Batman.

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—¿Estás llorando?

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—¿Estás llorando?

Una pregunta inoportuna viniendo de Spreen.

«No, baboso, me sudan los ojos», quise decirle. Me contuve.

Guardé la lista en el cofre y sequé las lágrimas que osaban escurrirse de mis ojos y viajar por mis enrojecidas mejillas. Apretaba mis labios para que mi barbilla dejara de temblar, lo que pronosticaba un mar de sollozos. No quería que el Poste con Patas me viese así de vulnerable. A decir verdad, nunca me gustó que alguien me viese lloriquear, solo lo hacía frente a personas muy queridas... o en casos muy puntuales, como cuando el papanatas de Rubius me dejó, pero allí estaba lloviendo y prácticamente a nadie le interesó verme a la cara si huían de la lluvia.

—No, es que soy alérgico al papel, así como tú lo eres hacia los gatos.

Miré hacia la ventana una vez más consumido por mis recuerdos; por suerte debido a que en el próximo paradero bajábamos.

De pequeño tenía la manía de contar cosas, llevaba una cuenta exacta de cuantos pasos había desde la parada de autobús hasta mi casa. Solía contarlos siempre después de una aburrida tarde en la florería y, como costumbre, pensé en hacerlo dado que mi compañero no parecía interesado en continuar nuestra dinámica charla en el bus; opción denegada; cuando mis pies pisaron tierra y el bus nos envolvió en una nubecilla de humo negro que salía del tubo de escape, el cofre me fue arrebatado de las manos. Tardé unos... ¿tres segundos en percatarme de que ya no estaba en mis manos? y dos en ver al culpable.

Un sujeto con un abrigo negro corría por la calle a toda velocidad como perseguido por perros rabiosos.

—¡Eh! —grité a todo pulmón, sintiendo que mi garganta se desgarraba. Ni siquiera miré a Spreen cuando salí en persecución del sujeto. Corrí lo más rápido que mi mal estado físico me permitía.

Para compensar mi mala suerte, mi afinidad por usar shorts poco ayudó, no porque temiera que algún depravado me viese en ese tonito, sino porque se me dificultaba caminar debido a que se me movia el short y, estaba muy pegado cosa que era incomoda al caminar.

Recordé todas las películas y series donde ocurría un robo y decidí hacer caso a los hechos, volví a gritar:

—¡Ayuda, ese sujeto me robó!

No vi si alguien respondió a mi pedido, pero seguro que mi grito llamó más la atención de los transeúntes que la del mismísimo Spreen. Veía ya todo difuso en el instante espectacular en que, del cielo, cayó Batman. Literalmente, Batman.

Un chico con disfraz aterrizó de la rama de un enorme árbol junto a la vereda, justo encima del ladrón, lo que provocó que este cayera al suelo y el cofre quedara a unos centímetros de sus dedos. Fue algo casi sacado de una película. El chico disfrazado se sentó sobre la espalda del ladrón y con sus manos le retuvo los brazos para que no forcejeara.

𝐔𝐍.𝐁𝐄𝐒𝐎.𝐁𝐀𝐉𝐎.𝐋𝐀.𝐋𝐋𝐔𝐕𝐈𝐀─────────𝐒𝐏𝐑𝐔𝐀𝐍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora