Mi historia y la tuya.

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Entre las almas que solo deseaban y apasionaban, quedó solamente un amor olvidado, un corazón afligido, sueños embriagados y el espejismo de la pasión y la entrega que hubo entre tú sentir y el mío, entre tu desnudez y la mía.
Desnudez que iluminaba y provocaba al abrazo de los amantes, al placer repentino y prohibido, despertando nuestra excitación y naturaleza somnolienta de nuestros cuerpos tendidos sobre la cama y dejándonos llevar despacio a la prisión perpetua de nuestros cuerpos, haciéndonos esclavos de las caricias, los besos infinitos, envolviéndonos ante el fuego vivo de tu carne y la mía.
Pretendiendo y sofocando nuestro aliento, desgarrando nuestras rodillas y entrelazando manos y dedos, comiendo nuestras bocas sedientas y hambrientas por poseer cada espacio de piel y aspirando en silencio el gemir y el fluir de nuestros orgasmos.
Hasta nuestras carnes enmudecidas recuperaba sus voces cuando con tu hermosa calidez devorabas insaciable la humedad de mis piernas que se habría y ofrecían al latente goce de tu sexo, al interminable he intenso golpear de tu cintura contra el palpitar de mi abierta flor, quemando nos y entre piernas, labios, besos, caricias hambrientas, penetrábamos y habitábamos cada centímetro de nuestras almas, hasta desbordar nuestras sábanas blancas de gemidos, contracciones agonizantes y placenteras, hasta culminar derramando las mieles de nuestros orgasmos, nuestra entrega.
Pero allí quedó todo, no hubo un futuro para nuestras almas, solo un incierto quizás, una ilusión apagada, un espejismo de lo que pudo ser y no fue.
Mi historia y la tuya.

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