° Capítulo 24 °

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—¿Adónde vamos? —repito la pregunta tras estar dentro del coche un par de minutos.

—Ya te dije, es una sorpresa.

—Dame una pista.

—Es un lugar acerca de un tema que te gusta mucho.

—No tengo idea de qué se trata.

—Espera un poco más y lo sabrás.

—No me agrada esperar.

—Me he dado cuenta, señor impaciente.

—Discúlpeme, señor paciencia.

—Nuestro destino está en la siguiente calle —habla nuevamente después de unos cinco mil semáforos—. Apreciaría mucho si pusieras tu cooperación para que esto siga siendo una sorpresa —comenta con una sonrisa llena de ironía.

—¿No estarás a punto de pedirme que mantenga los ojos cerrados, verdad?

—De hecho, sí. Eso es justamente lo que quiero pedirte, pero no te preocupes, si no lo haces por tu cuenta, lo haré en contra de tu voluntad.

—Creo que eso me recuerda a algo, ¿a ti no?

—Supongo que te refieres a aquella vez en la que te convencí de meterte al lago conmigo a medianoche.

—Yo no haría uso de la palabra "convencer".

—No puedes decirme que te obligué a hacerlo.

—¡Claramente me obligaste!

—¡Mentiroso! Te morías de ganas de meterte a nadar.

—Sí, obvio. Me encanta darme un chapuzón con el cual podría darme hipotermia.

—¿Vas a cerrar los ojos o, cómo dices tú, tendré que obligarte a hacerlo?

—Como quieras, niño mandón.

—Busca otro apodo, a ese le hace falta originalidad.

Me resigno a contestar mientras cruzo los brazos y mantengo los ojos cerrados.

—¿Sabes algo?

—A ver, dímelo.

—Detesto el hecho de que siempre termino haciéndote caso.

—Para mí es todo lo contrario, disfruto mucho que sea así.

Una pausa llena de silencio invade el ambiente, sin embargo, se esfuma cuando escucho como cierra la puerta. La urgencia de abrir los ojos me invade, pero me contengo. Escucho como se abre la puerta a mi lado y luego siento como la mano de Levi toma la mía.

—Estamos en el estacionamiento, puedes mirar.

—Me parece que ahora me gusta tenerlos cerrados.

No puedo verlo, pero presiento que una sonrisa se forma en sus labios. Su brazo rodea mi torso para ayudarme a salir del coche. Lo siguiente que siento son las palmas frías de sus manos cubriendo mis ojos.

—Camina hacia el frente, te diré cuando tengas que girar.

Hago lo que me pide y sigo sus indicaciones con cautela.

—Listo, aquí estamos.

Aparta sus manos y yo aprovecho para abrir mis ojos. Analizo lo que hay a mi alrededor y un suspiro de sorpresa abandona mis labios.

—El planetario —murmuro, incrédulo—. Desde aquella noche en el campamento, me he preguntado constantemente qué diablos haces para conseguir que todas nuestras citas sean jodidamente perfectas.

—Me alegra que te haya gustado —contesta sonriente.

—Decir que me gusta queda corto, ni siquiera decir que me encanta está cerca y tampoco basta decir que es perfecto —me doy la vuelta para mirarlo a los ojos—. Haces que todo sea único.

No le doy tiempo suficiente para responder, me pongo de puntillas y estampo mis labios con los suyos en un beso torpe y arrebatado.

—¡Vamos! Leí en la página web que esta semana tienen una exposición especial acerca de la alineación de los planetas.

Amnesia [EN PAUSA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora