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Capítulo 7

Ráfaga repentina

Julio de 1912, era Taisho

Tal vez había tomado demasiado sake, pero estaba indignado. La fiesta de Uzui no era tan salvaje como otras de las que había hecho, pero por alguna razón ese día tenía ganas de sacarle un ojo a alguien. Y ese alguien no era nadie menos que Obanai Iguro.

— Realmente has cambiado, Sanemi ¿De verdad prefieres salir con ese inútil de Tomioka en vez de estar conmigo? — habló Obanai con un recelo impresionante en su voz. — En verdad que has caído muy bajo.

Giyuu y yo no llevábamos mucho tiempo siendo amigos, si es que se nos podía llamar así. Un mes atrás, probablemente hubiera dicho que el Pilar del Agua no era más que un idiota que se creía mejor que todos, pero ahora que me había dado el tiempo de conocerlo (aunque hubiera sido por la fuerza) no podía creer que hubiera pensado así de él, y estaba dispuesto a defenderlo. Me importaba mucho mi reputación, sí, pero me importaba más defender mis convicciones y lo que sabía que era cierto, y tenía la certeza de que Giyuu era mucho más que un simple idiota.

— Giyuu no es ningún inútil, tal vez si lo conocieras un poco más te darías cuenta de que tiene más cerebro que tú — espeté.

La expresión de Obanai denotaba la más pura estupefacción, su cara estaba completamente roja por la rabia. Dejó el vaso de sake que tenía en una mesa, la cual golpeó con el puño fuertemente.

— ¡¿Ese marica?! ¿Ésto es una maldita broma, Sanemi? No hay manera de que ese retrasado sea más inteligente que yo, ni siquiera sabe hablarle a la gente — gritó, indignado. — ¿Tú me estás hablando en serio?

— ¿Cómo mierda lo llamaste? — pregunté seriamente, con un tono de voz que hubiera hecho temblar al más peligroso de los demonios.

— ¿Perdón?

— ¿Acaso eres idiota? Dime ¿Cómo mierda lo llamaste?

El más bajo bufó y rodó los ojos, molesto.

— Por favor, Sanemi, tú y yo sabemos que lo que dije es verdad. Giyuu Tomioka es un marica retrasado que no tiene idea de-

No lo dejé terminar su frase, pues le dí una cachetada que resonó por toda la sala, arrebatando su vaso de sake de la mesa y arrojándolo contra la pared al otro lado de la habitación.

— ¡¿Pero qué mierda?! — gritó.

— ¡Eres un completo imbécil! ¡No te atrevas a decir algo así otra vez! — grité con fuerza.

Estaba muy enojado, no iba a dejar que hablara de esa manera sobre Giyuu, ya no más. Ahora yo conocía a Tomioka, y me arrepentía completamente de la manera deplorable en que lo traté. Sabía que las palabras que le habíamos dicho lo habían afectado profundamente y lo admitía, además de que estaba infinitamente arrepentido por ello. Fue una estupidez enorme el haberme desquitado con él por mis propios problemas y haberle dado mis inseguridades.

— ¿Yo un imbécil? ¡Por favor, Sanemi! No tenía idea de lo hipócrita que eras, marica.

— ¿¡Cómo carajos me llamaste, idiota!? Dilo de nuevo, si te atreves — lo desafié. Mis ojos ardían por la rabia que sentía, y mis uñas se enterraban en mis palmas.

— Te llamé como lo que eres, marica.

No lo soporté un segundo más y lo golpeé en medio de la cara, haciendo que su nariz sangrara. Iguro llevó una mano a su cara, tapada con vendas, y cuando al retirarla vio la sangre impregnada en ella, me lanzo una mirada furiosa.

Cicatrices || Kimetsu no Yaiba fanfic ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora