16.- The Devil

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Armand leía al fondo del salón, Louis pasaba de un lado a otro, impaciente.
—No debí dejarlo...
—¿Lo hubieras llevado ante la madre?
Respondió en voz monótona el pelirrojo
—¡No! ¡Dios bendito! Jamás hubiera acercado a un niño a...
—Entonces cierra la boca, no puedo atacar directamente a la organización, pero ya he hablado con David —
—Hablar con ese hombre, ese hombre que entregó a Paul...
—Harry...
—¿Qué?
Armand cerró el libro y le miró con frialdad
—Si vas a recuperarlo, sería mejor que le llamaras por su nombre, es Harry Potter, pero le quedaría mejor tu apellido, ¿No crees? —
—¿Por qué tendría que respetar el nombre dado por una pareja de idiotas?
—Porque todo el mundo le llamará así cuando crezca —
La respuesta tan fría hizo montar en cólera al pelinegro
—¿¡Todo el mundo!? Es estúpido, es ridículo, no todo el mundo conoce a un niño común—
—Precisamente, Louis, un niño común... Ese no es un niño común —
Aclaró Armand y le ofreció el libro que estaba leyendo, dónde rezaba "Historia de la magia del siglo XX", señalando con sus dedos una página casi al final
—¿Dónde...?
—Tengo mis fuentes, ahora, por favor, ignora a la gente moviéndose y presta atención a lo que dice —
Louis pareció ensimismado un momento, observando las fotografías que guiñaban o saludaban, leyó con cuidado la página señalada por Armand, hablaba de una guerra mágica, de la segunda para ser precisos, entre tantos nombres que no conocía y un sin fin de detalles que no terminaba de entender, llegó al final:
"El-que-no-debe-ser-nombrado fue derrotado en su momento de mayor gloria por un niño de apenas un año de edad, Harry Potter, hijo de Lily Potter y James Potter, El niño que sobrevivió".

—Paul no es ese Harry Potter... —
Reclamó dolido, Armand asintió con la cabeza
—Toda la Talamasca y ese Albus creen que sí —
Respondió sencillamente
—Pero...
Bajó el libro en silencio
—¿Qué es esta magia? Armand, te lo ruego...
—Es sencillamente eso, Louis, magia, magia como jamás pensé encontrarla de nuevo—
—¡Tú me habías dicho que sabías hacer alquimia..! 
—¿Y quién si no me ha enseñado? Un mago, por supuesto, un mago estúpido que trataba de levantar a los hijos de satán de su lado —
Louis se desplomó en la silla, parpadeaba confuso
—¿Por qué nunca...?
—Porque juré que esa aberración se quedaría sepultada dónde siempre debió estar, claro, no contaba con que el más humano de todos nosotros encontrara a una musaraña de esas y se encaprichara —
—No, no, la, la Talamasca... Tú sabías que ese sitio es de esos... Tú me hiciste llevar a Paul... —
Armand pasó una mano por su cabello, en un deje de fastidio
—Talamasca no es como ellos, o tal vez si, tal vez solo aquellos que han aprendido bien a cerrar su mente. En fin, ese niño...
—Deja de hablar de él como si no lo conocieras
—Pero no lo hago, Louis, lo único que sé de él es aquello que está en sus mentes, lo cual realmente no es mucho, viste a un niño maltratado y el corazón se te dobló hasta convencerte de que estaba mejor a tu lado —
Se produjo un pequeño silencio, Armand no le sostenía la mirada, había tomado otro libro y lo seguía releyendo
—Es lo mismo que hizo contigo Marius...
Murmuró Louis. La inhumana lectura de Armand se detuvo de golpe, se quedó congelado
—repite eso —
Susurró sin apenas mover los labios
—¿Era él, no? Marius, ese hombre romano que Akasha tanto apreciaba, ese que Maharet adora, el hombre con quién entraste de la mano...
—No...
Armand lo interrumpió, por primera vez en todo el tiempo que llevaban conociéndose, era la primera vez que le había escuchado ese tono, su voz sonaba rota
—¿Entonces qu...?
—No vuelvas a mencionar a ese hombre en mi presencia —
Louis se mordió la lengua, tras la voz ahogada de Armand se notaba un profundo dolor. Louis se removió molesto
—¡No te atrevas a mencionar a mi maestro! ¡Calla! ¡Sácalo de tus pensamientos! ¡Tu no viste nada, no conoces su nombre! —
Le gritó de la nada, partiendo el lomo del libro que sujetaba con demasiada fuerza, Louis le miró aterrado, el labio inferior de Armand temblaba y sus ojos estaban llenos de lágrimas carmesí
—No quise...
Intentó disculparse, pero la mirada furibunda del pelirrojo le cerró la boca. Una profunda arruga cruzó su frente, era tan hermoso como asombroso, ese rostro de angel que estaba surcado por gruesas gotas de sangre, la furia en sus ojos café. Evocó en su mente la pintura de la Lucifer llorando, furioso y dolido, después de ser expulsado del paraíso.
Armand se levantó, soltando los pedazos del libro
—Solo... No dije que no te ayudaría a buscar al niño, pero no menciones de nuevo ese nombre —
Pidió, de espaldas a Louis, aún con la voz rota. Louis no se atrevió a hablar, acarició la portada del inusual libro y al girar hacia atrás, vió que Armand había desaparecido.
Miró de nuevo el libro en sus manos.
Magia. Sí, si, él ya conocía algo de eso, La Talamasca no se había cansado de mencionar que ellos eran los precursores de los estudios de todas las habilidades y razas antropomorfas en la tierra, les había visto realizar proezas incapaces para el ser humano promedio; pero jamás les habia visto animar una fotografía, ni tampoco hacer nada de lo que decían esos relatos, ni siquiera había visto a Armand hacer algo de alquimia, aún cuando Lestat afirmaba...

Los Reinos de la MagiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora