trece

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la pequeña may logró colgarse con sus pequeñas garras de la sudadera del castaño, causando que se quejara un poco por los pequeños rayones en su piel, sin embargo, no le tomó mucha importancia, jugar con los gatitos de spreen era divertido y lo mantenía de buen humor.

spreen recargó su mentón sobre la palma de su mano, mirando a juan a una corta distancia mientras suspiraba ocasionalmente, sentado en las gradas de la entrada de su casa.

-¡spreen, mira!

el mencionado sonrió divertido al ver que sus tres gatos estaban enganchados a la sudadera del menor, que en lugar de sentirse molesto porque estaban rasgando su ropa, se encontraba demasiado sonriente y animado.

juan estaba encantado, compartir tiempo con spreen solo terminaba elevando un poquito más sus esperanzas, y a decir verdad, le gustaba sentir que en algún momento podría tener una oportunidad en lugar de pensar en que solo se estaba ilusionando y que terminaría con el corazón roto, prefería aprovechar el momento.

un auto se estacionó ruidosamente frente a la casa de spreen, llamando la atención del alto y del menor al mismo tiempo. juan se mantuvo curioso por un momento mientras una enorme sonrisa aparecía en el rostro del pelinegro.

-¡al fin estamos aquí!- exclamó un chico al bajarse del auto, estirando sus brazos hacia arriba para relajar su cuerpo.

-¡debieron avisarme que vendrían!- spreen caminó hacia ellos con alegría, saludándolos.

-tu mamá nos dió la dirección, queríamos que fuera sorpresa- explicó uno de ellos.

cuando spreen tuvo que mudarse, una de las cosas que más le dolió fue dejar a sus amigos atrás, amigos con los que creció desde que tenía ocho años, llegando a ser las personas más cercanas a él. su amistad perduró por mucho tiempo, por lo que la noticia de que dejaría la ciudad, no les resultó para nada agradable, manteniéndose en contacto por medio de mensajes o llamadas ocasionales cuando había tiempo.

-¿quién es él? ¿el niñero de tus gatos?- su mirada se detuvo en juan por unos segundos, regresando hacia spreen para obtener una respuesta.

-ah, no- rió cortamente -él es juan, un amigo que conocí cuando vine.

juan levantó su mano y la agitó en forma de saludo, sonriendo con un poco de vergüenza por la mirada de todos sobre él. admitía que eran chicos guapos, y tal vez en otra ocasión se hubiera sentido atraído, pero mientras spreen siguiera ahí, no podía prestarle atención a nadie más.

-juan, ellos son mis amigos- presentó -rubius, quackity y missa- los señaló en orden. los tres saludaron amablemente a juan, sonriéndole cortamente antes de entrar a la casa sin decir nada más, haciendo ruido con sus risas.

juan los miró entrar y regresó su vista hacia spreen, ¿eso significaba que debía irse ya?

-hey...no sabía que mis amigos vendrían- empezó a hablar, acercándose al menor.

-supongo que debo irme- su mirada decayó un poco, jugueteando con los gatitos mientras un leve puchero se formaba en sus labios.

spreen no se sentía muy bien teniendo que despachar a juan cuando ya le había dicho que podían pasar la tarde juntos, sabía que algo como eso lo desanimaría y no quería hacerlo sentir mal de ninguna manera.

-si quieres puedes entrar con nosotros a la casa- sugirió, causando que la mirada del menor brillara con emoción.

-¡me dejarás entrar a tu casa!- se levantó rápidamente, tomando en sus brazos a los tres pequeños gatos sin importarle que su pantalón estuviera un poco sucio por estar en el suelo -vamos- apresuró, caminando hacia la entrada.

spreen asintió con una pequeña sonrisa que juan no alcanzó a ver, se hizo a un lado para que pudiera pasar, y tras entrar a la casa, cerró la puerta, escuchándose al fondo algunas risas, incluyendo la de su madre.

juan parecía estar en su sueño ideal, conocer la casa de spreen por dentro, de alguna manera, le resultaba muy emocionante. no le había pedido entrar momentos atrás, estaba muy entretenido como para insistir en eso, pero ahora que se encontraba adentro, todo parecía ser muy interesante; desde las fotos familiares, hasta los libros esparcidos de forma desordenada sobre la mesa de centro que se encontraba en la sala.

los gatitos se movieron un poco inquietos sobre los brazos de juan, por lo que se vió obligado a soltarlos, viéndolos correr hasta esconderse tras algunos muebles. siguió caminando hasta que llegaron al patio de la enorme casa de aspecto rústico.

en el centro del patio se encontraba una mesa espaciosa de madera cubierta por un lindo mantel color menta con varias sillas hechas del mismo material alrededor, bajo un frondoso árbol que lograba dar bastante sombra, dejando pasar solo unos pocos rayos de sol que no incomodaban a nadie.

-¡es muy hermoso!- exclamó hacia spreen, pasando totalmente por alto el hecho de que todos los presentes dejaron de hablar y pusieron sus ojos en él ante el sonido de su voz.

-trajiste al niñero- bromeó rubius, dándole un sorbo al jugo de manzana que la mamá de spreen acababa de llevarles.

-te dije que se llama juan, y no es un niñero- respondió el pelinegro, tomando asiento en una de las sillas. suspiró -ven, siéntate- movió hacia atrás una de las sillas para darle espacio para que el castaño tomara asiento a su lado.

aroyitt, la madre de spreen, observaba con curiosidad al nuevo invitado, pareciéndole un chico realmente tierno, agregando que era el primer amigo del pueblo que su hijo llevaba a casa.

-¿vas a presentarme a tu amigo o qué?- dijo divertida.

-cierto, perdón. él es juan, un amigo que hice en la biblioteca- lo presentó rápidamente, señalando al castaño -ella es mi mamá- señaló ahora a la mujer, obteniendo un gesto desaprobatorio de su parte.

-un gusto, señora, soy juan guarnizo, hijo de los únicos guarnizo que existen en este pueblo

juan se levantó de su silla e hizo una reverencia. unas suaves risas se escucharon, sin embargo, las pasó por alto -es usted muy bonita, su cabello negro me gusta mucho- halagó de manera natural, sin sentirse forzado a hacerlo, y es que no podía evitarlo, spreen y su madre eran muy parecidos.

aroyitt lo miró sorprendida, sintiéndose complacida ante el halago y la presentación del menor; hace mucho no le decían un comentario de ese tipo o le demostraban tanto respeto, en la ciudad no solían ser así las personas, mucho menos los adolescentes que parecían más interesados en su propio mundo que en las personas a su alrededor.

-el gusto es mío- le regaló una sonrisa amable -y muchas gracias, cariño- dijo con dulzura -siéntate, en un momento te traigo algo de tomar.

juan asintió sonriente, se sentó y se fijó en las expresiones burlonas de los presentes, pero no entendía el porqué; tal vez, se estaban riendo de algo más, no iba a darle vueltas a eso.

spreen supo que, juan se había ganado a su madre con tan solo halagar su cabello, sabía que a ella le encantaba que las personas le dijeran cosas lindas porque eso la hacía sentir con más ánimos, así que sin duda alguna, juan ahora era el favorito de su madre ya que ninguno de sus amigos le hacían comentarios de ese tipo.

-entonces...¿tú eres el chico que pasa detrás de nuestro spreen a pesar de que no le interesas en ese sentido?

juan sintió sus mejillas enrojecer rápidamente y spreen abrió sus ojos con sorpresa ante la pregunta tan directa y ofensiva.

no fue una buena idea juntar a juan con sus amigos.

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