Different || Lucas

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Lucas

Como en silencio mientras siento su atenta mirada sobre mí, no ha dicho nada en un buen rato, desde que sirvió la lasaña recalentada para ser exactos.

El silencio es cada vez menos soportable con cada segundo que pasa, no hay manera de que en esta casa haya tanto sosiego.

En momentos como este es cuando prefiero que Chenle esté presente.

Mi tía carraspea y bebe de su vaso con agua que se sirvió para "acompañarme".

—En realidad hablé con tu padre por la tarde.

Correcto, se avecina la charla.

Reviso la hora en mi celular y noto que son apenas las 11 de la noche, lo que le da cierto tiempo para el sermón corregidor.

—Tía, mi papá y yo-

—Está bien, lo sé, no quiero alegar por mi hermano, pero rescato una cosa de lo que me dijo. —pone ambas manos sobre la mesa y suavisa su mirada. —Emma necesita las terapias, ahora más que nunca, pero lo digo por ella y por ustedes. Hablo enserio cuando digo que me apena mucho hablar de esto directamente contigo, porque los problemas de adultos deben ser eso, solo para los adultos, pero tu madre no está completamente bien y necesita el apoyo de todos, como también insistir en que retome las terapias.

—Yo sé que mi mamá no está en la condiciones, pero mi padre no está ayudándola yéndose de la casa, la dejó sola.

—Yuk, cariño, tú tampoco estás con ella.

Pero tiene razón, no estoy con ella y no estuve en los peores momentos. Sí, ellos me trajeron aquí, pero cuando me pidieron volver yo ya no quería hacerlo, me acostumbré a este lugar que ya no quise volver.

Y ahora que me necesita no estoy con ella, pero es difícil, imaginar volver a vivir con ellos.

—No me malinterpretes, no es obligación de los hijos afrontar los problemas de los padres, pero si ayudarlos a sobrellevarlos.

Dejo la cuchara de lado y mi tía aprovecha en tomar mis manos sobre la mesa. No la veo a los ojos porque me temo soltar todo lo que siento atorado en la garganta.

—Sé que es eso que te molesta, como te sientes, el resentimiento en tu corazón, lo que guardas para ti mismo, Yukhei, no lo hagas, no lo retengas más. —acaricia mis nudillos lentamente. —Como piensas afrontarlo si el sentimiento sigue ahí.

Siento que se pone de pie y rodea la mesa, empuja una silla y se sienta cerca mío. Levanta mi rostro con suavidad casi como una caricia.

Entonces ya no puedo más y todas mis paredes se derrumban ante los ojos llorosos de mi tía.

Me envuelve en sus brazos y las lágrimas salen por sí solas. Ese sentimiento vuelve, el que tanto me esforcé por encerrar en lo más profundo, eso que duele y detesto.

—No- no quiero volver con ellos. No quiero enfrentarlos. —las palabras empiezan a salir fluidamente, como si hubieran esperado por liberarse. —Cuando me trajeron aquí, yo pensé que se estaban deshaciendo de mí. En parte lo agradecí, así me mantenía lejos de los gritos y discusiones innecesarias, y ya no quise volver. —sorbo la nariz y limpio las gotas del llanto involuntario. —Pero cuando mamá empezó a empeorar, me preocupé mucho, a pesar de que sentía que no les hacía falta, quería estar para ella, para ambos, son mis padres, porque yo sí los quería aunque sentía que ellos no lo hacían... Ninguno nunca me demostró el amor que tanto presumen tener.

Mi tía pasa sus manos por mi espalda en una caricia suave y reconfortante. Podrán pasar muchos años y yo sigo sintiendo como si esas simples caricias si pudieran sanar.