Dos.

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Odiaba sentirme débil, era una sensación horrible que me carcomía poco a poco desde dentro hacia afuera

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Odiaba sentirme débil, era una sensación horrible que me carcomía poco a poco desde dentro hacia afuera.

Le pegué una patada a mi contrincante y lo derribé hacia el suelo antes de agarrarle un brazo, inmovilizándolo.

—He ganado —declaré, levantándome con una sonrisa de superioridad.

Utilicé mi camiseta para limpiarme el sudor de la frente y me peiné el cabello hacia atrás.

—¿Qué? No, ¡exijo una revancha! Estaba distraído —se excusó este.

—¿Qué estoy oyendo? Pero si es un bebé lloriqueando. —Le di un sorbo a mi botella de agua y la guardé en mi bolsa—. Lo siento, la próxima vez será. Tengo cosas que hacer.

—No te puedes ir como si nada —gruñó.

—Que sí, que sí, deja de llorar.

—Claro, como tú te vas a follar, te vas feliz —bufó.

—Ojalá —reí—, pero no, me voy a trabajar. Me han cambiado el turno.

—Ugh, Tyler siendo responsable, sigo sin acostumbrarme a esa faceta tuya.

—Que sí, Mya, que sí. —Revolví su cabello con mis manos y me fui de ahí, escuchándolo maldecirme de todas las formas posibles.

Él era una conocido de Hassel, aunque la primera vez que coincidimos, fue a través de otro amigo; Niss.

Juntos formábamos una banda.

A veces quedábamos para hacer una sesión de autodefensa o algo así, porque últimamente se había convertido en yo aplastando a Mya.

Miré mi reloj, viendo que aún tenía tiempo para llegar a mi turno en la cafetería, aunque tenía que correr para ello.

Me aseguré de cerrar bien la cremallera de mi bolsa de deporte y guardar ahí dentro todos los objetos preciados que tuviera en los bolsillos. No necesitaba perder nada.

Antes de hacerme el sprint de mi vida, un coché me pitó. Listo para insultar, me giré, viendo que en realidad era Elián, quien estaba asomado por su ventanilla.

—¿Elián? ¿Qué coño haces aquí? —Fruncí el ceño.

—Te he visto un poco solo y he pensado en ofrecerte un viaje.

—No digas eso, solo me recuerdas a los típicos babosos. —Fingí que un escalofrío me recorría la columna—. Pero bueno, no me voy a negar, me acabas de ahorrar esfuerzo físico.

—No soy un baboso —soltó una risa—. Y de nada, aunque no me hubiera negado a verte sudar.

Se mordió el labio inferior y volvió a reír.

—Por Dios, vienes de una cita, ¿no?

Mostró una sonrisa ladeada y negó con la cabeza.

—De un hotel.

Francamente, me gustas © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora