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Capítulo 4

Tormenta de polvo ascendente

Después de Masachika vino alguien más, alguien a quien también le fallé. No sólo porque no pude protegerla a ella, pero tampoco pude proteger a quienes más quería.

Mi segundo arrepentimiento es Kanae Kocho.

Agosto de 1908, era Meiji

— Shinazugawa, creo que deberías relajarte un poco.

Kanae me miró preocupada, como si realmente le importara mi estado de ánimo. Bufé con frustración.

— ¿Por qué debería? — espeté. — Traté de manera horrible al Patrón, lo que le dije fue estúpido.

Kanae suspiró y se sentó junto a mí.

— Estabas frustrado y triste, lo entiendo. No tienes por qué castigarte.

Su voz era como una brisa de verano, cálida y tierna. Era un sonido suave, capaz de hacer llorar a cualquiera. A penas la había conocido ese día, y de hecho yo había dado la peor primera impresión que haya podido imaginar, pero aún así ella se preocupaba por mí. No lo entendía ¿Por qué era tan amable conmigo? Yo no merecía un buen trato, no después de todo lo que había hecho.

— Kocho, yo... no sé qué hacer. Estoy perdido — intenté hablar sin que mi voz se rompiera. — ¿Por qué eres tan buena conmigo? No lo merezco.

La mujer de cabello negro frunció el ceño, como si lo que le había preguntado hubiera sido la estupidez más grande del mundo.

— ¿Y por qué crees tal cosa? Todos merecemos amor, aunque hayamos cometido el peor de los pecados — apoyó su mano en mi hombro con delicadeza, lo que hizo que me tensara. — Eres un buen hombre, Shinazugawa, sólo necesitas entenderlo.

Intenté retener las ganas de llorar con toda mi fuerza de voluntad, pero no hubo caso. Una sola lágrima rodó por mi mejilla, aunque mi expresión estaba completamente vacía.

— Soy una persona asquerosa, Kocho. Mi cuerpo está sucio, mis manos están manchadas de sangre, y mi mente... soy un maldito asco — un sollozo especialmente doloroso salió de mi garganta, por más que intenté retenerlo. — No quiero hacerle daño a nadie más, tengo mucho miedo de hacerlo.

Ella me miró con una dulzura y compasión que no había sentido en mucho tiempo. Era como si ella no me viera como alguien sucio, sino como alguien digno de amor. Rodeó mis hombros con su brazo y me atrajo hasta su pecho con un cariño que jamás había imaginado posible de una persona que me acababa de conocer.

— No eres asqueroso, Shinazugawa. Y eres una buena persona, si no lo fueras, no estarías arriesgando tu vida por los demás. Lo sabes ¿Verdad?

Levanté la mirada hacia ella y asentí dudosamente. No me gustaba mostrarme vulnerable frente a otras personas, mucho menos si se trataba de alguien de mi mismo rango, pues para mí eso significaba que yo era más debil que ellos. No me agradaba en lo absoluto. Sin embargo, con ella era diferente, sentía que ella no me denigraría de ninguna manera y que me veía como un igual. Tal vez podría ser honesto con ella.

Cicatrices || Kimetsu no Yaiba fanfic ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora