Veinte.

983 136 60
                                    

—¡No quiero seguir estudiando! —me lamenté, tumbándome sobre la mesa

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—¡No quiero seguir estudiando! —me lamenté, tumbándome sobre la mesa.

—Tyler, llevas exactamente dieciocho minutos y treinta y dos segundos estudiando, ¿cómo no vas a poder? —cuestionó Elián.

—Tengo una capacidad de concentración limitada a cinco minutos y eso yendo a lo grande. —Hice un puchero.

—¿No habías hecho maratones de cinco horas de estudio?

—Sí, pero con música de fondo. —Seguí con mi puchero.

—Pues ponte tus cascos —dijo con obviedad.

—Si no me los pongo por algo será, imbécil —bufé.

—¿Los has vuelto a romper? —se burló.

—No es lo que parece —refuté.

Rodó los ojos antes de sacar unos cascos azules con una mariposa a un lado y me los colocó.

—Ya no tienes excusa —sonrió con inocencia antes de poner mi playlist en su teléfono.

—Te odio —declaré.

No pude escuchar lo que dijo por el volumen de la música, pero con mis pocas habilidades de lectura de labios, entendí un "yo te quiero mucho". Lo dejé pasar porque debí malentenderlo.

Nos pasamos la tarde juntos, cada uno concentrado en sus cosas, pero juntos.

No pude evitar mirarlo de reojo varias veces durante ese tiempo y hasta me sentí culpable por robarle los cascos. Sin embargo, él tenía otros de repuesto en su mochila, solo que estos eran auriculares, como los que llevaba puestos el otro día.

Después de lo que pareció una eternidad, pero que, en realidad, fueron tres horas, me quité sus cascos y me los colgué en el cuello.

—Si no aprobamos, me voy de la vida —bufé.

—Ni te atrevas —advirtió.

Hice un puchero.

—Pues cómprame un té, porfi. —Hice un puchero.

—Antes muerto que derrochando dinero.

Alcé una ceja.

—Está amistad va a comenzar a peligrar si sigues con esos gustos —bromeé.

—Sigo sin entender cómo trabajas en una cafetería en donde casi siempre estás sirviendo café cuando no te gusta el café. —Rodó los ojos con diversión.

—El dinero mueve a las personas, Elián —reí.

—Entonces, si te pago, ¿me darías clases particulares?

Fruncí el ceño.

—Te las daría gratis, Elián, eres mi mejor amigo.

Soltó una carcajada y asintió.

Francamente, me gustas © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora