4.- The Empress

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—¿Cómo lo han conseguido? —
Exclamó Aaron al mirar al niño que se abrazaba a Louis sin entender nada
—Puede mirarlo por usted mismo, mis palabras son sinceras —
Respondió Louis, le había contado su historia en cuanto Lightner descubrió la marca en la frente del bebé, pero el caballero era totalmente escéptico ante la idea. No solo era cruel creer que un niño tan importante fuera maltratado de forma tan absurda, era escandaloso.
—Por dios... —
Murmuró el hombre con el niño en brazos, Louis y Armand estaban al borde del sueño diurno, Armand ya había cerrado los ojos, de pronto, esos ojos chocolate se abrieron de golpe
—Si se te ocurre llamar a esos magos, juro que los perseguiré sin tregua —
Bramó el pelirrojo, dejando helado a Aaron.
Louis se sintió cansado, muy cansado, mirando al niño en brazos del investigador, su vista se nubló y terminó por quedarse dormido en aquella silla. Armand, con el don de la mente, le trataba de advertir de un tal Dumbledore, con una serie de imágenes robadas, por supuesto, de la mente de Lightner.

El sopor matutino entumió sus brazos, su mente se fué perdiendo y de pronto, el fastidioso sonido de los grillos lo inundó todo, estaba en Nueva Orleans, de pie frente al pantano, el aroma a cera y podredumbre le inundó la nariz, cuando se acercó el brazo a la cara, miró la bonita casaca gris y las elaboradas mangas de encajes.
Estaba de regreso en 1800...
Se agitó en sus sueños justo antes de que una mano esquelética le tomara la pierna y tirara de su pantalón, el grito no se hizo esperar, retrocedió sólo para caer de espaldas sobre el fango, aquella mano se arrastraba, mostrando poco a poco el resto del cuerpo:
Con la piel del rostro pegada al hueso, unos ojos nublados e imposibles, sus cabellos rubios empapados de agua sucia y revueltos con hojas y musgo, la profunda herida en su garganta.
—¡Lestat! —
Gritó, mientras aquél cadáver se arrastraba sobre su cuerpo paralizado, fué recobrando su esplendor mientras trepaba sobre su cuerpo y las lágrimas corrían libres por el rostro de Louis. Frente a frente, el pesado y musculoso cuerpo de Lestat le apretaba, abriendo sus piernas con las rodillas en una burla obscena, mientras sus labios rojos amenazaban los propios, fué su mano la que le detuvo la barbilla y tras apenas un suave beso, su cuello fue girado y Lestat bebió de él. Esto debía ser una visión, pues Louis sentía cada movimiento, el compás de su respiración, el placer de su sangre corriendo fuera de sus venas.
Sí, sangre, esa sangre pareció brillar, todo el pantano se cubrió de nieve y de pronto, un temblor sacudió todo su cuerpo, Lestat sobre él se miraba perdido, como una estatua de mármol y de pronto un grito agudo
«¡¡PELIGRO, PELIGRO!! ¡Todos estamos en peligro!»

Abrió los ojos de golpe, el aire llenó sus pulmones de una, seguía sentado en aquella silla, con el despacho vacío y las cortinas bien cerradas, Armand, Aaron y el niño no se veían por ningún lado. Louis sintió pánico, se levantó de una y al siguiente segundo ya había cruzado la puerta, cuando la voz de Armand le alcanzó, susurrando en su mente
«Segundo piso...»
Vió el camino para llegar, Armand arrullando a Paul entre sus brazos, una habitación privada; llegó ante la puerta en un suspiro, antes estaba girando el pomo cuando cayó en cuenta de la velocidad de sus movimientos, en el interior, sobre un mullido sofá individual, Armand cargaba a Paul mientras le leía en voz humana un cuento de los hermanos Grimm.
La paz regresó a Louis y cuando cerró la puerta y el ruido hizo girar al bebé
—¡Papá! —
Exclamó Paul y extendió las manos, tirando el libro al suelo e ignorando por completo a Armand, el pelirrojo lo dejó bajar de sus piernas y se mantuvo inmóvil, observando los pequeños pasitos que corrían hacia Louis.
—Mon Petit —
El abrazo fue suave para Louis, pero sentía que el pequeño le apretaba con todas sus fuerzas
—¿Tenes frío? —
Preguntó el pequeño, Louis sonrió con tristeza
—Si amor, tengo frío...
Armand rebosaba de sangre, lo sabía por su piel sonrojada, había recogido el libro y les miraba en silencio mientras el niño llevaba de la mano a Louis hasta la chimenea y soplaba su aliento cálido sobre las heladas manos del vampiro.
—Tenemos que irnos —
Anunció, como si fuera una sentencia, Louis le miró con una súplica que fué ignorada
—Tenemos tiempo —
Suplicó el francés, más el ruso se levantó, dejando el librito en la mesa de centro
—Si deseas que te lleve conmigo, nos iremos hoy, ahorita —
Ese dulce ángel era tan frío como el hielo, Louis miró al pequeño, que se había quedado muy quieto ante la voz de Armand, Louis presentía algo, la actitud de Armand había cambiado de pronto.
—Nos pondremos en marcha en cuanto me digas quién va a cuidar de Paul y quién es ese Dumbledore —
La voz de Louis se hizo tan dura como la de Armand, tras unos segundos de silencio, llamaron a la puerta, misma que se abrió sin que ninguno de ellos se moviera
—¿Señor DuLac? —
Louis la miró de inmediato, una mujer de mediana edad, con un sombrerito café, un vestido corto con cuello y pequeños guantecitos impecables, sostenía un libro interactivo y tenía una sonrisa muy amable en los labios
—Oh, sin duda debe ser usted el señor DuLac, mi nombre es Margareth, Margareth Thompson, soy niñera certificada —
Se acercó con su compás educado y extendió la mano enguantada hacia el vampiro, quien la tomó con delicadeza
—Me había comentado Sir Lightner sobre su ocupado trabajo y próximo viaje, yo me haré cargo de su encantador hijo —
La humana miró de Armand hacia Louis sin perder la sonrisa, Paul sonrió de nuevo y se llevó las manos a la boca, Louis lo miró con amor y lo cargó en brazos
—Papá tiene que viajar —
Susurró Louis para el niño, que le miraba con una sonrisa
—Volveré pronto, lo prometo —
El pequeño no entendía, solo jugaba con su rostro mientras Louis le cubría de besos, Armand abandonó la sala en un parpadeo y Louis se levantó, comunicando a la niñera el tiempo de su viaje y agradeciendo su trabajo, ella no pareció perturbada por la repentina desaparición de Armand y esa vibra que sentía en ella... Era bruja, sin duda era bruja.
Sintió algo en su estómago, miró a Paul, luego salió a paso humano, buscando a Armand lo mejor que pudo.

El ruso tenía los dientes apretados, inmóvil ante una mesita de noche con un teléfono, su gesto era monstruoso: parecía no tener vida y al mismo tiempo, estar a punto de atacar.
—¿Armand? —
Llamó Louis, despertándolo de ese embrujo tétrico, lentamente su cabeza se giró hacia el francés, volviendo a la vida
—¿Terminaste? —
Sonrió con falsedad, Louis apretó los labios y asintió con la cabeza
—Entonces no tenemos más que hacer aquí. —
Lo tomó de la mano, las ventanas se abrieron y la noche se extendió ante sus ojos
—No te has alimentado antes de viajar...
—Primero dime quién es Dumbledore —
Armand suspiró, se levantó sobre sus puntillas y los dos salieron despedidos a gran velocidad, hacia las nubes. Entre el sonido ensordecedor del aire, el frío y la lluvia, un nombre resonó en la cabeza de Louis, así, mientras cruzaban el océano a una velocidad vertiginosa, la mente de Armand se conectaba y le invadía, pocas cosas podía Louis ver, pero escuchaba el barullo de voces, todos aclamaban un mismo nombre: "Harry Potter".

Los Reinos de la MagiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora