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llévate mi alma si quieres, pero déjalo a él

Alice repiqueteaba el pie en la madera conforme marcaba una y otra vez al número de Nicolas... llevaban una hora sin saber nada. No se daba cuenta del gran temblor que tenía en las manos... tampoco que sus ojos habían empezado a perderse. Hermes estaba a su lado mientras su padre hacia algunas llamadas lejos de ellos... y, ¿por qué le dolía tanto el pecho? ¿Por qué su cabeza comenzaba a pesar?, Nicolás estaba bien, era lo que se repetía... él y Meison cruzarían aquella puerta y dirían que un coche solo les metió un susto... tomo la rodilla de su hermana para que dejara de moverla... en parte para calmarla, en parte para calmarse el.

—Están bien Alice, necesito que te tranquilices —le dijo. Y ella, como apenas algunas veces recordaba, lo miro... lo miro sin sentimiento alguno. Como si su cuerpo intentara prepararse para lo peor... y, ¿qué pensaba ella que era lo peor? Hermes quiso llorar.

—Me calmare hasta que los vea cruzar esa puerta, y desde aquí no puedo hacer nada —se puso de pie. Los iría a buscar... solo para confirmarlo, buscaría a Hades. Quien había salido a ver si los encontraba de camino, no la quiso llevar por que sentía que ya estaba muy perturbada... Alice había dejado de escuchar.

Tomo la perrilla de la puerta... deseo haberla abierto antes de escucharlo, claro, agitado.

—Vamos al hospital —se quedó estática. Como aquella vez, y se giró, abriendo sus ojos. Su padre intento mantener la calma, tenía aun el teléfono en la oreja —nos queda casi igual... creo que tuvieron un pequeño accidente —mintió.

...

Hermes sintió las manos heladas al su padre estacionar. Alice ni siquiera espero, no se dio cuenta hasta que la vio pasar las puertas de emergencia corriendo... no sabía si quería entrar... y por qué dudaba ¡Nicolás estaba bien! Él lo necesitaba, él había comenzado a significar más de lo que esperaba, lo adoraba, necesitaba verlo recobrar la sonrisa y conversar con el... Hermes lo quería. No se hubiera dado cuenta del llanto que subía junto al nudo de su garganta... iba a rasgar sus pantalones conforme los siguiera presionando.

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Tenía la respiración acelerada y la piel aperlada... de sudor frio. Sus piernas colapsarían en cualquier momento y las voces, el pitido de las máquinas y aquel blanco brillante no la dejaban buscar con atención. Estaba tan turbada que no se dio cuenta que choco tres veces con al menos tres diferentes enfermeros...

—Señorita, ¿está usted bien? —le había preguntado una joven de frente. La veía demasiado pálida, miro a su colega en el mostrador para preguntarle con la mirada quien era.

Alice no la noto, y dentro de la densa nube de recuerdos que la abordaban a ella... en un hospital a sus apenas tres años, cuando perdió a su madre. — Cubrió su nariz sin ser consciente de que el olor a fármacos la haría vomitar — Después de haber sido violada a sus trece. Dio vueltas en su lugar, las luces comenzaban a verse borrosas...

—Señorita, siéntese por favor...

¿Llegadas...? Era la puerta de llegadas... otro recuerdo, algunas cuentas visitas después cuando la primera vez no fue consciente de que podría acabar con su vida... algunas después por el daño que se propiciaba mientras dormía al seguir viendo a su abusador... las lágrimas le comenzaron a rodar mientras se acercaba de manera lenta a los paramédicos que iban llegando. Cuando lo vio en aquella camilla... su mente, la cruel mente que le jugaba en contra cada que algo en su vida iba bien, reacciono... ella reconocía ese cabello rubio brillante, y aquel cuerpo esbelto y.... ¿por qué Nicolás no sonreía?

SERENDIPIA #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora