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Disclaimer: Naruto y todos sus personajes pertenecen a Masashi Kishimoto.

Advertencias: Omegaverse, Mpreg, lactancia masculina, yaoi, angst, Sasunaru, leve Gaanaru, menciones de guerra, dolor y sufrimiento, matrimonio sin infidelidades...

Dedicada a Norilucas, por siempre estarme oyendo parlotear sobre nuevas ideas de fics que no han visto la luz del día y por seguir animándome a escribir 😊

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Noches de lluvia, días de sol

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Luego de dos días más sin tener idea del paradero del rubio, las luces de un vehículo iluminaron la oscuridad de su sala de estar.

Asomándose por la ventana, Gaara observó cómo el coche se estacionaba frente a la casa de Naruto, para que luego una silueta cubierta por un abrigo saliera por una de las puertas con un bulto en brazos. Intercambió algunas palabras con el conductor y, cuando se dio la vuelta, Gaara pudo identificar a su vecino, el cual llevaba un par de días desaparecido.

Este se despidió de la persona dentro del coche y luego caminó hasta su casa, abriendo la puerta delantera con algo de torpeza por tener los brazos ocupados, y luego desapareciendo dentro de la oscuridad de la estancia. El carro arrancó luego de que Naruto entrara en casa, y desapareció por las calles nocturnas.

Gaara dejó escapar el aire de sus pulmones cuando notó las luces encendidas en la casa vecina, sintiendo el alivio al saber a Naruto en casa, finalmente.

Sin embargo, ya era muy noche como para ir a preguntar cómo se encontraba, así que, consolándose con el conocimiento de que el rubio se encontraba a salvo, decidió irse a la cama. Ya era casi medianoche, después de todo.


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"Ella es hermosa, Sasuke. Su cabello es negro, igual al tuyo. Sus ojos son oscuros, algo grises, pero Sakura dice que los bebés normalmente cambian el color de sus ojos luego de algunos meses, así que todavía no sé si tendrá tu color de ojos o el mío.

Es tan pequeña y frágil que tengo miedo de lastimarla sin querer. Siento que no sé realmente lo qué estoy haciendo, especialmente si no estás tú para ayudarme. Siempre sabes qué hacer, al fin y al cabo. Pero no te preocupes, voy a cuidarla bien para que crezca sana y fuerte para cuando regreses.

Todavía no he pensado en un nombre, pero..."

Dejó la pluma de lado cuando escuchó los gimoteos de la recién nacida que descansaba en la cuna de la habitación.

Había decidido dejarla ahí para poder estar pendiente de ella durante la noche. Aparentemente, los bebés necesitaban comer cada dos o tres horas, según lo que había entendido, así que lo mejor era tenerla lo más cerca posible para que no se le escapara alguna hora de comida. Como ahora, que la niña comenzaba a inquietarse, sin llegar a llorar realmente.

Con cuidado, asegurándose de sujetar bien su cabeza, la levantó y la cargó contra su pecho. La bebé lloriqueó por el movimiento, pero pareció relajarse un poco al sentir su aroma más de cerca.

Noches de lluvia, días de solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora