Sonrisa.

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De todas las presentaciones que alguien me había hecho, ninguna fue como la de Batman

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De todas las presentaciones que alguien me había hecho, ninguna fue como la de Batman. Una sonrisa radiante y acompañada enseguida de su extraño apodo.

—Como el futuro héroe de la ciudad, no sé si debería revelarte mi identidad supersecreta, pero supongo que la sabrás después de todo. —Se sentó sobre la silla y dejó sus cosas sobre la mesa—. Soy Auron...

—Juan Guarnizo.

Su expresivo rostro se asombró.

—¿Guarnizo? Mm, supondria a juzgar de que eres un McFly.

Auron presentaba todos los rasgos de alguien anormal. Su forma de hablar y expresarse era todo lo contrario al Poste con Patas. Sus ojos estaban llenos de vida, sus cejas parecían gusanos peludos que se movían sin cesar con cada expresión que dibujaba en su rostro. Era un frasco de bebida batida que, al abrirla, llenaba a todos de su hilarante actitud, positivismo y buena voluntad. Esto me hizo sentir como una persona con una moneda; por un lado, el rostro inexpresivo de Spreen y, por el otro, a mi compañero de banco.

Mientras la profesora Mittler hablaba sobre los próximos exámenes, Auron aprovechó el privilegio de sentarnos en el último asiento para charlar el resto de la clase sobre su fascinación por los superhéroes.

—...es por eso por lo que los superhéroes prefieren mantener su identidad bajo secreto.

—Interesante, interesante.

No tenía la menor idea de lo que decía, pero bueno, así se callaba un rato...

—Lo es, McFly.

—Nunca te vi por el colegio. ¿Por qué entraste recién? — pregunté sin pensar. En realidad, lo que ansiaba averiguar era sobre el paraguas, aunque teniendo en cuenta el afán que había demostrado en ayudar a las personas y algunas de sus anécdotas que contó tras su presentación, dudé de si lo recordaría.

—Bueno... —Llevó su mano detrás de su cabeza y se revolvió el cabello trazando una sonrisa igual a la de un niño pequeño al que descubrieron haciendo algo realmente malo—. Me gusta ayudar a las personas.

La profesora Mittler carraspeó y provocó que ambos mirásemos hacia la pizarra blanca con anotaciones sobre los temas próximos a tratar en Historia. El ceño fruncido de Mittler nos decía todo y, como todo profesor al que le gusta ser escuchado, no aprobaba que Auron y yo estuviésemos distraídos. Tomé mi lápiz para anotar lo de la pizarra y, al mirar de reojo a mi compañero, descubrí que hacía lo mismo, pero en lugar de escribir, movía su lapicera sin anotar ninguna palabra en la hoja. Deduje que era probable que fuera de esos estudiantes a los que les iba horriblemente mal, pero esa idea quedó atrás cuando retomamos la plática.

—¿Entonces...? —Nuestras narices casi rozaban las hojas de nuestros respectivos cuadernos—. ¿Por ser «buena persona» estás aquí?

—Se podría decir que sí. Mi idea de ayudar a las personas a toda costa conllevó tener demasiadas citaciones de apoderado, encuentros en la oficina del director y auxiliar al conserje del colegio. Al final, el director no aguantó mis «acciones osadas» y me expulsó del colegio a una semana de las vacaciones de invierno. Después de una incesable búsqueda, este colegio fue el único que me aceptó.

𝐔𝐍.𝐁𝐄𝐒𝐎.𝐁𝐀𝐉𝐎.𝐋𝐀.𝐋𝐋𝐔𝐕𝐈𝐀─────────𝐒𝐏𝐑𝐔𝐀𝐍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora