10. Humo

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Una sonrisa se escapa por mis labios que intento ocultar detrás del café moka que me pedí para desayunar

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Una sonrisa se escapa por mis labios que intento ocultar detrás del café moka que me pedí para desayunar. Finjo concentrarme en mi tarea a la vez en que escucho con claridad los susurros por parte de mis amigos.

Sunoo es el primero en hablar.

—¿En dónde estuviste? —La pregunta sale sin rodeos—. Jungwon casi se pelea con la policía porque no le permitieron la denuncia de tu desaparición.

—Estaba por llamar a mi abuela para buscarte cuando entraste —comenta el menor, soltando un suspiro. Lo miro y me doy cuenta de que su expresión es cansada, con Sunoo es lo mismo.

—Me entretuve un rato —digo, y la vergüenza provoca un sonrojo en mis mejillas.

Jungwon me mira atónito y se da la vuelta para volver a su habitación, sus ojos se veían cansados, lo deduje por las ojeras visibles. Sunoo suelta un largo suspiro.

—No estamos en contra de que te diviertas... demasiado —dice Sunoo, echándole un rápido vistazo a las marcas en mi cuello que no me molesté en ocultar—, pero si vas a irte por tu cuenta, al menos avísanos en dónde estás y con quién. La ciudad es grande, nos preocupas.

Admito que toda la situación es una experiencia nueva para mí. En la granja no tenía que dar explicaciones de lo que hacía y con quién estaba porque todos nos conocíamos a la perfección, de hecho, podía salir incluso a altas horas de la noche dejándole un recado a mis abuelos donde les avisaba que había ido con algún vecino a pasar el rato. No recibía regaños ni mucho menos había drama por las cosas que decidía hacer de manera espontánea.

Es claro que la ciudad no es como el campo, y que yo no fui con un vecino a observar cómo una gallina ponía huevos por primera vez, sino que fui a un hotel muy lujoso que era exclusivo para la comunidad LGBT, conocí al dueño y después me hice espacio en una suite donde me trataron como rey. Todo esto solo porque Lee Heeseung se había fijado en mí. Ni siquiera tuve que fingir que me preocupaba el dinero por lo que habíamos gastado al comer en el lugar y salir a dar una vuelta por la extravagante calle donde se situaba Vicious porque Heeseung se había encargado de pagar todo. Apenas miraba algo que me parecía bonito y él no dudó ni un segundo en extender su tarjeta a cada empleado, diciendo llevaremos eso.

El solo recuerdo hace que mi mirada se desvíe hacia las bolsas que están frente mío; la mayoría son de Prada, convenientemente, había una enorme tienda en el lugar y aunque me rehusé, Heeseung insistió en que debía usar algo de esa marca ya que Jongseong estaría por sacar su línea de ropa, dijo que debía acostumbrarme a lo caro.

—Lo lamento, chicos. No era mi intención preocuparlos —La disculpa es honesta, todavía siento culpa por haberlos preocupado—. Dudo que se repita, creo que fue cosa de una sola vez.

No puedo evitar lamentarme. Aunque la pasé fenomenal con Heeseung, la idea de que aquello solo ocurriría una vez no abandonó mi mente. ¿Por qué él querría estar conmigo de nuevo? Es más, ni siquiera sé cómo voy a verlo a la cara después de todo lo que hicimos. Me pregunto si actuará como si nada, justo como toda la mañana y parte de la tarde, pero recuerdo los besos y las caricias, eso no es algo que alguien haría si quisiera fingir que nada pasó. Habíamos estado de una forma tan íntima, incluso cuando salimos a la calle, él sostuvo mi cintura con firmeza, como si quisiera demostrar que yo estaba con él. Probablemente se debió a las miradas curiosas que obtuve, pero no fue mi culpa, a los coreanos les gustan los extranjeros.

ONE OF THE GIRLS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora