Capítulo 11

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2012

Querido diario:

Papá ya no está.

Se fue.

Y parece que no me adapto a la idea.

Mis abuelos se fueron.

Papá se fue.

No me queda nadie.

Murió hace dos semanas y hoy asumo la presidencia de su imperio, a media carrera, con diecinueve años y el corazón hecho trizas.

Mónica está destrozada, no quiere comer, solo llora y duerme, la he llevado al médico y le han suministrado demasiados medicamentos.

Me duele el secreto que me cargo con ella, Mónica perdió al amor de su vida, mientras que para papá, el amor de su vida era la mejor amiga que estaba apoyada en un hombre que no era él.

Llevo un vestido negro muy elegante hasta debajo de las rodillas, ajustado, junto a un par de tacones que me hace simular la altura que no tengo.

No reconozco a la mujer de mi reflejo. No soy la chica de faldas de colores ni tenis que acompaña a su novio a las carreras.

Pero al parecer Jules si me reconoce, porque tal y como cada vez que me ve, me murmura lo hermosa que me veo.

Jules.

Jules.

《 Prométeme que nunca vas a dejarme sola》

No se que escribir, he perdido mucho en verano y aún así, es de las estaciones que más amo.

En verano mamá se fue.

En verano mis abuelos murieron.

En verano papá los siguió.

El verano se empeña en que lo odie. Pero Jules me abrazó cuando terminó la conferencia de prensa, me sostuvo la mano todo el camino a algún lugar en Roma y en la terraza de una bonita casa me estrujó entre sus brazos.

Me prometió que no estaba sola, que papá estaría conmigo siempre, que siempre lo tendría a él, a su familia.

Jules prometió que el verano siguiente sería el mejor. Que estaba bien extrañarlos, solo no debía olvidarlos.

Debía enorgullecer a papá, lucir tan bonita como sabía para alegrar a la abuela entre las estrellas, debía seguir bailando en las noches de verano así como el abuelo me había enseñado.

Esparciendo las cenizas de mi colega de aventuras por la playa, prometí no caer y el atardecer me acompañó como aquellos días en donde papá y yo viajabamos por carretera.

Este verano no hubo vacaciones, ni cenas en la Toscana, ni besos bajo las estrellas, ni amor en la media noche.

Mi verano se consumió entre las paredes de una oficina y Jules me acompañó todas las veces que pudo.

Jules no se fue aunque en general no tenía hambre, ni ganas, ni tiempo.

Lo único que me mantenía firme fue el chico de sonrisa brillante, que cuidó mi corazón magullado y sanó todas mis heridas.

Los dias en los que odiaba el universo entero, incluso en esos días, amaba a Jules Bianchi y extrañaba a todos aquellos que me dijeron adiós.

Agradezco a mi chico, el sol mas brillante en el universo.

Con amor a pesar de todo, Stella.

Pd: odio a la prensa, no se cuantas veces han dicho en un solo año que Jules y yo nos engañamos mutuamente, gracioso.
Jules y yo nos reimos de ello.

Dear diary, I met a boy | Jules BianchiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora