; eso puede arreglarse

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Ambas pudieron dormir, aún desnudas, calentadas por el abrazo de la otra, descansaron con una sonrisa en los labios

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Ambas pudieron dormir, aún desnudas, calentadas por el abrazo de la otra, descansaron con una sonrisa en los labios.

La mañana les regaló nieve, despertándose demasiado temprano para el gusto de Ruby al sentir el golpe de esta en su ventana, acompañada por el viento fuerte.

Con sólo ver esa tormenta, supo que el supermercado no abriría, y tendría todo el día para quedarse en su departamento, con Chelsea.

Le encantaba esa idea.

En cuanto la Omega alzó la visita hacia la ventana y vio la nieve, sonrió con alegría.

—Ruby—la llamó—. ¿Podríamos salir a ver la nieve?

La nombrada sintió su corazón derretirse por lo adorable que era aquella chica.

—Primero hay que lavarnos un poco —dijo, viendo los restos de lo que habían hecho ayer, y notó a la menor hacer un mohín, rió de ternura—. Ponte ropa, ve al baño y luego a la cocina, cambiaré las sábanas —añadió, aunque no se levantó hasta que el lindo culo de la Omega dejó de verse tras los pantalones del día anterior.

Había terminado de hacer la cama cuando Chelsea salió del baño, Ruby llevaba puesto sólo la ropa interior y notó como la rojiza se quedaba viendo su cuerpo un momento en su camino hacia el baño.

Se lavó el cuerpo rápidamente con la ducha, se vistió con la misma ropa que ayer, y fue hasta la cocina, con toda la intención de esforzarse un poco y preparar unos omelettes para las dos.

Así que, usando su mínima habilidad culinaria, añadió queso, jamón y algo de cebolla y los llevó a la mesa cuando estuvieron con una forma más o menos decente, al mismo tiempo, había preparado un café para ella y un vaso de leche con chocolate para Chelsea.

La Omega sonrió encantada ante esa atención, agradeció y la felicitó a por el desayuno.

Al terminar de comer, dejaron lo que habían usado remojándose para aprovechar que la nieve se había calmado para salir.

—Iremos a la terraza del edificio —dijo Ruby, mientras sacaba ropa de abrigo para ambas; suéteres, buzos, un par de guantes y su única bufanda que fue para Chelsea—. Nunca sube nadie, y menos si está nevando.

Chelsea asintió, colocándose uno de los buzos, y ya bastante abrigada, con al menos tres capas de ropa, necesitó ayuda de Gillman para acomodar la bufanda alrededor de su cuello, ya que no podía levantar sus brazos del todo.

─ 𝐃𝐄𝐋𝐓𝐀 | Chelby AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora