecía su anfitrión, no podía remediarlos del todo.

En este tiempo que había sido Miguel, reparó en lo voluble que son los humanos. Sienten irá, tristeza, felicidad, envidia, miedo, y demás emociones complicadas... Y, lo peor, que a veces, todo en un instante.

Cuando cumplía alguna misión, aprovechaba a... liberar un poco sus propios instintos. Claro que, con el complejo de héroe con el que le tocaba lidiar, se desquitaba y tomaba la sangre de los malos.

Oh, gran ironía. Siendo que, perfectamente, podría encajar en esa categoría.

Obviamente, cuando ya no pudo encubrir más sus prácticas, éstas se vieron cuestionadas por los otros arácnidos. Provocando temor y asco entre ellos, dudas y recelo, pero fue esa misma mezcla que sembró entre sus compañeros, lo cual se tradujo a un dejarle en paz mientras no dañara a civiles inocentes.

¿Le importaba ser fichado como amenaza? Oh, por supuesto que no. En realidad, podría hacer desaparecer esa organización si así lo deseara.

Ah, ¿por qué no lo hacía? Por increíble que pareciera, encontró a un sujeto todavía más interesante que ver los ríos de sangre brotar de sus víctimas. Y solo podía estar cerca de él gracias a la fachada en la que se había convertido.

Amorfo → o'hara x parkerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora