; sólo falta que tú gustes de mí

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Chelsea veía el cielo nublado por la ventana del dormitorio

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Chelsea veía el cielo nublado por la ventana del dormitorio.

Las nubes, de un gris oscuro, anunciaban que pronto estallarían.

Eran nubes de nieve, Chelsea lo sabía.

Una sonrisa se grabó en sus labios, ella amaba la nieve.

Ruby vio a la Omega sonreír junto a la ventana, y no pudo evitar hacerlo también.

Su corazón se encogió un poco al pensar que le quedaban pocos días para estar junto a ella.

Como si lo hubiera sentido, Chelsea bajó la vista para mirar su pecho con el ceño fruncido, luego la volvió a alzar para encontrar a Ruby, quién estaba bastante sorprendida por eso.

—¿Qué pasa?

Ruby no dijo nada unos segundos, hasta negar con la cabeza.

—Nada, nada... —fue hacia su cama, sentándose en esta, le dolían bastante los músculos y algo la cabeza, pensó que debía ser por toda la tensión de ese día. Entre las noticias, Chelsea y su celo, se sentía bastante estresada.

Miró a Ruby de nuevo, y sintió los párpados pesados.

El sábado era (junto al domingo), los únicos días que no hacía nada más que trabajar su turno en el supermercado, casi siempre los usaba para descansar o hacer tarea de la universidad, pero ese sábado parecía más especial, ya que era el último que tendría a Chelsea acompañándola, y quería pasar el día junto a ella y conocerla un poco, ya que, por más que sus lobas se quisieran y ya estuvieran a gusto entre ellas, ellas mismas, como personas, eran prácticamente desconocidas.

Un bostezo hizo que mirara la almohada con deseo.

—Chelsea —la llamó, captando la atención de la chica al instante—, voy a dormir un rato, despiértame si necesitas algo.

Chelsea asintió, Ruby se quitó algo de ropa para quedar sólo con la ropa interior y la remera, dándole la espalda a todo, mirando a la pared para que no le llegara tanta luz, intentó concentrarse en el olor de Van Der Zee de las sábanas para tranquilizarse y dormir más rápido.

A punto de caer dormida, escuchó pasos, sintió las sábanas levantarse un momento y el peso sobre está a sus espaldas.

Se volteó instantáneamente, recibiendo a Chelsea, quién se acurrucó en su pecho.

Las manos de la mayor rodearon la pequeña cintura de la rojiza instantáneamente, y sin querer, pasaron por debajo de la remera de la Omega, acariciando su piel en círculos lentos y tranquilos, mientras Chelsea hundía el rostro en su pecho.

─ 𝐃𝐄𝐋𝐓𝐀 | Chelby AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora