No recuerdo cómo fue la noche en la que me encerraron, pero desperté en plena oscuridad. Me levanté asustado, sintiéndome mareado y con la cabeza punzante. Me moví a través del cuarto palpando las paredes con las manos. No había nada aparte de la plataforma dura en la que estuve dormido.
Me senté en el piso, abrazando mis rodillas. Las lágrimas empezaron a resbalar por mis mejillas. Estuve llorando por horas, hasta que escuché un ruido. Abrieron una puerta y percibí pasos que se acercaban. Segundos después, sentí la presencia imponente de alguien.
—Tardaste mucho en despertar —dijo con voz áspera—. Espero te guste tu nueva habitación, será mejor que te acostumbres a ella porque estarás dentro hasta que tus padres se acuerden de ti.
—¿Qué hago aquí? —me atreví a preguntar.
—Es tu castigo por haber querido ser el héroe.
—Nunca he sido un héroe.
Hubo silencio durante un par de segundos. Luego solo se escuchó las pisadas de sus pasos alejándose. Más tarde, la habitación se iluminó ligeramente, dejándome ver una reja de metal enfrente de mí.
La única intervención que tuve fue la de un guardia corpulento que me entregó una charola con una sopa de verduras y un buen trozo de carne. No tenía mucho apetito, pero fui obligado a terminarme la comida. Cuando estuve cansado de pensar demasiado, decidí dormir. Me desperté al escuchar pasos que se acercaban con prisa.
—Levántate, tienes que entrenar —reconocí su voz, era aquel hombre.
Cuando vi que sacaba unas llaves para abrir la puerta de metal, fingí que no estaba desesperado por salir de aquellas cuatro paredes oscuras y vacías. Me tomó del brazo con fuerza y me arrastró a través de un pasillo que llevaba hacia un cuarto inmenso.
El cuarto estaba lleno de equipamientos para hacer ejercicio, sobre todo mancuernas y barras, pero también tenían un par de sacos de box. Cuando terminé de curiosear el lugar, un chico alto y notoriamente musculoso se acercó a mí.
—Es tu uniforme, lo usarás en todos nuestros entrenamientos. Ve a cambiarte en los baños —dijo señalando una puerta en el fondo.
Hice caso a sus indicaciones y caminé hasta los baños. Salí vistiendo un conjunto ajustado de color negro.
—Soy Travis, desde hoy te entrenaré para la defensa personal. Empecemos con lo más básico.
En nuestra primera sesión, que duró dos horas, me enseñó a responder a los ataques más predecibles: puñetazos en la cara y patadas en el estómago.
—Lo has hecho bien, Levi. Te veré mañana.
—¿Entrenamos diario?
—Sí, siempre a la misma hora.
—Nos vemos —me despedí sintiendo pesadumbre.
Al finalizar el entrenamiento, me percaté nuevamente de su presencia. Volteé a ver con disimulo el lugar en el que estaba parado. Llevaba puesto un traje azul marino, era un hombre alto y delgado. No me atreví a levantar la mirada para mirar su cara, solo dejé que me guiara de vuelta.
Una vez que estuve encerrado, intenté ignorar la presión que sentía en el pecho, estar cerca de ese hombre me sacudía el cuerpo de miedo. Me recosté sobre el colchón duro y me entregué al sueño mientras apretaba las sábanas, tratando de buscar algún tipo de consuelo.
Al día siguiente, la rutina se repitió. Recibí la vista del guardia que traía la bandeja de metal con mi comida y cuando fue hora del entrenamiento que tanto ansiaba, llegó aquel hombre.
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Amnesia [EN PAUSA]
Storie d'amoreEstar juntos durante un mes en el campamento es tiempo suficiente para que ambos se tomen cariño y se conviertan en pareja. Pero, la relación que han tenido durante 5 años se ve gravemente afectada cuando uno de ambos sufre un accidente y gran parte...