Diez.

1.1K 140 82
                                    

—¡En mi defensa, yo también pago el apartamento! —exclamó Hassel

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—¡En mi defensa, yo también pago el apartamento! —exclamó Hassel.

—No decimos que no, pero ¿era necesario que bailaras desnudo? Has traumatizado a un futuro músico y a un inocente estudiante universitario —murmuró Elián.

—Oh, vamos, si habréis visto miles de personas desnudas en vuestras vidas.

—Sí, pero no eran mi mejor amigo. —Hice una mueca de asco—. Nunca voy a verte igual.

—Ni siquiera estaba completamente desnudo, quejica.

—He visto lo suficiente para traumatizarme de por vida, gracias. —Dejé la bebida en su mesa y volví al mostrador, limpiándome las manos en el delantal.

Después de ir a por un helado, Elián y yo volvimos a casa, encontrándonos a Hassel cantando a todo volumen y bailando semidesnudo en la cocina, preparándose la comida. No era como si no estuviera acostumbrando, pero me gustaba molestarle, sabiendo que era muy fácil sacarle de quicio y avergonzarlo de por vida.

Nos callamos y cada uno fue a su habitación en silencio mientras él nos observaba tieso. Me reí mucho y desde el día anterior llevaba riéndome de él.

Cuando la campanita de la entrada sonó, alertándome de la llegada de un nuevo cliente, me giré para atenderlo, encontrándome una desagradable sorpresa.

—Hola —saludé sin siquiera fingir una sonrisa.

—Ey, Tyler. —Daniel tosió con incomodidad.

—¿Qué quieres de beber?

—Lo siento por lo del otro día. —Se rascó la nuca, nervioso.

—¿Qué quieres de beber? —insistí.

—Té con leche y hielo —pidió—. Y disculparme correctamente.

—Serían cuatro con veinticinco y no creo que lo segundo sea posible.

—Solo quería...

—Joderme, sí, me di cuenta. —Rodé los ojos, yendo a preparar su bebida.

—No, no quería eso. Pensé que sería buena idea, ¿vale? No sabía que estabas tan afectado.

—Vaya, se muere mi mejor amigo de toda la vida y no me afecta. Ojalá —bufé.

—No, bueno, ya sabes a lo que me refiero. —Negó con la cabeza—. Mejor me callo, ¿no?

—Sí, por favor. —Hice una mueca.

Le tendí su bebida.

—Mira, Tyler, yo...

—No —lo interrumpí, agachando la cabeza—, tenías razón. He estado todo este tiempo sintiéndome culpable por algo que yo no podía haber evitado. Tenías toda la condenada razón, ¿contento?

Francamente, me gustas © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora