57. El cáliz de fuego

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"Estimado Alan.

La idea de los nacionales suena excelente, ¡Estoy seguro de que puedes hacerlo!
Acá las cosas se están poniendo interesantes, hay un torneo con escuelas vecinas, jugarán cosas de escoceses, aunque no puedo participar por ser demasiado joven, lo cual es una pena.

Por cierto, quiero decirte una cosa... Sobre la chica bonita, bueno, ¡Mentí! No existe ninguna chica bonita que me interese, de hecho es un bonito chico y estoy seguro de que sus padres me odian..."

O algo así esperaba escribir Harry en la carta que planeaba enviar de vuelta, últimamente sentía esa necesidad de tener a Draco para el solo y pensó que empezar a decirlo abiertamente a los demás era una buena opción para hacerlo, pero no sé atrevía ni siquiera a escribirlo en un trozo de pergamino, incluso cuando la pluma encantada escribía por él. Recién se habían suspendido las clases y él había corrido junto con sus compañeros de cuarto a dejar las cosas en el dormitorio antes de bajar a recibir a los nuevos invitados, sin embargo, quiso aprovechar y escribir la respuesta que le enviaría a Alan y dejó que los demás se adelantaran. Igual no había sido capaz de terminar aquella carta, se frotó los ojos frustrado y simplemente dejó la carta a medio hacer dentro de uno de los cajones de su mesita de noche.
Miró la habitación que compartía con sus amigos y no vio nada fuera de lo común, excepto una cosa, encima de la cama de Seamus había una especie de revista rara, Harry nunca había visto que Seamus fuera aficionado a las revistas, así que se acercó para verla.      (...)     Harry cerro la revista de golpe y la dejó en donde estaba, y caminó directo hacia la puerta del dormitorio completamente en shock por lo que acababa de presenciar.

—¡Harry! — escuchó que lo llamaban, a lo cual Harry se asustó mucho —¡Ya vámonos! No querrás perderte la llegada, ¿O sí? — le dijo George.

—¿Te comió la lengua el gato? ¡Vámonos! — dijo Fred muy emocionado, ni siquiera se esperaron a que Harry se moviera, simplemente George lo cargó como si fuera un costal y bajaron las escaleras, solo lo soltó cuando estuvieron fuera de la sala común.
A Harry no le quedó más remedio que caminar rápido junto a los gemelos y llegar a la entrada del castillo, donde ya estaban la gran mayoría de los alumnos formados, para ese punto, Harry seguía sin reaccionar, de un momento a otro habían pasado muchas cosas como para procesarlas.

—¡Ah, Potter! ¿Dónde te habías metido? — le preguntó la profesora McGonagall en cuanto lo vio, a lo que Harry solo balbuceó antes de ser interrumpido —No importa, rápido, ve a formarte entre el señor Finnigan y el señor Thomas.

Harry miró a la fila de todos los alumnos de Gryffindor mientras que la profesora McGonagall le daba instrucciones a los gemelos de donde debían colocarse, se acercó a Dean, quién le sonrió y le hizo un lugar en la fila y al lado estaba Seamus.
—¿Terminaste? — le preguntó Seamus en voz baja.

—¿Qué? — preguntó Harry de vuelta.

—Ya sabes, lo que tenías que hacer, ¿Lo terminaste? — volvió a preguntar.

—No...lo terminaré después— dijo Harry sin poder mirarlo de lo avergonzado que estaba. Aún seguía sin poder creerlo, lo hubiera creído de Dean, tal vez de Ron, incluso en sus ideas más descabelladas pudo haberlo creído de Neville, ¿Pero Seamus? Fue ese el momento en el que se dio cuenta de que no solo los estudiantes de Slytherin tenían cosas de adultos entre las manos, todos lo tenían.

—¡Ajá! ¡Si no me equivoco, se acercan los representantes de Beuxbatons! — el profesor Dumbledore estaba en la última fila, pero aun así su voz era perfectamente audible para todos los estudiantes.
En ese momento, Harry olvidó un poco lo que había pasado para centrar su atención hacia el frente, en espera de que aparecieran de la nada un montón de personas, pero pronto notó que los demás miraban en distintas direcciones.

Efecto MariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora