Cine.

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Subí al bus escolar como si fuese un lunes por la mañana y no un viernes

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Subí al bus escolar como si fuese un lunes por la mañana y no un viernes. En general, los viernes eran mis días favoritos; mi estado de ánimo era el que más desesperaba a todos cuando planeaba qué haría el fin de semana. No obstante, no tenía nada planeado. Últimamente, con los Buhajeruk en casa, no podía tomarme tantas libertades, como ver la televisión semidesnudo en el sofá, asaltar la nevera, poner música a todo volumen, bailar en medio de la sala... También salía con Rubius, pero esa costumbre ya estaba desechada y después de que me dejara, el gallinero se ocupó de mantenerme al margen de pensamientos sobre el papanatas calvo.

—¿Por qué no hacemos algo este fin de semana? —les sugerí a las cuatro gallinas.

—Lo siento, tengo planes con la Asociación de Creyentes en Extraterrestres. —Ari soltó una sonrisa culposa.

¿Realmente existía una asociación así?

—Nosotras tenemos que ir a visitar a la abuela de la tía de una prima —habló Nora, quien trenzaba el cabello de su gemela—. Ya sabes, esos viajes innecesarios que son necesarios para «unir la familia» —agregó con tono burlón. Fabi se echó a reír y provocó que Nora soltase la extensa trenza que casi acababa.

Chasqueé la lengua y solté un bufido desanimado. A mi lado, una callada Biyin tecleaba sin cesar la pantalla de su inseparable mejor amigo, su celular. Masticaba chicle y después de que un enorme globo rosa estallara, suspiró y volteó a verme.

—Salgamos el sábado.

Aplaudí con entusiasmo y la abracé a pesar de que gestos así siempre solía rechazarlos. Quedamos en juntarnos en el parque de siempre a las 4:30. Fui el primero en llegar y decidí sentarme en una de las bancas cercanas cuando un mensaje de Biyin me informó que se retrasaría porque su almuerzo se había quemado. No me quedó más que esperarla. Volver a casa sería un gasto de energías y no estaba dispuesto a caminar otra vez.

¡Viva el sedentarismo!

Como todo fin de semana, el parque lucía lleno de vida y el rastro del frío invierno ya era inexistente. No podía ocultar la sonrisa mientras contemplaba a los niños que jugaban, corrían y tropezaban con una torpeza propia de su edad. Las parejas y los grupos de adolescentes no faltaron, parecía una rutina tener que verlos revolcándose en el pasto y riéndose. Ancianos alimentaban a los pájaros, leían el periódico, observaban a las personas pasar y charlaban entre ellos. Algunas personas pasaban pegados a sus celulares y otras que leían libros sentados en las bancas. Los grupos de personas también encontraban que el parque era ideal para practicar sus pasos de baile o hacer ejercicio.

Biyin llegó a mi lado y me saludó sin demostrar muchas emociones. Yo, por el contrario, di un salto para levantarme y la tomé del gancho.

—¿Vemos una película en el cine?

Biyin solía ser alguien reservada, callada y que hablaba a través de su celular. En todo momento daba la impresión de que le saldrían antenas y se transformaría en un robot. Nunca fue alguien que demostrara sus sentimientos de manera abierta, prefería hacerlo con personas de extrema confianza. Ella y Lena también eran amigas, así que cuando mi mejor amiga falleció, fue la única que pudo comprender, en cierta parte, mi dolor. Decidimos no separarnos incluso con nuestras diferentes personalidades y, de alguna forma muy peculiar, ambos logramos congeniar. Pero ser callada y amante de Internet no impedía que los chicos lograsen poner sus ojos en ella. Una gran parte de nuestros compañeros decía que era la más bonita del curso. Al saber esto, Biyin lo pasó como algo que le daba igual; su interés por el sexo opuesto se limitaba a sus cantantes e ídolos de Internet, triunfadores de YouTube, nada más. Muchas veces me pregunté si ella en realidad era demasiado humilde para admitir que un fanclub de chicos la seguía. Fuese como fuese, su romanticismo lo demostraba con un enorme «no» incluso si le pedían ver una película de amor.

—Por favor, Yin de mi corazón, di que sí. —Junté las palmas de mis manos e incliné mis cejas hacia arriba, observándola con súplica. En definitiva, Tormenta de amor era un título demasiado empalagoso como para que mi amiga gastase dinero en ella.

—¿Tienes cinco películas con efectos especiales estupendos y tú quieres ver una película romántica en el cine? No pretendo gastar mi dinero en eso. —Volvió sus ojos a la pantalla del celular—. Mejor veamos Terror siniestro

—Me niego rotundamente a ver una película de terror —sentencié solemne y con el pecho muy inflado.

Ya no era una Nutria, sino una paloma.

—Entonces veamos una de acción —sugirió. Alzó sus ojos y le dio un recorrido a los carteles con las portadas de las películas para detenerse en uno donde una mujer con un traje de aspecto espacial salía posando en medio de unos androides de mal aspecto—. Veamos esa: Anonimatrix, la mujer que viajó en el tiempo.

Fruncí el ceño e intenté ver de qué rayos trataba, pero mis lentes estaban reposando en casa y mis ojos apenas podían leer la «A» mayúscula.

—¿De qué trata?

—De una mujer que viajó en el tiempo, Juan —contestó con obviedad. Le di un golpe en el hombro, al que respondió con un gemido—. Auch, qué agresivo —chistó—. Déjame buscarla en la página del cine.

Me mecí de un lado al otro esperando que Biyin buscase en su celular la trama de la película. Entonces, una tercera mano me hizo creer que Biyin había adoptado una nueva habilidad y por eso solía teclear tan rápido en el celular —cosa que me resultaba de lo peor—, pero cuando este desapareció de sus manos y Biyin palideció mientras alzaba su cabeza, supe que mi amiga no formaba parte de los X-Men, sino que un tarado le había robado.

Tuve un pequeño déjà vu y agarré a mi amiga para emprender una persecución al ladrón del celular por toda la calle. Todo se complicó, pues ya no estábamos en mi barrio, sino en pleno centro y las personas transitaban sin darle importancia a lo que ocurría a su alrededor.

—¡Detente, idiota! —grité con una cansada Biyin siguiendo mis pasos.

Era demasiado tarde, el ladrón se había hecho humo, perdiéndose entre una multitud aglomerada frente a una tienda de televisores que transmitían un partido. Mi amiga no podía lucir más desmoronada. Fue como haber perdido una pierna.

Ya, lo admito, estoy exagerando.

—No importa, le diré a mamá que me compre otro... o puedo hacerlo con mis ahorros. — Resopló con desánimo.

—¿Se le perdió algo a la señorita?

Una resplandeciente sonrisa se dibujó en Biyin en cuanto vio una mano con su celular. Lo tomó con sus ojos brillando. Observé al rescatista del celular, un orgulloso Auron esta vez sin su disfraz.

—Gracias, eres mi héroe.

Ambos se quedaron mirando por un momento, que seguro que les pareció eterno. Entonces, por un instante me sentí un experto violinista.

 Entonces, por un instante me sentí un experto violinista

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AJUAAAAAAAAAAA.

Aparecia de la nada. Si soy.

Ando al cien por fin (ojala), despues de tanto tiempo.

Despues de tomarme un descanso, es hora de actualizar sin parar.


Dudas, Quejas Y Mas=

Publicado; 04/08/2023 — 11;11a.m.

Palabras; 1207


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𝐔𝐍.𝐁𝐄𝐒𝐎.𝐁𝐀𝐉𝐎.𝐋𝐀.𝐋𝐋𝐔𝐕𝐈𝐀─────────𝐒𝐏𝐑𝐔𝐀𝐍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora