Cap. 11

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  Su cuerpo corría agitado hasta el punto de sentir el dolor en sus pulmones que exigían que detuviera sus pasos, que los librara de la pesadez. Incluso si su respiración fallaba Louis no se detendría hasta llegar a su destino. Su herida comenzaba a sangrar, podía sentir la humedad color carmín traspasar su camiseta color verdoso. Los puntos de sutura tal vez deshechos por los fuertes movimientos de su abdomen al buscar aire frenéticamente en cada esquina que doblaba para llegar a la azotea.

Notó las escaleras y con la fuerza que le quedaba las subió ignorando el dolor en su muñeca. Era un omega difícil de roer. Su cabello se pegaba a su frente y las gotas de sudor le borraban la visión, pero eso no le impidió sacar el arma que estaba guardada y que con un ágil movimiento le había quitado al soldado que custodiaba la puerta de su habitación. Había derribado al alfa que difícilmente se esperaba el ataque por la espalda, había tomado su arma y con la ayuda del doctor lo habían amarrado a la camilla.

Ahora en su tarea por proteger a los suyos había tomado la decisión de acabar con el problema.

El doctor había entrado irrumpiendo su tranquilidad con ojos asustados y el pulso agitado. Había mencionado con voz temblorosa que debía huir. Que corriera lejos y protegiera a los suyos. ¿Protegerlos porqué? Y esa era la pregunta que salió de sus labios pálidos porque perfectamente sabía de quién.

Así que cuando tuvo la oportunidad de huir, de correr junto a los suyos no lo hizo. Tomó el rumbo contrario y se alejó de la salida. Corrió hasta que el aire escapó de su cuerpo y las punzadas de dolor le recordaran que estaba vivo. Ignoró los gritos del beta cuando le rogaba que volviera, que no fuera imprudente. Pero Louis no era imprudente, bueno, tal vez un poco, pero debían entenderlo. Tenía miedo, y el enojo subsiguiente que le quemaba las venas lo hicieron pensar de manera irracional.

Así que ahora parado en la azotea a la luz de la luna que danzaba en sus pómulos puntiagudos como dagas afiladas sostenía su arma apuntando hacia el frente. Sus manos no temblaban, estas picaban por jalar el gatillo y quitar el último aliento de aquel hombre que con su postura firme y ensayada sonreía a sus soldados. Quitó el seguro y volvió a apuntar para no equivocarse, para no cometer errores cuando le vaciara el cerebro. Y lo iba a hacer. Pero un objeto frío y metálico hizo contacto con su nuca.

-Baja el arma inmediatamente o disparo.- el hombre dijo de manera calmada como si mencionarlas lentamente hiciera que el omega las entendiera. Louis no se inmutó con su mano aún al aire.- No quiero hacer esto, Louis, pero si no me dejas otra opción lo haré.-

-Largo de aquí, no es tu asunto.- murmuró el omega con rabia. Su mirada seguía fija en el objetivo.

-Es a mi Sargento a quien estas apuntando, eso lo hace mi asunto. Baja el arma, lo diré por última vez.- volvió a tocar la nuca del omega con su arma. Louis soltó el arma y con su pierna la alejó de su cuerpo.- Date la vuelta.-

Con las manos al aire Louis se dió la vuelta mirando a los ojos al hombre de ojos verdes que ahora le apuntaba con el arma. Tenía tanta rabia, quería gritar y arrancar su garganta con sus dientes. Lo estaban alejando de su objetivo, lo estaban alejando de acabar con el hijo de puta que quería hacerle daño a su gente.

El alfa lo hizo arrodillarse y con sus manos alejó la mochila del omega, buscando en ella más armamento. Estaba asegurándose que no tuviera formas de hacerle daño a su gente. Porque entonces se dio cuenta que esta aunque le sonrieran y lo trataran como parte de ellos, nunca sería su gente.

-No sabes lo que haces, no sabes el monstruo que es, si lo supieras no estarías apuntándome con el arma, me rogarías que lo atravesara, que le volara la cabeza.- habían lágrimas de ira en sus ojos azules.

Sobreviviente {Larry}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora