73. La tercer prueba

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Sentado en la silla frente al escritorio de Dumbledore, y con él detrás del escritorio, Harry no supo por dónde comenzar. Así que eligió algo sencillo.

—¿Qué es eso? — preguntó refiriéndose a la vasija que ahora estaba en el escritorio después de que Dumbledore la había movido.

—Un pensadero— afirmó Dumbledore —Creo que has de conocer bien la sensación de tener demasiados pensamientos y recuerdos en la mente, tantos que no puedes concentrarte en ellos de manera adecuada. Para eso están hechos los pensaderos, colocas esos pensamientos en esta vasija y luego los examinas a placer. Es más fácil para no saltarse los detalles.

—¿Esos son sus recuerdos? — preguntó Harry, sintiéndose un poco apenado y ligeramente asustado, no sabía que se podía espiar en los pensamientos de la gente.

—Así es. Deja que te muestre— entonces, él sacó la varita y la apoyó la punta en la sien, al despegar la varita parecía haber un ligero cabello blanquecino y brillante pegado a la punta, saliendo directamente de la piel, y una vez que estuvo fuera Harry pudo ver con más claridad que aquella hebra estaba hecha de la misma sustancia que había en el pensadero.
Dumbledore depósito esa hebra en el pensadero, Harry supuso que debía ser un nuevo pensamiento.

—Ven, asómate aquí— le indicó, y Harry se levantó del asiento para volver a mirar el pensadero.
Pensó que debían meter la nariz de nuevo, pero Dumbledore tomó el pensadero con ambas manos y lo sacudió lenta y suavemente de un lado al otro, removiendo la delicada sustancia de pensamientos que ahí reposaba, pronto fue visible la cara de Snape, que abría la boca como si estuviera hablando y un ligero sonido salió después.

—Está volviendo... Y la de Karkarov también... Más intensa que nunca, muy clara— era lo que salía del Snape en el pensadero.

—Estaba utilizando el pensadero cuando llegó Fudge a nuestra cita— explicó Dumbledore —Lo guardé apresuradamente. Supongo que no dejé bien cerrado el armario, es lógico pensar que llamaría tu atención.

—Lo siento...— dijo Harry, apenado.

—Te lo he dicho. La curiosidad no está mal, pero tenemos que ser cautelosos con ella— dijo sonriendo detrás de sus lentes de media luna. Luego, prosiguió a sacar otro de sus pensamientos con la varita y a colocarlo en el pensadero, entonces el rostro de Snape desapareció, y en su lugar apareció una chica como de unos dieciséis años muy enfurruñada.

—Me echó un maleficio— se escuchó la tenue voz salir del pensadero, al tiempo que la chica abría y cerraba la boca —Solo le estaba tomando un poco el pelo diciéndole que la había visto besándose con Florence.

—¿Pero por qué, Bertha?— era la voz de Dumbledore, saliendo del pensadero —¿Qué querías hacer?

—¿Es Bertha Jorkins? — preguntó Harry al escuchar el nombre de la muchacha.

—Así es— aseguró Dumbledore —En su época de colegio, tal como la recuerdo.
Entonces, Dumbledore dio un golpecito con la varita al pensadero, y la imagen de Bertha se hundió entre el resto de recuerdos.
—Ahora. Antes de que te perderás entre mis pensamientos, querías decirme algo.

—Oh. Claro— Harry casi lo había olvidado, así que comenzó a explicar todo lo que había sucedido en clase de adivinación, y después de esa explicación le dijo sobre el sueño que había tenido en verano, que Harry reconocía como uno bastante similar.

—Ya veo— dijo Dumbledore, acariciándose las barbas —Estaba al tanto del primer sueño, pero agradezco que me tengas la suficiente confianza como para venir a hablar de estas cosas conmigo en persona.

—¿Lo sabía?

—Por supuesto. Me he estado carteando tanto con Sirius como con Remus. Ambos están muy interesados en saber de ti tanto como sea posible. Y no los culpo. Sirius me informó acerca de tu sueño.

Efecto MariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora