childhood friends.

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«Amigos de la Infancia.»

Miles subió las escaleras de forma ágil con ayuda de sus telarañas. En la azotea, familia y amigos de sus padres lo esperaban para celebrar el ascenso de Jeff. Cuando llegó arriba, colocó los dos pasteles que llevaba en una mesa cerca de donde estaba el resto de la comida. Al voltear, soltó un pequeño grito de susto al encontrar a su madre cruzada de brazos.

—¿Dónde te habías metido? — reprochó. Miles suspiró con fastidio metiendo las manos en los bolsillos de su chaqueta.

—Es que tuve que venir con cuidado para no arruinar los pasteles.

—Pero te perdiste del brindis de tu padre, si hubieses visto la cara que puso cuando vio que no estabas. — Miles se sintió mal, agachó la cabeza apenado.

—Perdón, mamá. En serio.

—De acuerdo pero antes de que vayas a disculparte con él, acompáñame. — lo tomó por el brazo, arrastrándolo entre la gente hasta llegar a un pequeño grupo de chicos de su edad.

—Mamá, no querrás obligarnos a jugar a las escondidas. — murmuró antes de llegar al grupo. Reconoció a sus primos de inmediato, pero había una persona desconocida con ellos.

—No, no, no. Nada de eso. — Río sonrió divertida y emocionada. — Mija, él es Miles.

—¡Mamá! — se quejó entre dientes. ¡Qué afán tenía su madre en intentar presentarle chicas!

—¡No me vas a decir que no te acuerdas de __________! — su madre lo miró sonriente.

—¿__________? — Miles te observó con más detenimiento. ¡Eras tú! La pequeña vecina que veía todos los días desde los cuatro años.

—Hola, Miles. — saludaste un poco tímida, Miles notó un pequeño sonrojo en tus mejillas y se dio cuenta que él también estaba sonrojado. Habías cambiado tanto que había tenido que observarte muy bien hasta lograr reconocerte. Por otro lado, también quedaste muy sorprendida al saber que ese chico alto y atractivo era el mismo que se atragantaba de gusanos de gomita cuando tenían diez años.

—¡__________! — reaccionó y te abrazó fuertemente. Ignoró las miradas de complicidad que le dedicaban sus primos, quienes se alejaron con la excusa de tener que buscar algo, pero sólo lo hicieron para dejarlos a solas. Río igualmente desapareció de forma "misteriosa". — No puedo creer que estés aquí. — se separó un poco de ti para verte mejor.

—Llegué a Brooklyn ayer, no sabes las ganas que tenía de verte. — sonreíste. — Te echaste un estirón.

Miles recordaba bien que te habías ido dos días antes de su cumpleaños número once. Tus padres habían decidido vivir unos años en tu país natal, ya que tenías un familiar enfermo y todos querían pasar sus últimos días a su lado. Lamentablemente, esa persona había fallecido tiempo atrás, y luego de unos meses tus padres decidieron que era tiempo de recuperar su vida en Nueva York. ¿Cómo sabía Miles todo eso? Pues, nunca había perdido contacto. Al principio hablaban todos los días hasta que eso fue disminuyendo a recibir tus mensajes una vez cada cierto tiempo, pero había valido la pena por este lindo reencuentro.

—Ay, ya sabes que no estoy muy bien con el español. — rodó los ojos divertido.

—Eso me contó tu mamá, dijo que necesitas unas clases.

—¿E-eso hizo? — negó con la cabeza algo avergonzado.

—Sí, pero por suerte tienes a la maestra perfecta. — hablaste con insuficiencia, Miles sonrió.

—¿Sabes? Tú no creciste mucho.

—No me molestes. — reíste. — Ya sé que no tengo mucha altura, pero sí tengo otras cosas. — caminaste hacia la mesa de dulces que estaba cerca de ustedes. Miles no había podido evitar quedarse hipnotizado con el movimiento de tus caderas al caminar, sin mencionar lo grande que estaba tu...

miles morales|one shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora