Once.

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—Ah, ¿sí? —sonreí socarronamente mientras deslizaba mis manos por debajo de su camiseta

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—Ah, ¿sí? —sonreí socarronamente mientras deslizaba mis manos por debajo de su camiseta.

—Tyler —me reprochó.

—Esta en mi venganza. —Me encogí de hombros.

Desbroché su cinturón y se lo quité. Seguí con su pantalón, me arrodillé delante de él y sonreí con malicia antes de atrapar la cremallera de su bragueta con los dientes y tirar hacia abajo.

—Esto es cruel —gimió de placer cuando por fin mi boca hizo contacto con su piel.

—Es lo que te mereces, cabrón.

—Siempre has disfrutado de estas cosas —jadeó.

—Y tú siempre me las has cumplido. —Me encogí de hombros.

No pudo seguir respondiendo, pero su habitación se llenó de suspiros y gemidos, todos suyos.

Sonreí con orgullo cuando se corrió y me relamí los labios al terminar.

—¿No se supone que es un castigo?

—Sí, ¿por?

—No debería estar disfrutando.

Desaté la cinta que cubría sus ojos.

—¿Quién dijo que había terminado?

Mantuve mi sonrisa y me bajé los pantalones antes de sentarme a horcajadas sobre él.

—No me jodas, Tyler —resopló.

Comencé a molestarlo y prontamente, volvió a tener una erección.

—Sé qué te gusta, sé cómo hacer que te guste y sé disfrutarlo, ¿sabes? —Acaricié su pecho con mi dedo índice.

Él inspiró hondamente.

—Adelante, puedo aguantar —me retó.

—Te odio taaanto —murmuró sobre mi piel cuando despertamos a la mañana siguiente

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—Te odio taaanto —murmuró sobre mi piel cuando despertamos a la mañana siguiente.

—Tú me retaste.

—No vuelvo a hacerlo. —Me apretó entre sus brazos y yo sonreí, satisfecho—. Aunque quizá me gusta que me castigues.

Comenzó a deslizar sus manos hacia mi cintura.

Francamente, me gustas © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora