Live in me forever
Un viento frío entraba por su nariz y la congelaba, lo sentía en las orejas y en como desordenaba su cabello; la luz se volvía gris, se paseaba remarcando las letras en la lápida, como si quisiera recalcar por qué las personas se encontraban allí, y la brisa movía las hojas de los árboles, haciendo que cayeran junto a ella. Sin ninguna voz cercana o lejana, sabía que ese extenso lugar se encontraría igual por dónde quiera que pisara. Los cementerios no eran deprimentes por su forma de verse, pensó Alice, eran deprimentes por el sentimiento que cargaban las personas al estar en ellos. Ese sentimiento, tan cruel como real, se manifestaba con dolor en mente y corazón. Y la voz del cura, que repetía su nombre, le hacía doler la cabeza, como si eso fuera un consuelo, pensó, lo odiaba.
—Descansa en paz, Nicolás Rizzo—finalizaba el padre, esparciendo agua bendita en el ataúd abierto de su amigo.
Alice podía jurar que ella no era la que estaba ahí, que era un sueño, su existencia se limitaba a sentirse como un ente, que no podía volver a sentir. No podía comprender nada, a ella, a las personas a su alrededor, no sabía nada. Solo que lo quería de vuelta.
—Mi más sentido pésame. — Volvió a escuchar, miro a dónde Guido, quien sonreía leve, aún con ojos enrojecidos y demacrados.
—Gracias por venir, significa mucho para mi—le dio un apretón de manos al hombre frente a él. No sabía cómo Guido podría fingir no querer derrumbarse, no sabía cómo estaba allí. No sabía cómo seguía vivo.
Sintió un apretón en su mano y miro a su lado, era Hades. Él no la había soltado ni un momento, pero ella no sé había dado cuenta. Miró también a Hermes y su padre. ¿Habían estado ahí siempre?
—Es momento de irnos Alice—le recordó Hades. Alice miro como llenaban el hoyo, dónde se encontraba el ataúd, que llevaría por siempre a su amigo, donde quedarían los recuerdos, las risas, su voz... su sol. Soltó la mano de Hades.
—Váyanse ustedes, me quiero quedar un poco más—no supo de dónde saco la voz, había dicho dos frases desde que supo que Nick falleció... a Meison y a Hades.
—Alice.
—Solo un momento—le suplico a su padre, sin despegar la vista de la caja en blanco que comenzaba a mancharse. El alma ya le volvía al cuerpo, ya empezaba a sentir otra vez, la perdida...
Los tres se retiraron y Hades tuvo que verla una vez más ahí parada, parecía ser el cuerpo esbelto y formado, y ahora delgado, de su hermana, pero solo eso, un recipiente para nada.
—Hola— le hablo Guido, solo quedaban ellos dos. Alice lo miro, mientras él le sonrió y apretó su mano.
—¿Cómo lo logras? —dijo, mientras las lágrimas le volvían, pensaba que ya no podrían salir más...—como lo lograrás, yo no creo poder seguir—miro otra vez su tumba—yo no creo poder seguir sin él—se lamentó.
Guido arrugó el rostro y ahuyentó las lágrimas.
—No lo sé—confeso— he perdido a mi esposa e hijo. Y ellos eran todo para mí, mi vida—Guido acaricio su anillo de matrimonio—pero no sé qué más hacer, sé que me reclamarían si no lo logro...
—Pero no se puede evitar—lo interrumpió Alice, destrozada—no se puede evitar amarlo, extrañarlo, verlo en cada momento... Eso es el amor, tener siempre presente a la otra persona y eso es la amistad. Yo... Yo no sé si—no pudo continuar, el llanto, el dolor y la melancolía la invadían.
—Lo sé—Guido miro abajo, —he sido un mal padre. Por mi amor a Bianca no pude cuidar de la salud mental y bienestar de mi hijo, por mi amor a Nico, no pude parar a su madre y ayudarla a ir a terapia y reconocer que no había nada malo en él. Fui un cobarde y un tonto, pues no pude ayudar y sanar su relación y hacer a nuestra familia... Una familia... Una familia que se acepta y se ama. Y ahora los perdí a ambos... No cuide a mi familia en vida y ahora no puedo cuidar de mi sin ellos...
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SERENDIPIA #2
Novela JuvenilSegundo libro. Alice mantenía la foto en Milán con Nicolás, colgada a lado de su espejo. Sus zapatos a juego, guardados en perfecto estado, a la vista en su armario. Los anillos de oro y zafiro, que encajaban como ella y el, todos los días en su m...