Un refugio inesperado 🖌

43 4 0
                                    

El sonido de la puerta principal al ser golpeada con fuerza resonó en toda la casa de Brisa. El olor penetrante a alcohol se hizo presente casi de inmediato, y Brisa sintió un escalofrío recorriendo su espalda. Sabía que su padre había llegado nuevamente ebrio a casa, lo cual siempre traía consigo una serie de problemas.

Sin más demora, las voces desgarradoras de su madre y su padre comenzaron a llenar el espacio con palabras cargadas de ira y frustración. Las palabras se volvían gritos, y los gritos se convertían en insultos. Brisa, de tan solo 14 años, intentaba hacer oídos sordos a las discusiones constantes de sus padres, pero hoy era diferente. La tensión en el aire era aún más palpable, y la situación se salió rápidamente de control.

El rugido de un vaso al romperse seguido de un estruendo indiscutible alertó a Brisa y a su madre. Ambas sabían que ya no era seguro quedarse en esa casa. Sin perder un segundo, se abrazaron con fuerza y se miraron a los ojos. En ese instante, en medio del caos, supieron que era hora de huir.

Tomando solamente lo esencial, Brisa y su madre dejaron atrás su hogar convertido en un campo de batalla. Sus corazones golpeaban con fuerza, mezclando el temor y la esperanza. Con lágrimas en los ojos y el miedo marcando su andar, corrieron por las calles oscuras de Bahía de Balar en busca de un lugar seguro donde refugiarse.

La madre de Brisa recordó entonces a Carmen una amiga de la familia que solía hospedarles en ocasiones difíciles. A pesar de no haberla visto en años, fue hacia su casa confianda en que les abriría las puertas de su hogar.

Las lágrimas seguían surcando el rostro de Brisa mientras golpeaban la puerta de Carmen con fuerza. Desesperadas, madre e hija aguardaron en silencio, rezando para que su antigua amiga estuviera ahí y dispuesta a ayudarlas en su momento de necesidad.

La puerta se abrió con lentitud, revelando a un desconcertado Max pequeño frente a ellas. Sus ojos se encontraron, y Brisa supo que había encontrado refugio. Max, sin hacer preguntas, las abrazó fuertemente y las invitó a pasar.

La madre de Max escucho la puerta y bajo las escaleras para ver que sucedía.
Carmen miró a la niña y a su madre y entendió lo que sucedía en ese momento.
Las palabras sobraban, pues la complicidad de años de amistad les permitía entenderse sin necesidad de explicaciones. Max y Carmen les ofrecieron seguridad y un lugar donde rehacerse tras el terrible episodio en su antiguo hogar.

A medida que las horas pasaban, la tranquilidad empezó a apoderarse de Brisa y su madre.

Con el amanecer asomándose tímidamente por las ventanas, Brisa se durmió en un cómodo sofá de la casa de Max.

Una horrible pesadilla me despertó. Mi pecho estaba agitado y mi respiración acelerada. Una vez más, eran esos sueños que venían de mis recuerdos. Miré la hora en mi teléfono y eran las 7:00 de la mañana. Me levanté y me preparé para ir a la escuela de arte.

Continué con mi rutina matutina, aún sintiéndome inquieta por la pesadilla que acababa de tener. Me lavé la cara y me vestí rápidamente antes de dirigirme a la cocina para preparar un desayuno rápido. Mientras comía, intentaba sacudirme las imágenes perturbadoras de mis sueños de la cabeza.

Finalmente, salí de casa y caminé hacia la parada del autobús. A medida que avanzaba, noté que el sol brillaba intensamente en el cielo, lo cual me hizo sentir un poco más tranquila. El aire fresco de la mañana acariciaba mi rostro, alejando lentamente los pensamientos de mis pesadillas.

Llegué a la escuela de arte y entré en el edificio. Las paredes estaban decoradas con coloridas obras de arte, lo cual me inspiraba y me tranquilizaba. Me dirigí hacia mi aula y me senté en mi lugar, lista para empezar la jornada.

Aquel Otoño🍁Donde viven las historias. Descúbrelo ahora