Después de que Noah se acercara al lago y terminara quedándose dormido sobre mi hombro, le puse mi sudadera al notar que temblaba de frío. Lo tomé en brazos y lo llevé de vuelta a la cabaña. Me tiré sobre la cama y cerré los ojos, dado el caso de que me había perdido el amanecer, al menos tendría que hacer que la pérdida valiese la pena. La solución era dormir.
Me levanté mucho más tarde de lo que suelo hacerlo, me di una ducha y agarré un pantalón negro junto con una sudadera gris. Salí del baño mientras me secaba el cabello con la toalla, lo primero que vi fue a todos reunidos cerca de Noah, preguntándole por qué diablos tenía puesta mi sudadera. Una sonrisa se formó en mis labios.
Me recargué en el marco de la puerta para admirar la expresión nerviosa y avergonzada de Noah al no saber cómo explicar lo sucedido la noche anterior. Cuando se percataron de mi presencia, voltearon a verme y yo solo guiñé un ojo.
—Llegarán tarde a la hora de la merienda —comento antes de lanzar mi toalla para que caiga en el cesto de la ropa sucia.
Salgo de la cabaña sin esperar alguna reacción por su parte, antes de cerrar la puerta, miro de reojo a Noah, su expresión está llena de confusión y deja en claro que está batallando en decidir si quitarse mi sudadera o llevarla puesta. No me molestaría la última opción.
Camino con tranquilidad, dejando que el aroma de los pinos y el sonido del agua corriendo en el río me arrebate cualquier pensamiento y preocupación. En comparación con la cena de ayer, el comedor está lleno a la mitad, la fila para la comida no es tan extensa y se alcanzan a ver varias mesas desocupadas. Tomo una bandeja de metal y espero mi turno, el menú de hoy consta de burritos para comer y del lado de las bebidas hay aguas de sabores.
Una vez que tengo mi bandeja llena y con un vaso de agua de jamaica, busco con la mirada la misma mesa en la que nos sentamos durante la noche. Empiezo a disfrutar de mi merienda sin prisa alguna, disfrutando de la vista que me brinda la ventana. El exterior está rodeado de un color verde intenso y vivo... igual que esos ojos. Sacudo la cabeza cuando el pensamiento me invade repentinamente y me enfoco en la parvada que cruza por los cielos, adentrándose en el bosque.
Las risas silenciosas y los murmullos casi escasos se detienen cuando escucho aquella voz irritante: Lucas. Honestamente, yo llegué al campamento con muy buenos ánimos (obviamente nunca me aferré al asiento mientras dormía pensando que eso quizás retrasaría cuando tendría que soltarlo para bajarme del coche y llegar a mi destino). Sin embargo, la actitud de ese chico era un obstáculo para completar mi tarea titulada: "Intentar ser sociable y no fulminar con la mirada a todo aquel que se me quede viendo". Por otro lado, también implicaría romper la promesa de lo que le dije a mi padre acerca de evitar meterme en líos.
Solté un bufido de disgusto cuando todo mi grupito se acercaba en mi dirección, no pude evitar que los labios se me curvaran de forma juguetona al percatarme de que Noah aún llevaba puesta mi sudadera. Una vez que alcanzaron la mesa, él pareció leer la duda en mi expresión.
—No tuve tiempo suficiente para cambiarme —contesta.
—Yo no dije nada —replico dándole un último sorbo a mi café.
—Pero tus ojos sí. Ellos siempre dicen más que tú.
De repente, el mundo a mi alrededor parece no existir. Lo único que puedo distinguir son esos ojos verdes, tan llenos de vida como la naturaleza de afuera, los cuales me observan de manera desafiante.
—Dejen de matarse con la mirada —es la voz de Ariana.
—Buen provecho —digo poniéndome de pie.
—¿Tan rápido te vas? —comenta el chico castaño, Lucas.
—Tu presencia es motivo suficiente para que no desee quedarme aquí.
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Amnesia [EN PAUSA]
RomanceEstar juntos durante un mes en el campamento es tiempo suficiente para que ambos se tomen cariño y se conviertan en pareja. Pero, la relación que han tenido durante 5 años se ve gravemente afectada cuando uno de ambos sufre un accidente y gran parte...