7.- The Lovers

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1984

"Mañana tendrás que pasar de ese pantalón y esa camisa..."

Louis ya caminaba hacia las colinas, con una sonrisa de oreja a oreja, cerró los ojos un momento, lo escuchó, un corazón inmortal, se detuvo y fué embestido por algo tan duro como un bloque de cemento, cayó a tierra, levantando los puños para empezar un ataque, esos rizos rubios le recibieron primero, luego sus ojos violeta.
Lestat lo besó con pasión, apretando su cuerpo contra el suelo, el corazón de Louis saltó dentro de su pecho y solo pudo apretarse contra su cuerpo, bebiendo con sed de sus labios. Eso que había esperado mientras hablaban, llegaban esas caricias que añoraba en silencio mientras su fuerte brazo le rodeaba los hombros.
El beso se cortó de pronto, la fuerza de su mirada lo hizo estremecer, Lestat hundió su rostro en el cuello y clavó sin piedad los colmillos, Louis clavó las uñas en su espalda y cerró los ojos, mientras la sangre fluía y con ella, sus pensamientos...
Tomó aire, el placer llenó su cerebro y comenzó a llorar mientras la corriente de pensamientos se invertía.
Lestat llenaba su mente, sus manos hacían volar su cuerpo y en el punto dónde su corazón estiró por las últimas gotas, experimentó un placer tan intenso que sacudió su espina entera. Había gemido, aún si él no se había escuchado a sí mismo, se escuchó a través de la mente de Lestat, quien dirigió su cabeza hacia su cuello, cerrando el circuito.
El beber sangre era un acto más íntimo aún que el sexo, pues ambas mentes se abren, se comparten y los corazones toman un mismo ritmo. Así pues, el placer que genera este acto, para un bebedor de sangre, es inmenso, parece más una sensación infinita de recompensa... Louis no supo cuánto tiempo estuvo ahí, perdió la consciencia en sus brazos y esa noche soñó con la belleza de sus años de oro y la preciosa familia que alguna vez fueron.

Despertó con algo caliente en sus labios y una mano sujetando su mandíbula, el frío brazo de Lestat le sujetaba el rostro y apretó sus mejillas cuando lo sintió despertar, estaba desnudo, con el rubio entre sus piernas y él derramaba un delgado hilo de su propia sangre sobre la boca de Louis en un gesto obsceno y provocativo. Louis no pudo hacer mucho por soltarse de esas fuertes manos, sintiendo aquella dureza eterna entre sus piernas frotar contra el blanco abdomen del príncipe malcriado se supo indefenso ante su capricho, de modo que tragó la sangre que le era entregada, despertando su cuerpo y volviendo al juego de la seducción. Lestat se inclinó para envolver sus labios con los propios y Louis le respondió prendiendo sus manos de la fuerte espalda del mayor.
Habría gemido en ese momento, de no ser por la insistente lengua del rubio en lo más profundo de su boca, disfrutó en silencio de su cuerpo desnudo, de cada centímetro como jamás lo había tocado; entonces llamaron a la puerta, la dama dura había abierto la puerta de Lestat sin preguntar y levantó las manos al mirar a la pareja
—Huy, perdón... —
Dijo riendo mientras daba media vuelta y cerraba tras de sí, unos segundos fueron todo lo que Louis necesitaba como excusa, apartó a Lestat de su cuerpo, dejando al príncipe con sus manos e intenciones a medio camino de por fin tomar a Louis en la carne.
—Maldita sea —
Exclamó Lestat mientras la mansión cobraba vida, los gritos de la dama dura y el resto de la banda llegaron a sus oídos inmortales, Louis no lo soportaba. Tomó sus ropas y se estaba por vestir, cuando Lestat le tomó por la cintura, besando su cuello lo condujo hacia el enorme armario y lo detuvo frente a la ropa que consideraba apropiada.

No servía de mucho protestar, todo ahí era cuero, trajes sastre al estilo del siglo pasado y muchas capas. Lestat lo vistió de primera mano: unos ajustados pantalones de cuero, una camisa de terciopelo negro con un corte sencillo, un chalequillo bordado en hilo plateado y una capa larga también de terciopelo negro. Con un par de detalles de maquillaje y ambos fueron vampiros literarios, beso a beso, el príncipe malcriado amenazaba con beber de sus labios, en cambio, él se apartó hacia la ventana, más buscando su propia templanza que huyendo de los fuertes brazos que le dominaban y moldeaban a su voluntad.
Logró escuchar el cotilleo, abajo la dama dura hacia incapié en lo muy ocupado que estaba Lestat con compañía, justo en el tiempo para que, el aludido, lo atrapara de nuevo, abrochando una capa de terciopelo azúl tan oscuro que parecía negro, besando su cuello en el proceso
—Me sorprende que no hayas hecho ningún comentario por el cómo despertaste... —
Osó el rubio, Louis apretó los labios; la sensualidad se había apagado, así que buscó sacudirse su abrazo
—Eres un descarado, ¿Por qué tendría que sorprenderme que, después de casi un siglo de no vernos, lo primero que hagas sea intentar tomarme en carne...? —
Respondió Louis sin mirarle, los brazos de Lestat se apretaban contra su pecho, sus labios apretaron el cuello, no estaba en el mejor ángulo para alcanzar la vena, pero un escalofrío de placer sacudió al pelinegro.
—Mí Loui...—
Susurró el rubio contra su piel, bajando sus manos hacia la cintura para apretarlo a su cuerpo, antes de poder protestar sintió los colmillos romper su piel y se cubrió la boca para callar su gemido, tras el primer sorbo, sintió la conexión, su piel se erizó
—Je t'aime... —
Murmuró Lestat, sin sacar los colmillos, moviendo los labios contra su piel.
Louis se apretó a sí mismo, el placer que le inundó era bochornoso y su mano apenas pudo contener los sonidos de su garganta.
Tembló, sus piernas se doblaron y se dejó llevar por el juego de sangre, solo para que Lestat cortara la conexión con un no menos obsceno gesto.
La declaración de su amor había parecido un sueño, una ilusión febril causada por el placer de convertirse en víctima de ése malcriado, pero cuando sus ojos se cruzaron, por un momento, creyó que era verdad.

Cazaron esa noche, Lestat le había dejado hambriento y festejó con su habitual burla el renovado interés por la muerte rápida y silenciosa. Louis quería apartarse, pero no, al primer intento de huída era de nuevo atrapado en un beso de sangre. Esta vez, Lestat le retenía con su seducción.
Por fin, entraron a la mansión por el frente, con los rostros enrojecidos y el maquillaje intacto, Lestat llamó a la banda, sin soltar la mano de Louis y los presentó uno por uno
—¡Perros! Él es Louis, mi esposo de sangre —

El rostro de Louis fue de sorpresa, la banda comenzó a saludar, platicar, como si lo conociera de toda la vida, él sintió el calor de la sangre en su rostro, decorando su pálida piel hasta las orejas y el cuello de un hermoso tono rosado

Los Reinos de la MagiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora