Pizzas.

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El profesor Manz estaba de pie junto a la pista de carrera, con el ceño fruncido y su malhumor que salía por sus poros

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El profesor Manz estaba de pie junto a la pista de carrera, con el ceño fruncido y su malhumor que salía por sus poros. Odiaba dar clases un miércoles por la mañana tanto como nosotros tenerlas. Siempre se quejaba de lo perezosos que éramos, pero, como todo profesor que imparte la materia de Educación Física, nunca lo vimos hacer algún ejercicio. Entre las chicas siempre tuvo una mala fama por no dejar descansar cuando «Andrés» visitaba y, entre los chicos, porque si uno andaba con jueguitos o fastidiando, lo mandaba a ducharse con agua fría. Era de esos profesores que gozaba molestando a sus estudiantes, descargando sus enojos sobre nosotros, pobres víctimas del establecimiento. Si hubiese existido un ranking de los profesores más odiados, probablemente Manz se habría llevado el primer lugar.

Yo lo veía como alguien estricto con un complejo de instructor militar frustrado. Auron me dio la razón, hasta que gritó a todo pulmón su nombre para que fuese el siguiente en correr.

—¡Chico, quiero ver tu trasero contra la pista antes de que pestañee! —El Chico Batman agrandó sus ojos con cierto temor. Bajó de las gradas y se plantó junto a los otros dos chicos, se agachó colocando sus manos en el suelo y miró el largo camino por correr—. En sus marcas... ¿Listos...?

Fue cuando abrí mi bocota para animarlo o más bien distraerlo. Mi «tú puedes» hizo que mirara hacia las gradas y me regresara el saludo con una enorme sonrisa, justo cuando el silbato sonó. Fueron tres segundos de retraso hasta que se percató de la distancia entre los otros dos chicos y él. El grito de Manz ordenándole que dejara de coquetear podría haberse oído hasta en la Luna.

—Vaya, no viene su noviecito y le coquetea a otro.

Blanqueé mis ojos con fastidio al escuchar a Rubius. Subía las gradas para sentarse con Allison, una rubia ojos azules, auch.

—Cállate, Huff —le ordenaron Nora y Fabi al unísono; al lado Ari meneó su mano para que me acercara a ellas.

El gallinero en clases de gimnasia hacía un expediente mental sobre el trasero de nuestros compañeros, así pasaban las horas. Si alguna persona tenía la errónea idea de que solo los chicos ojeaban al sexo opuesto en estas clases, pues estaban equivocados. El gallinero era la prueba de ello. Corromper mentes inocentes formaba parte de sus profesiones y yo solo estaba con ellas observando a los lindos chicos, igualmente. Pero como Auron había aparecido en mi camino —y vaya de qué forma lo había hecho— y aún no conseguía hacer muchos amigos, opté por hacerle algo de compañía.

—¿Te cortaste el pelo? —preguntó Biyin cuando me hice un espacio entre ella y Ari.

—No, verás, le creció la cabeza —le corrigió Ari—. Esa es una de las consecuencias que provoca el ser abducida por los extraterrestres.

—¿Con extraterrestres te refieres a Spreen? Porque eso explicaría muchas cosas. —Nora colocó su dedo índice pensativa; su gemela la golpeó con fuerza en el brazo.

𝐔𝐍.𝐁𝐄𝐒𝐎.𝐁𝐀𝐉𝐎.𝐋𝐀.𝐋𝐋𝐔𝐕𝐈𝐀─────────𝐒𝐏𝐑𝐔𝐀𝐍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora