11. Borgin y Burkes

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Después del extraño incidente con Dobby y el enorme desastre que había ocasionado en casa de sus tíos, Harry había sido rescatado por Ron y los gemelos Weasley en un auto volador y por supuesto, había estado quedándose en la madriguera de los Weasley desde ese momento, la señora Weasley lo consentía tanto que estaba seguro que en cualquier momento iba a reventar de tanta comida, la señora Weasley le había estado haciendo muchos comentarios acerca de lo delgado y hambriento que se veía y cómo no, si desde que había vuelto a Privet Drive no había vuelto a tener una sola comida decente.

Estar con los Weasley era más o menos similar a pasar las vacaciones en Hogwarts, solo que está vez había adultos al pendiente de lo que sea que hicieran, tenía ahí a Ron, a Fred, George y a Percy también, aunque este casi siempre estaba en su habitación haciendo cosas importantes según él. Lo único que realmente era diferente era convivir con Ginny.
La hermana menor de Ron, Ginny, era en extremo tímida cuando Harry estaba cerca, se ponía completamente roja y se escondía en algún lugar que tuviera cerca, Harry había intentado hablar con ella en alguna ocasión, pero Ginny se ponía tan nerviosa que solo parecían salir frases a medias de ella.

Después de varios días, finalmente Hogwarts fue mencionado en la madriguera, habían llegado las listas de útiles escolares. A Harry ya no le sorprendió que la carta le llegara a casa de los Weasley, después de todo esas cartas siempre habían sido muy específicas en la dirección.
La primera carta que le había llegado venía especificado no solo la calle y el número de la casa, sino que incluso estaba escrito que vivía en la alacena de debajo de las escaleras. Había visto esas cartas apelotonarse en la puerta de entrada, salir en los huevos de la cocina, incluso cuando Hagrid fue a llevarle el mismo la carta, venía muy especificada la dirección del lugar, aunque Harry estaba seguro de que estaba en medio de la nada.

Dio un vistazo a la lista y pudo notar que gran cantidad de libros eran de un solo escritor, Gilderoy Lockhart. Ya había escuchado ese nombre antes, la señora Weasley tenía un libro de él que decía como encargarse de los gnomos de jardín.
Esa misma mañana llegó Errol haciendo un desastre enorme con una carta de Hermione diciendo que iría el miércoles al callejón Diagon para comprar todo y sugirió que se encontraran ese día.
El señor Weasley estaba más que encantado de ir ese día, sobre todo porque tendría la oportunidad de conocer a los padres muggles de Hermione.

Llegó el día de ir al callejón Diagon y justo como otras veces, había otra cosa que Harry no conocía, los polvos flu.

—¿Nunca has viajado por la red de flu? — preguntó el señor Weasley —¿Entonces como llegaste al callejón Diagon el año pasado? —.

—En metro...—.

—¿En serio? ¿Había escaleras mecánicas y todo? —.

—No es momento, Arthur— dijo la señora Weasley.

Después de ver cómo Fred y George usaban los polvos flu llegó su turno, se metió a la chimenea con un poco de polvos flu en la mano mientras intentaba entender la enorme cantidad de consejos que le daban Ron y la señora Weasley sobre cómo usarlos.

—Callejón diagono—.

Harry sintió que se lo tragó la tierra y que después de dar muchas vueltas lo escupió en otro lado, después de llevarse un buen golpe al salir de la chimenea a la que había llegado, y de inmediato notó que algo no había salido bien. El lugar donde se encontraba parecía ser alguna especie de tienda muy extraña, definitivamente eran artilugios mágicos los que estaban a la venta, pero estos se veían de dudosa procedencia. Mientras se dirigía a la puerta de salida, pudo verificar más o menos en dónde estaba, pero fuera el lugar que fuera en definitiva no estaba en el callejón Diagon.
Aún con los lentes rotos, pudo reconocer a dos personas que estaban a nada de entrar a la tienda y uno de ellos era Draco Malfoy. Rápidamente Harry se metió en un gran armario negro que tenía a la izquierda y dejó la puerta entreabierta para poder ver fuera, pues Draco no iba solo, si no con un adulto que también lucía una larga melena de color blanco. Aquel debía ser su padre.

Efecto MariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora