Observé el asiento vacío donde Spreen todas las mañanas se sentaba a desayunar. Desde el primer día en casa me percaté de su hábito sobre el desayuno. Primero se servía media taza de té y le echaba leche, lo revolvía y agregaba cinco gotas de endulzante, revolvía otra vez, golpeaba con delicadeza la cuchara contra la taza y luego la dejaba en el plato. Posteriormente, buscaba el pan más blando, lo partía por la mitad, sacaba la miga del interior y, finalmente, le esparcía con un cuchillo la mermelada de durazno. No era hasta tener consigo una servilleta que comenzaba a comer; un sorbo del té con leche, luego un mordisco al pan.
Odiaba que fuese tan rutinario y pulcro para desayunar; no lo soportaba. Sin embargo, ese lunes, estando todos en la mes adespués de llegar del hospital, pude notar su ausencia. Incluso cuando sus gestos amargos y su expresión de odio hacia todo el mundo siempre me fastidiaron, comprendí que me había acostumbrado a su presencia.
Solo reinaba un absorto silencio. Fue muy extraño, no había risas, comentarios sobre el deporte, no había plática... Silencio y expresiones abatidas.
—¿Por qué nadie me lo dijo?
Repasé las expresiones de cada uno esperando una respuesta a mi pregunta. Ninguno de los adultos presentes parecía tener intenciones o los ánimos de contestar. Mamá, quien estaba a mi derecha, posó su mano sobre mi hombro como un gesto de consuelo. No necesitaba que alguien me consolara, precisaba explicaciones. Me moví para que me dejara en paz. La tensión en mi frente se acentuó más que antes.
—A Spreen no le gusta hablar de eso, no quiere tratosespeciales ni que se lo mencione, quiere ser alguien normaldentro de lo que se requiere. Quiere tener su año normal.
Fue lo único que el tío Chase respondió. Creo que nunca lohabía visto tan serio desde que llegó, hasta podría decir que suexpresión apagada me dio escalofríos. Lo mismo con su mujer;la madre de Spreen siempre traía una expresión distraída yalegre, riéndose de todo; sentada junto a su marido, quienacariciaba su mano como consuelo, todos esos colores en surostro se habían esfumado. Pálida, con los labios rectos y susojos caídos.
Me mordí los labios rememorando, para mi mala fortuna, laspalabras que le había dicho después de pegarle la primerabofetada. Casi le pedí que muriera, le sugerí que se esfumarade la Tierra. Si hubiese sabido lo de su enfermedad, antes no lohabría dicho. Jamás.
Investigué en Internet sobre la enfermedad, cuando estabasola en el hospital, esperando a que sus padres y los míosllegaran, pude unir piezas y deducir muchas cosas. Felix nopodía hacer ejercicio, correr o agitarse; eso explicaba por quéel profesor Manz nunca lo llamaba a competir con otroschicos. Spreen se pasaba toda la hora de Gimnasia leyendo odurmiendo recostado en las gradas mientras escuchaba músicaa todo volumen. También pude comprender los motivos porlos que no corrió tras el ladrón aquella vez que el cofre deLena me fue arrebatado de las manos, literalmente. Susdesapariciones repentinas en el colegio, su visión amarga de lavida, su sarcasmo tan punzante...
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𝐔𝐍.𝐁𝐄𝐒𝐎.𝐁𝐀𝐉𝐎.𝐋𝐀.𝐋𝐋𝐔𝐕𝐈𝐀─────────𝐒𝐏𝐑𝐔𝐀𝐍
Romance𝐔𝐍 𝐁𝐄𝐒𝐎 𝐁𝐀𝐉𝐎 𝐋𝐀 𝐋𝐋𝐔𝐕𝐈𝐀 ── ☆ 𝘑𝘶𝘢𝘯, 𝘶𝘯 𝘢𝘥𝘰𝘭𝘦𝘴𝘤𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘥𝘦𝘭 𝘮𝘰𝘯𝘵𝘰́𝘯 𝘲𝘶𝘦 𝘵𝘪𝘦𝘯𝘦 𝘭𝘢 𝘮𝘢𝘭𝘢 𝘴𝘶𝘦𝘳𝘵𝘦 𝘥𝘦 𝘦𝘯𝘤𝘢𝘱𝘳𝘪𝘤𝘩𝘢𝘳𝘴𝘦 𝘥𝘦 𝘭𝘰𝘴 𝘱𝘦𝘰𝘳𝘦𝘴 𝘤𝘩𝘪𝘤𝘰𝘴. 𝘊𝘰𝘮𝘰 𝘳𝘦𝘴𝘶𝘭𝘵𝘢𝘥𝘰...