° Capítulo 19 °

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—Sí, por supuesto que quiero —respondo tras unos segundos de sorpresa.

Paso mis brazos alrededor del cuello de Levi, sus manos rodean mi cintura y me aprietan contra su cuerpo mientras nos abrazamos. Cuando nos zafamos del abrazo, nos sentamos sobre la manta. 

Empezamos a comer en silencio, hasta que, se me ocurre agarrar un pedazo de la comida de Levi. Con algo de timidez, tomo un poco de crema del plato de pasta que estoy comiendo y dejo un punto blanco sobre la nariz de Levi.

Me inclino ligeramente para besar su nariz, repito lo de la crema en su mejilla izquierda y luego en la derecha. Él me mira en silencio.

—¿Cuánta más crema necesitas para besarme?

Una sonrisa invade mi rostro, tomo nuevamente la crema y la pongo sobre sus labios, luego me acerco para unirlos con los míos. Me muevo hacia adelante para sentarme a horcajadas sobre él y profundizar el beso. Cuando me encuentro encima, siento un bulto y él suelta un gruñido por lo bajo.

Callo su gruñido con otro beso, lo cual ocasiona que el sujete mi cintura con más fuerza. Un escalofrío me invade cuando él se aparta y dirige sus labios hacia mí cuello. El contacto frío de su boca me hace estremecer y al mismo tiempo, echar la cabeza para atrás y así poder darle un mejor acceso.

—Se supone que estábamos comiendo tranquilamente —digo en un susurro, tratando de ignorar la tortura que me provoca la lentitud de sus besos.

—¿Quién dijo que no estamos comiendo? —responde con una sonrisa ladina.

—¡Eres un cochino! —mi comentario lo hace soltar una risa antes de besarme de nuevo.

Su beso me toma desprevenido, sin embargo, no me aparto. Él jala suavemente mi torso mientras se recuesta. Al final del beso, me encuentro sobre su pecho.

—Mira —señala una de las miles de estrellas que hay en el cielo.

—¿Cuál de todas miro?

—La que más te guste.

—Esa de ahí —apunto a una pequeña.

—¿Por qué?

—A pesar de que sea diminuta y casi no pueda verse, tiene un brillo que la diferencia de las demás y la hace destacar. Me llama la atención porque pienso que los humanos somos iguales, sin importar ninguna de nuestras características, siempre hay algo que nos hace ser nosotros. Y eso no tiene comparación.

—Tu perspectiva de las cosas me encanta, al igual que tú.

Siento  como el calor sube por mis mejillas y escondo mi rostro en su cuello para intentar ocultarlo. Su mano se posa sobre mi cabello y empieza a acariciarlo, esa sensación me llena de paz.

—Hay una estrella que es especial, porque siento que me llama para que la vea a ella y solo a ella. Siento que hay un hilo invisible que nos une y que con cada segundo que paso mirándola el hilo me atrae más en su dirección.

—Vaya, esos son verdaderos sentimientos hacia las constelaciones, ¿qué estrella es?

—No la encontrarás en el cielo. Está justo aquí —replica y planta un beso sobre mi frente.

Al escuchar su respuesta, el estómago se me llena de mariposas que revolotean sin parar. 

—¿Te refieres a mí?

—¿Ves a alguien más? Obviamente me refiero a ti... —hace una pausa que me produce muchísimos nervios—. Incluso si alguien más estuviera justo aquí, yo no sería capaz de apartar mis ojos de ti, porque hay un brillo que te caracteriza y te diferencia del resto.

—Sigo sin poder creer que un chico cómo tú me esté diciendo este tipo de cosas tan cursis y románticas. No es porque no me guste, pero simplemente, parece demasiado perfecto para ser real, ¿sabes?

—No debería sorprenderte. Eres una persona que merece comentarios bonitos, del tipo que te llena todo el cuerpo de sensaciones difíciles de explicar. También mereces que te dediquen tiempo, que te hagan detalles, que te demuestren que vales la pena... Podría seguir con la lista durante un buen rato —acaricia mi cabello nuevamente antes de continuar—. Hay algo muy importante y es necesario que lo sepas. Yo no juego con los sentimientos, ni tampoco soy la clase de chico que anda ilusionando a medio mundo o se inventa frases lindas para que la gente se encariñe y luego terminar botándola —toma mi barbilla con suavidad, obligándome a hundirme en el color de sus ojos—. Esto es real. Lo que siento por ti es real. Tú, yo y lo nuestro es enteramente real. 

—De hecho, creo que hay algo que supera mi nivel de incredulidad con respecto a lo que está pasando justo ahora.

—¿Y eso qué es?

—Me sorprende la capacidad que tienes para acelerar el ritmo de mi corazón y mi respiración, como también los escalofríos que me produce cada uno de tus roces en mi piel. Pasa lo mismo con las mariposas que siento en el estómago cuando mencionas algo que me hace sentir especial o cuando me miras y siento como si estuvieras admirándome de la misma forma en la que admiras a un atardecer.

—Lo último que mencionaste, es una comparación cierta. Puedo afirmarte que te admiro exactamente igual que como lo hago al observar el paisaje, la lluvia o cualquier detalle de la naturaleza y puedo buscar características tuyas para dejar en claro porque te pareces a ello. Por ejemplo, ningún atardecer es idéntico, y eso pasa con las personas, pero específicamente hablando de ti... No importa cuánta gente exista en este planeta, estoy convencido de que no hay nadie que pueda igualarse contigo.

—¿Y si me quisieras comparar con la lluvia?

—Responderé que cada una de las gotas que caen hace referencia a tus cualidades, y responderé que me agrada tu compañía, porque me haces sentir menos solo en un mundo tan enorme.

—¿Y si alguien te pregunta por la parte de la naturaleza?

—Diré que me transmites la misma paz que me genera el cantar de los pájaros o el aire golpeando las hojas de los árboles, y diré que me haces sentir bienvenido sin importar las circunstancias.

Levanto mi cabeza para darle un pico al cuál responde con cariño y ternura. Recargo mi cabeza sobre su pecho mientras inhalo el aroma de su perfume. Estar así con él se siente jodidamente bien.

—Me encantaría quedarme el resto de la noche.

—Sería asombroso dormir aquí contigo, pero le dije a tus padres que te llevaría de vuelta a casa y voy a cumplir mi palabra.

Amnesia [EN PAUSA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora