13.- The Hanged Man

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—¿Cuántas personas aquí conocen sobre la estadía del joven Potter?
Preguntó Albus, sin haber tocado su té, con un gesto mas serio
—Cuatro miembros de la orden en total, la joven Margareth Thompson, Yuri Stefano, Aaron Lightner y su servidor, puede contar con la total discreción de todos nosotros —
Aseguró con calma, sintiendo la molestia en Albus
—Debo llevarme al niño de inmediato —
David negó suavemente con la cabeza
—Se lo suplico, Sir Dumbledore, espere a la llegada de estas criaturas y evitemos un baño de sangre —
—Me niego a dejar a Harry Potter en manos de seres tan oscuros
—Comprendo a la perfección su miedo, sin embargo...
—Si lo comprende hará bien en dejar que lleve al niño en dónde estará seguro.

Dijo tajante, Talbot hizo una mueca y se levantó con cuidado
—Sir Dumbledore, créame que prefiero evitar cualquier clase de represalia...
El semblante de Albus se ensombreció, David frunció el ceño, más bien en preocupación. En ese momento, el teléfono sonó, ambos le miraron como si hubiese insultado a alguien, Talbot se excusó para levantar el auricular y del otro lado de la línea, una voz sedosa, femenina y seductora sonó en cuánto David saludó.
—Jesse irá al concierto de Lestat, la catástrofe es inminente —.
Luego la llamada terminó, David se estremeció en su asiento, esa voz, esas notas inhumanas y dulces...
—Tengo que salir a América de forma urgente, Sir Dumbledore, se lo imploro, deje al niño con nosotros, evaluaremos el caso, prefiero llegar a un acuerdo con Armand D'Valois antes de poner en riesgo a inocentes —
Suplicó, recogiendo los archivos de la mesa y guardándolos en una gaveta con llave, echó mano del teléfono y detrás de Albus se materializó Lightner
—¿Talbot?
Preguntó con su voz a punto de desvanecerse, Albus se giró y la sonrisa de David se hizo más amplia.
—¡Sir Dumbledore! Ha venido, oh bendito dios ha llegado —
Le estrechó la mano con cariño, Albus se quedó en silencio apenas después de contestar el saludo
—Jesse... Jesse irá al concierto —
Dijo apurado David Talbot, mirando entre uno y otro, marcando números para comunicarse con los abogados y agendar un viaje de última hora para el Concord a Washington. Albus se quedó callado, Aaron también parecía haber palidecido
—Tenemos que detenerla...
Dijo apenas con voz y, por un instante, se volvió tan traslúcido que se miraba a través de él.

Entre excusas y disculpas, David salió de su estudio, apurado. Albus se quedó en silencio, contemplando el cuerpo intangible de Aaron Lightner.
—De todas las apariciones que he visto, usted es la más cercana al cuerpo y carne —
Le halagó, mientras Aaron le miraba con congoja
—Es un truco complicado... —
Murmuró, flotando etéreo sin fuerzas para incorporarse
—Jesse, ¿Es hija de Talbot? —
Aaron le miró, arrugando el ceño, pareció recuperar su materialidad un momento
—Es hija de la Talamasca, demasiado joven, demasiado confiada en sí misma —
Poco a poco aparecieron de nuevo los pies, Aaron anduvo hasta el asiento de cuero que pertenecía ahora a David y se sentó, aún se podía vislumbrar a través de su cuerpo, pero no era una simple nube plateada.
—¿Puedo preguntar por ese concierto? —
La voz amable de Albus parecía darle más vida a Aaron, torció una sonrisa
—Es una ridiculez, es un concierto, si, pero de vampiros, vampiros reales... Jesse, David la ama como se ama a un hijo... —
La voz y los pensamientos de Aaron Lightner demostraban lo lejos que estaba en ese momento de la manifestación completa, sus ojos abiertos no enfocaban, su núcleo danzaba dentro de la silueta que era su cuerpo, cada vez más disperso
—¿Dónde está Harry? —
Preguntó con amabilidad Albus, los ojos de Aaron se abrieron como platos
—¡Harry Potter! ¡Harry...! Está... ¿Dónde está? —
Lo último de su voz fue casi inaudible, Albus apretó los labios y Aaron pareció desintegrarse como humo, dejándole solo en el despacho.

No muertos, bebedores de sangre, Albus pensó un momento y se levantó, salió por el pasillo, dispuesto a encontrar al niño que sobrevivió. ¿Acaso no esas criaturas se habían aliado con Voldemort apenas?
Estaba doblando el corredor cuando un rostro conocido salió avante
—Sir Dumbledore...
Gruñó con su habitual gesto de desagrado, llevaba el cabello negro bien peinado
—Sir Stefano —
Saludo el mayor, asintiendo con la cabeza, él se convirtió en su escolta
—Si gusta le puedo conducir hacia nuestra sala, también a la librería, hay tonos públicos bastante entretenidos —
Dijo Yuri Stefano, con voz robótica, como si hubiese aprendido de memoria las palabras de cortesía
—Quiero ver a Harry, si no es mucha molestia —
Anunció con voz queda y una sonrisa, Yuri detuvo sus pasos
—No sé si esté tomando la siesta... —
Esquivó el menor, con voz gélida, pero Albus había logrado visualizar el camino en su mente, mismo camino que se sacudió de los recuerdos al continuar su marcha
—También le puedo llevar a la cafetería, me temo que a esta hora está vacía, pero pueden cocinar para usted lo que desee —
Albus lo siguió, con una sonrisa en los labios
—Iré a la biblioteca, por favor —
Anunció, extendiendo la sonrisa al ver que el otro hombre se detenía en seco y viraba hacia la izquierda
—De este lado, todos los archivos disponibles se encuentran fuera del cristal, es mi deber informarle que el acceso a niveles inferiores y archivos dentro de los cristales está limitado a los miembros oficiales de la orden...—
Era como escuchar una grabadora, Albus se sonrió en silencio mientras caminaban y logró ver el pasillo con la puerta al fondo, la puerta donde resguardaban a Harry Potter.
Yuri siguió hablando, hasta llegar a la puerta doble de madera tallada, la cual abrió solo por un ala, con sumo cuidado e invitó a Albus a entrar; el director agradeció, pasando por delante del menor, logró ver la multitud de artículos y literatura que se encontraban tanto en los estantes disponibles, como detrás del muro de cristal, torció la sonrisa, echó una mirada al resto de la sala, mullidos cojines, sillones elegantes, mesas de trabajo con sus propias lámparas, uno que otro hermano de la orden dormido plácidamente en los sillones. Cuando se puso a revisar los estantes, encontró de todo: mitología, historia, sociología, política, estudios metafísicos, anales del mundo antiguo.
Tomó un libro que parecía fuera de lugar entre todos, uno que hacía referencia a una entrevista con un vampiro, le pareció curioso, no era un lugar donde esperaría encontrar literatura juvenil, miró a la sala, Yuri habia tomado asiento en una mesita desde donde podía mirar cualquier estante frente a él, lanzando miradas perdidas hacia Albus de vez en vez. Dumbledore abrió el libro, no había nada especial en él, bajo el alias de una mujer se encontraba una historia curiosa sobre un joven que decía entrevistar a un vampiro real.
Desechó rápido el relato, no parecía más que literatura para jóvenes encantados con la idea del mundo sobrenatural, pero al momento de cerrar la tapa, una frase captó su atención
«...Louis su Point du Lac nace en el seno de una familia burguesa en la Nueva Orleans de fines del siglo XVIII...»
Volvió a mirar la portada, meditando en silencio, él conocía el nombre, David Talbot lo había mencionado en sus memorias.
Así que, tomó de nuevo el libro y se dirigió a la mesa de Yuri, se sentó a su lado y el joven entrecerró los ojos.
—No habría esperado que usted leyera esa clase de libros —
Comentó Yuri al aire, acomodando los papeles en su maletín
—Ver lo que las nuevas generaciones piensan de estos temas me causa intriga —
Comentó Albus, pasando a revisar el interior, saltando al azar entre capítulos, hasta que encontró el nombre que le llamaba la atención.
Hora y media más tarde, haciendo amago de su reloj de bolsillo, miró al joven Yuri, quien seguía leyendo carpeta tras carpeta con anotaciones llenas de censura, mientras pasaba un monóculo oscuro sobre las partes cubiertas. Albus le lanzó en silencio un hechizo adormecedor y pronto su guardia se encontraba roncando con la cabeza sobre un artículo abierto, dónde pudo notar la fotografía de una joven pelirroja de ojos verdes que no dejó de evocarle a Lily Evans. Negó suavemente con la cabeza, dejó el libro en el depósito y salió con tranquilidad de la sala, dirigiéndose hacia el pasillo que había visto en su mente, en donde el llanto de un niño le indicaba la puerta correcta.
Margareth Thompson levantaba al pequeño Harry del suelo, consolandolo en sus brazos
—Pero ya te dije que no tienes que correr, pequeño —
Susurraba ella, en un tono cariñoso, limpiando las manitas del bebé y sus rodillas, Albus entró con una sonrisa y la joven dio un respingo, se giró de inmediato
—¡¡Director!! Oh, Paul... digo, Harry, es adorable, parece que entiende todo lo que uno habla cerca de él, simplemente es hermoso —
Albus extendió su sonrisa y se acercó, pidiendo al niño que no paraba de llorar
—Magy, es verdad que parece que se le dan los niños —
Dijo el profesor, recibiendo el peso de Harry y calmándolo con palmadas en la espalda, mientras la joven bruja se ponía roja hasta las orejas
—Y...yo... Qu...quiero ser una buena m...mamadre —
—Estoy seguro de que lo será, Maggy. He venido por Harry, permanecer aquí más tiempo puede ser ciertamente un peligro —
Anunció con la misma voz tranquila, dejando a Harry hipar sobre su hombro. Margareth palideció, negando con la cabeza
—Pero, director, Sir Talbot ha dicho que...
—Lo sé, he hablado con él, si bien no es su deseo, los seguidores de Voldemort son mucho más difíciles de evadir que un par de criaturas que no tienen sentido del mundo mágico, te pido de la manera más atenta que me disculpes —
Y antes de que ella pudiera reclamar, un hechizo salió de su varita, golpeándola en confusión. Se quedó ahí, de pie, inmóvil y con una sonrisa torpe
—...sennññior Terrence, s...si —
Albus agachó la cabeza, se acercó a la chimenea roció un puñado de polvos Flu en ella. Hizo aparición en el hogar de la Señora Figg, dónde un grupo de gatos salió en desbandada
—¡¿Qué es este alboroto?! —
Exclamó la señora Figg, bajando con su camisón para dormir y una redecilla para el cabello, en cuanto entró a la sala, se quedó perpleja
—¡Director! —
Cuando se acercó y logró ver a la criaturita que venía en sus brazos, ahogó un grito
—Es... Es... —
Albus asintió con la cabeza, ella se apuró a acomodar la estancia
—Oh dios mío, yo había estado aterrada desde que sucedió lo de los Dursley —
Respondió rápido, mientras acomodaba a un ahora dormido Harry en el sillón
—Benditos los cuatro, lo ha encontrado, oh profesor, no sabe cuánto heq6 temido...
—Calma, Arabella, te pido calma, el niño Potter está bien y va a regresar a dónde debe de estar —
Aseguró Albus, apretando con cariño las manos temblorosas de la mujer
—¿Por qué tiene que ser con esos muggles? —
Preguntó en un hilo de voz, sin esperar respuesta se adelantó a la ventana y observó, el carro de los Dursley estaba estacionado afuera, miró el reloj, Petunia saldría por esa ventana para espiar hacia su jardín, se metió un segundo antes de que las cortinas se movieran
—Es la hora de la cena, profesor, si hay un momento, debería ser este —
Le ayudó con Harry y espió por las rendijas, Petunia se metió de nuevo y Arabella apuró al director para que salieran, luego se asomó por las ventanas, mientras Albus llamaba al número 4 de Privet drive.

Vernon le había abierto la puerta, pero su rostro amoratado era producto de un auténtico terror, Albus pasó como si le hubiesen invitado
—Buenas noches, Vernon —
Saludó, con un ahora despierto y curioso Harry, abrió la puerta del comedor y sonrió ante la mirada aterradora de Petunia
—Buenas noches, Petunia... He logrado encontrar a Harry Potter y, reitero, es de suma importancia que lo mantengan bajo su cuidado, por favor, lo que pediré es muy sencillo: Harry no puede salir de nuevo de esta casa, ¿Quedó claro?
Preguntó, mirando por sobre los lentes el rostro lívido de Petunia, acomodó al niño en un asiento y esperó
—Mis sinceras disculpas, les he interrumpido en la comida, se que sabrán perdonar a este pobre viejo, ¿No piensas servirle un plato a Harry?

Aún cuando su voz era amable y llana, Petunia se apresuró a servir un modesto plato con arroz y salchichas, menos generoso del de Dudley. Esperando un momento, Harry miró en silencio a su alrededor
—¿Papa Loui?
—Oh, el señor Louis no vendrá hoy, pequeño —
Tranquilizó Albus, pero el pequeño hizo un puchero y bajó la mirada.
Sintió que su corazón se apretaba, pero era suficiente
—Confio que, en memoria de tu hermana, no pierdas de nuevo a este niño —
Pidió, levantando una severa mirada a la perpleja Petunia, quien intentó balbucear algo
—¡No puede dejar a ese niño de nuevo aquí!
Exclamó Vernon, que seguía en la puerta
—Puedo y lo haré, señor Dursley, confío en que cuidarán de él mejor que la última vez —

Los Reinos de la MagiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora